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Críticas de Frank sofinsky
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
Costa da Morte
Documental
España2013
6,6
581
8
27 de noviembre de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con Costa da Morte, nos encontramos ante una obra abierta, cuya complejidad crece pareja a la intención interpretativa del receptor: desde una sucesión de bellas impresiones hasta la sospecha de que tras la imagen reside una firme intención autoral, un lenguaje establecido en torno a la contemplación del ser humano como una mancha diminuta impregnando el cosmos, de la relación entre hombre y naturaleza y de nuestro lugar en el mundo.

Colmada de planos secuencia donde la acción se resuelve antes del siguiente corte, destaca el uso magistral del gran plano general como sintagma preferido, el sonido como posibilidad de narración total, como si la cámara fuese el ojo de un dios que nos contempla desde muy arriba y escucha cada detalle, cada paso, sin intervenir en la historia. Lois Patiño nos muestra a esos seres humanos especiales, los gallegos (cuyos corazones son refugio último de una espiritualidad perdida), pobladores de un mundo marcado por el equilibrio entre la lucha contra las fuerzas de la naturaleza y la dependencia de sus recursos, por el contraste entre la relación con esa naturaleza en el pasado mítico y el presente posmoderno, donde gracias a la técnica el hombre cumple el sueño Baconiano de dominio y señorío sobre la physis.
Y la obra hace eso: mostrar, en un retorno a la esencia del cine, a la primacía del mostrar frente al decir, a la presunción de un espectador inteligente al que se otorga libertad interpretativa y tiempo en los encuadres generales para observar y ejercer su derecho de ser-simbólico. ¿Por qué decir, pudiendo no decir?

Un pasado, el de una Costa da Morte plagada de brumas y escarpados riscos azotados por el mar, que es perfecto escenario fecundo para mitos y leyendas cuyos ecos perduran y se mezclan con las costumbres industriales del presente, que llegan a nosotros a través de conversaciones cotidianas, aparentemente intrascendentes, a través de las cuales se filtra siempre parte de la verdad última del mundo: esa magia, esa mística es la que viene a recoger Costa da Morte, la reunión de los elementos: fuego, tierra, agua y aire, al que se añade uno más, luz descompuesta en las palas del faro, luz que se curva en lejanas masas de aire caliente, que tiñe el sensor digital como un hecho pictórico. ¿Hubiera sido posible la película sin la versatilidad y autonomía del sistema digital de grabación?

Dada su condición de producción pequeña (sin denostar su grandeza), el ensamblaje de la obra es más cercano a la artesanía y a un autor que suponemos viviendo y madurando el proceso de deshojar las esencias de lo que fuera para él aquella costa, que a la producción en cadena, artificiosa y tosca cuando el objeto a representar es la totalidad.

Por ello se discurre con gran libertad creativa, se permite un montaje más complejo y polisémico, en la inmensidad del encuadre la acción es constante, todos los elementos tienen espacio para desplazarse con sutileza, cada plano tiene distancia y duración suficientes para desarrollar una idea diferente sobre cada uno, cada corte es un nuevo interrogante ¿Qué quiere mostrar ahora?, cada plano es un esfuerzo, un reto y una recompensa estética.

También nosotros hacemos un camino como espectadores, sin esfuerzo alguno viajamos desde el oleaje abrupto al candor extremo de las llamas nocturnas, del frío viento nebuloso a la explosión de la piedra en la cantera (con sabor a Kiarostami y a cerezas), un viaje que recuerda a las grandes aspiraciones narrativas de Koyaanisqatsi y a la poética natural de Le Quattro Volte.
Es tan bella y tan compleja la relación del ser humano y su medio, que uno llega a desinteresarse por momentos viendo la película por las ficciones cotidianas de asesinatos, amor o suspense que rellenan la cartelera nacional, por historias concretas que vertebran películas que nos gustan, pues cada acción humana parece incapaz de traspasar el hecho de nuestra propia insignificancia frente a la vastedad inabarcable del mundo. No somos, y Costa da Morte da buena fe de ello, más allá de nuestra propia lucha por la supervivencia, una lucha hecha en silencio, y todos nuestros problemas, preocupaciones y dilemas, están precedidos por este hecho primitivo y salvaje.

No somos más que unos pequeños animales aferrados a una roca (cortante, porosa y resbaladiza), tratando de seguir haciendo lo nuestro hasta que el gran mar hace su amago perpetuo de engullirnos y destrozarnos con la más fría de las inocencias. Todas nuestras leyendas, religiones, sueños e ilusiones son un pequeño reducto simbólico de luz frente a la oscuridad, el caos y la incomprensible y descomunal naturaleza que nos da la vida, como un regalo que es un misterio en su reverso.

En Costa da Morte, en la luz de su paisaje polimorfo, algunos hallarán la muerte y otros "resucitarán", cada uno hallará su respuesta arrojada por el mar con la misma imprevisible poética con que arrastra hacia la pantalla los restos del naufragio de la cultura moderna occidental.
Frank sofinsky
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9
14 de enero de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wiplash es pura genialidad, como obra y como retrato del genio en su ascenso, en su camino de soledad, sacrificio y sufrimiento. El dominio perfecto de la técnica (fotografía adecuada, montaje SOBERBIO) hace posible al jóven Chazelle introducir en nuestros pechos la bomba a punto de explotar que es esta película, pues se trata de una obra enormemente emocional, utiliza las emociones por encima de la narración para ahondar en los protagonistas y para transmitirnos multitud de sensaciones puras de frustración, enfado, grandeza, dolor...y este no es más que el primer punto donde podríamos empezar a reflexionar sobre la relación entre música, estructura musical, forma musical, y forma fílmica.

Un guión que es puro cine, no solo por estar cargado de giros sorprendentes y emocionantes, sino también en la idea que plantea: argumentos a favor de exprimir el máximo a cualquier precio, supuesto comunmente denostado por una cierta moralidad burguesa: gana dinero, disfruta y sé feliz, en lugar de darlo todo por un sueño. Quizá en otras historias la ambición desmedida traiga consigo la desgracia, pero el caso de Wiplash es diferente, mucho más fiel a la trayectoria real del genio musical, genio diferente a cualquier otro dotado de una especial sensibilidad.

Punto aparte merecería el montaje de la cinta y el peso descomunal e imprescindible de su ritmo en la sensación total de la obra.
Wiplash es un filme de los de antes a tener en cuenta, de los de una historia tan potente que nos arrebate inevitablemente, donde la técnica aparentemente invisible guía los hilos de la historia con potencia, con unos actores de bordan y desbordan el papel.

Acaba uno extasiado de ver la película, no en vano cuenta con uno de los mejores finales que se hayan visto en una sala de cine, y el que la acabe de ver lo sabe.
Si te gusta la música, si te gusta el jazz, si eres capaz de entregarte al 100% a una obra musical entonces podrás acceder a la descomunal potencia narrativa de Wiplash, no ha lugar a sutilezas, es una cinta manchada de sangre, sudor y lágrimas, pero también de luz, de lucha y enorme talento.
Frank sofinsky
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10
24 de diciembre de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con Gone Girl (2014), Fincher firma una obra maestra que lo consolida como el maestro de la narrativa, los laberintos, el género y los giros que siempre ha sido.
Alguien dijo que se hacen mejores películas de libros medianos, que las grandes obras de la literatura no son adaptables a grandes obras del cine, siendo estas más bien fruto de relatos o libros sencillos (sirva a modo de ejemplo There will be blood, de Paul Thomas Anderson, o Blow-up del Michelangelo Antonioni).
Quizá el olfato de un director experimentado le llevó a probar con un best-seller de intriga para reelaborar un cine de alta costura, con la ayuda de su guionista, escritor asimismo del libro. Se trata de una historia bastante compleja, con abundante información (de ahí su extenso metraje, que no aburre ni decae sino todo lo contrario) y personajes complejos, llenos de huecos y oscuros, y sobre todo la abundante presencia de giros y la magistral gestión del suspense en la ecuación “información que sabemos respecto a información que saben los personajes”. Los giros de guión pueden sorprender gratamente al espectador desengañado, acostumbrado a efectismos y tópicos predecibles de los guiones de baja calidad que suelen sustentar las superproducciones actuales, donde prima la presencia de efectos especiales y espectacularidad. “Perdida” es, sin embargo, una obra de guión, donde la historia es primordial y los actores trabajan todo el tiempo para levantarla, una forma quizá clásica de entender el cine.
Además de actuaciones geniales, la construcción del relato es digna de estudio, con sus saltos temporales, información multimedia, el papel de la TV y la opinión pública en la historia, con guiños a internet y sus selfies. La dirección pasa desapercibida no por mediana, sino por sutil, nunca brusca ni torpe, nunca interfiere en la historia que nos están contando, y sin embargo utiliza las técnicas cinematográficas para aportar nuevos significados a lo narrado a través de la palabra, como toda película debería aspirar a hacer, y aquí reside la magia de Fincher, pues su firma es realmente esa, el arte de narrar, el arte de racionar los datos, de generar el suspense.
A ello ayuda la música, capaz de perturbarnos tan profundamente que empecemos a pensar que estemos drogados, en estados psicológicos de alteración grave de la percepción, alertando de que nada es lo que parece, pues en esta película, tampoco nadie es como parece ser, y esa incredulidad, esa sospecha se sostiene hasta un punto temporal donde todo se ha vuelto tremendamente inquietante. A partir de espacios corrientes y anodinos, la música y los actores son capaces de crear una atmósfera de alta presión, girando en torno al personaje de ausente de Amy.
En definitiva, un guión sublime es el primer paso (e imprescindible) para conseguir una obra sublime, y, con la ayuda de una historia excepcional, Fincher ha conseguido una puesta en escena convincente, perturbadora y excelentemente dirigida, capaz de transportarnos a los pliegues de la represión profunda de una sociedad de la apariencia, enferma por dentro y brillante por fuera, la sociedad posmoderna norteamericana. Es por ello que afirmo: Fincher lo ha vuelto a hacer.
Frank sofinsky
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