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Colombia Colombia · Santiago de Cali
Críticas de La Naranja Mecánica
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
8
26 de julio de 2021
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En este film en blanco y negro, Orson Welles nos muestra con detalles una sociedad tan perfecta como corrupta. La ambigüedad bien elaborada de una doble moral en el conjunto de la ley y la sociedad. Recordemos que el mismo Welles en 1946 bajo sospecha de ser comunista vio opacada su prometedora carrera en Hollywood (Ya había visto la luz su película más exitosa Citizen Kane, 1941) hasta el punto de verse obligado a trasladarse a Europa, trabajar como actor y poder así financiar sus producciones. Este periodo conocido como el Macarthismo y que el mismo Welles describió así: «Lo malo de la izquierda estadounidense es que traicionó para salvar sus piscinas. Y no hubo unas derechas estadounidenses en mi generación. No existían intelectualmente. Solo había izquierdas y estas se traicionaron. Porque las izquierdas no fueron destruidas por McCarthy; fueron ellas mismas las que se demolieron dando paso a una nueva generación de nihilistas».

Pese a su persecución y debido a su triunfo en Europa, en 1958 Welles pudo volver a Hollywood para el rodaje de su película Touch of Evil. Títulos de capital relevancia en su carrera como Macbeth (1948), Otelo (1952), El proceso (1962) y F for Fake (1975), entre otros, que le llevaron a ser considerado uno de los más grandes directores de cine y teatro del siglo xx. En 2002 fue elegido por el British Film Institute como el mejor director de la historia del cine.

En esencia la película conserva las características del universo kafkiano donde se enmarca la lucha infructuosa entre un protagonista inocente y un ser superior que domina su destino, y que Welles enriquece con su habitual crítica al poder y las instituciones que lo representan. El estilo narrativo es barroco, exuberante, ampuloso si se quiere, pero pleno en su expresionismo que el autor hábilmente matiza con unos bien concebidos espacios claustrofóbicos y surrealistas (laberínticos al mejor estilo kafkiano).

Se nos muestra con gran fuerza narrativa y visualmente impecable, la insignificancia de Josef K. ante un poder caprichoso, caótico e impune: ambientado en enormes espacios y decorados enormes que ayudan a crear esa agobiante atmósfera de pesadilla, misterio, inseguridad y desesperanza.

La fotografía hace uso de múltiples recursos: primeros planos (el ojo que mira por una rendija), picados y contrapicados, planos-secuencia (la visita de la policía a Josef K.), imágenes de gran angular y la sucesión frenética de las escenas finales. Todo un clima de pesadilla, incertidumbre, desconcierto y tragedia. Es notable en la adaptación la intención expresa de guardar la mayor fidelidad posible a la obra literaria, convirtiéndose en un dibujo con trazos geniales de la angustia existencial del escritor checo.

Capítulo aparte merece el trabajo actoral de Anthony Perkins (1932-1992) dando vida a Josef K. Mundialmente conocido y aplaudido por su papel como el asesino en serie Norman Bates en la ya legendaria película Psicosis (Psycho) de Alfred Hitchcock (1960) que a juicio de muchos le merecía el premio Óscar. El magnetismo de Perkins, con su lógica y pausada actuación se convierte en uno de los pilares del producto final. A juicio del mismo Orson Welles, su mejor película: “El proceso es la mejor película que jamás hice... nunca he estado tan feliz en mi vida como cuando la filmé".

De la novela procede y es usado en el inicio de la película el famoso relato kafkiano, Ante la ley, devenido en la esencia de la “pesadilla kafkiana”. En él un hombre llegado de lejos pretende cruzar la puerta de la Ley, pero un guardián se lo impide durante años. En el final, cuando el hombre agoniza, el guardián le grita: "Ninguna otra persona podía haber recibido permiso para entrar por esta puerta, pues esta entrada estaba reservada sólo para ti. Ahora me voy y cierro la puerta".
La Naranja Mecánica
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6
2 de agosto de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con guion adaptado por David Birke de la novela francesa “Oh...” de Philippe Djian publicada el 22 de agosto de 2012 por la editorial Gallimard. La novela de gran aceptación en toda Francia, fue considerada entre los 25 mejores libros que se crearon en el año 2012. El filme dirigido por el reconocido realizador y director holandés Paul Verhoeven (1938), quien se destaca por sus filmes de ciencia ficción como Robocop (1987), Total Recall (1990) con la participación de Arnold Schwarzenegger, El hombre sin sombra (2000) con Kevin Bacon y Elizabeth Shue y en el campo del Thriller psicológico nos regaló la provocadora y aclamada Instinto básico (1992), con Sharon Stone y Michael Douglas.

El filme Elle fue ganador del Globo de Oro a la mejor película extranjera, también ganó el Premio Goya a la mejor película europea. La música a cargo de Anne Dudley, la fotografía de Stéphane Fontaine

Paul Verhoeven declaró que el trabajo de dirigir su siguiente película "sería muy diferente a todo lo que había hecho antes, pero en esta ocasión, hacia lo desconocido, creo que es importante en la vida de un artista. Un modo existencial. Como artista, hay que tener la medida posible, su paso a lo desconocido y ver lo que pasa con las personas". Durante el Festival de Cine de Cannes se describió como una producción extremadamente erótica y pervertida. Verhoeven tenía planeado buscar a una actriz que este "preparada para asumir eso" y primero creyó en Nicole Kidman y dijo "ella podría manejar este papel". Aunque también consideró otras actrices que realizaron trabajos similares como Julianne Moore, Diane Lane, Charlize Theron, Marion Cotillard, Sharon Stone y Carice van Houten. La actriz francesa Isabelle Huppert fue contratada finalmente para el papel principal. Huppert describió el guion como una historia muy interesante y capaz de llevarlo a la pantalla.

Además dijo que Verhoeven era uno de los mejores directores del mundo para ella, así que se unió a la producción y aceptó el papel inmediatamente. En una entrevista Isabelle Huppert nos expresa su opinión del director y la película: «Verhoeven es un cineasta muy provocador, pero no se limita a eso. Sabe acompañar muy bien ese punto de partida; en el caso de “Elle”, sobre todo, con un manejo muy especial de la ironía. La ironía le da a la película una profundidad bastante sorprendente. A partir de la violación que sufre el personaje, nos va llevando a lugares inesperados. Se centra en cómo reacciona la mujer a ese hecho, y también al descubrimiento de quién es el individuo que la forzó. Es interesante que los hombres en la película son más bien débiles y frágiles, mientras que ella reacciona de una manera bastante impredecible. Es una víctima, pero no es una caricatura ni de la mujer común ni de la mujer con poder. Tiene una característica incierta, ambigua».

Tanto Phillippe Dijan como Paul Verhoeven desde sus perspectivas creadoras nos habían regalado el reto de dar vida en la literatura y el cine respectivamente, a mujeres ambiguas con una sensualidad mortal y una psique atormentada, como las dos caras de la misma moneda, dejándonos dos piezas fundamentales que marcan la expresión del erotismo cinematográfico de finales del siglo pasado. Djian con su obra “37,2º Al Amanecer” (1985), llevada al cine por Jean Jacques Beineix en el genial film: Betty Blue, 1986, donde nos cuenta la particular historia de amor de una joven inestable y obsesiva interpretada por la sensual Beatrice Dalle. Mientras a Verhoeven lo asociaremos —de manera inevitable— a la dirección de la mítica “Bajos instintos” (Basic Instinct, 1992) que sorprendió con Catherine Tramell (Sharon Stone), una seductora y fría asesina.
La Naranja Mecánica
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9
26 de julio de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Resplandor (The Shining) es una película angloamericana de 1980 del subgénero de terror psicológico, producida y dirigida por Stanley Kubrick y protagonizada de manera magistral por Jack Nicholson. Está basada en la novela homónima del escritor Stephen King publicada en 1977. El guion fue adaptado por el mismo director Stanley Kubrick con la colaboración de la escritora Diane Johnson. La fotografía a cargo de John Alcott, la música de Wendy Carlos y Rachel Elkind.

La película se proyectó por primera vez al público el 23 de mayo de 1980: fue un estreno restringido, muy al uso de la época, ya que solo se exhibió en medio centenar de salas de Nueva York y de Los Ángeles. Kubrick había rechazado la versión inicial, escrita por el propio King, por juzgarla una adaptación demasiado literal de la novela; en cambio, Johnson, que por aquel entonces estaba impartiendo un seminario sobre novela gótica en la Universidad de California de Berkeley, le parecía una opción que encajaba mejor en su proyecto. En el fondo, Johnson menospreciaba la literatura de Stephen King; poco después del estreno, en una entrevista concedida la parisina revista Positiv, declaró:

“Entre nosotros, The Shining (la novela) no forma parte de la gran literatura. Da miedo, es eficaz y funciona, sin más (…). Pero precisamente es interesante ver cómo un libro bastante malo puede ser también muy eficaz. (…) es bastante pretencioso. Pero también es cierto que se tienen menos escrúpulos al destrozarlo: una es consciente de que no se está destruyendo una gran obra de arte”

Stephen King nunca ocultó su rechazo hacia el resultado final del proyecto cinematográfico, y acusaba a Kubrick de no entender las reglas del género de terror. En la novela, la historia adopta el punto de vista del niño, mientras que en la película es el padre el protagonista principal; de hecho, una de las diferencias más notables radica en el perfil psicológico de Jack Torrance. Según la novela, el personaje representaba un hombre corriente y equilibrado que poco a poco va perdiendo el control; además, la narración escrita reflejaba rasgos personales del propio autor en aquella época (marcada por el insomnio y el alcoholismo), además del maltrato. Por su parte, la Wendy de King es una mujer fuerte e independiente a nivel profesional y emocional; para Kubrick, en cambio, no parecía coherente que una mujer así hubiera soportado durante mucho tiempo la personalidad de Jack Torrance.

Otras diferencias son:

1. La idea del laberinto surgió como alternativa a las limitaciones técnicas que suponía recrear setos con formas de animales que cobraban vida tal como había escrito King.
2. Las dos niñas que interpretan el papel de las hijas asesinadas son gemelas, mientras que en la novela se llevan dos años.
3. En el libro de King, el número de habitación era la 217, que existe realmente, pero se cambió por la inexistente 237 para no «ahuyentar» a potenciales clientes.
4. El desenlace de la película es distinto al de la novela.

El título de la novela está inspirado en el estribillo, «We all shine on», de la canción Instant Karma, escrita por John Lennon e interpretada por el grupo The Plastic Ono Band.

Casi toda la película se filmó en estudio. Para la recreación de las dependencias del establecimiento, Kubrick y su diseñador de producción, Roy Walker, se inspiraron en modelos de varios hoteles reales.

El resplandor fue la cuarta película que usaba un sistema de filmación novedoso en aquel tiempo, un sistema que superaba las limitaciones de la grúa o el dolly para tomas en movimiento en espacios reducidos: la Steadicam, un estabilizador de cámara con forma de brazo recto que evitaba que la imagen de la cámara temblara mientras el operador seguía al objeto.

La música que abre la proyección se basa en el tema Dies irae, un himno fúnebre latino de la Edad Media remezclado con sintetizadores y voces por Wendy Carlos y Rachel Elkind, que ya habían intervenido en la banda sonora de “La naranja mecánica” del mismo Kubrick. Una muestra de las conexiones internas de la narración está en el hecho de que la canción que acompaña la secuencia final, cuando la cámara se acerca a la foto antigua de Jack en un baile de época, es la misma que antes había amenizado la esplendorosa fiesta en la Gold Room.

Algunas voces afirman que Stanley Kubrick, en una nueva demostración de su obsesión por el detalle y la perfección en sus películas, mecanografió él mismo, una a una, las 500 hojas en las que Jack Torrance escribe: "Tanto trabajo y nada de diversión han convertido a Jack en un tipo aburrido". Aunque el proceso podría haberse automatizado, lo cierto es que las páginas nunca son iguales entre ellas, y se observan algunos errores y distintas tabulaciones en los textos, lo que confirmaría que alguien (quien sabe si Kubrick) elaboró concienzudamente este elemento de atrezzo tan relevante en la trama.

Cuenta la leyenda que un buen día, a las 7 de la mañana, Stephen King recibió una llamada desde Londres. Era el mismísimo Stanley Kubrick quien deseaba hacerle una consulta que parecía primordial para que la adaptación llegara a buen puerto. King corrió presto al teléfono y atendió a su interlocutor, quien le sorprendió con su pregunta: "Creo que las historias sobre hechos sobrenaturales, como esta, son muy optimistas, ¿verdad? Quiero decir, que corroboran que hay algo más después de la muerte". King, bastante impactado, le quiso poner a prueba: "¿Y qué me dices del infierno? ¿Cómo lo encajas en esto?", a lo que Kubrick respondió con calma: "Yo no creo en el infierno".
La Naranja Mecánica
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9
26 de julio de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película fundamental que nos ofrece a manos llenas las claves para llegar hasta las profundidades del corazón humano, una especie de laboratorio social que nos permite al interior de una claustrofóbica y calurosa sala, ir desnudando a una sociedad desconocida y abstracta, hasta el punto de llevarnos a explorar como espectadores nuestras propias iras y temores, a reconocer nuestros miedos más íntimos y razonamientos absurdos. A ser capaces a través de una especie de catarsis fílmica a admitir nuestros prejuicios, prepotencia y estupidez.

El clima asfixiante genera una tensión en aumento, alimentada por las diversas caracterizaciones de los jurados: desde el beligerante, amargado y feroz jurado # 3 (Martin Balsam), pasando por pusilánime presidente del jurado (E.G. Marshall), la frialdad analítica del jurado # 4 (Ed Begley) o la intransigencia del jurado # 10 (Joseph Sweeney). Llama la atención el anonimato de los personajes, nos deja la sensación que más que conseguir un veredicto de unanimidad, lo que en realidad se juzga es la intolerancia, los prejuicios raciales, la lucha de clases, enfrentada con altas dosis de dramatismo a la majestad de la razón, la serenidad del diálogo y la palabra.

Personajes muy bien perfilados con excelentes primeros planos que inevitablemente, nos descubre inmersos en la trama, como si estuviésemos en el único escenario posible, en esa misma sala como uno más de los doce jurados. Los movimientos de la cámara que nos llevan de un lugar a otro del salón, hasta sentir el calor, sus respiraciones, hasta cas i poder intuir sus más oscuros sentimientos.

La obra presenta una estructura teatral que no resta nada a la notable envergadura cinematográfica que la constituye en una auténtica joya del séptimo arte. Reúne los elementos que todo buen amante del cine busca en una película: una brillante dirección, un reparto extraordinario encabezado por el mismo Henry Fonda, agilidad narrativa y una tensión dramática que no da tregua. Una buena oportunidad para sacudirnos, para cuestionar nuestro sistema de creencias y quizás, replantear nuestras posiciones más extremas. Una deliciosa y sugerente invitación a la duda.

¿Se puede vivir con la consciencia tranquila después de haber condenado a la silla eléctrica a un ser humano? ¿Son irrefutables las pruebas? ¿Las declaraciones de los testigos son infalibles? ¿Pueden doce hombres que viven, respiran y sienten privar a otro de su derecho a vivir?

Bajo la lupa de la modernidad y sus grandes superproducciones tan escasas de imaginación y talento, cabe destacar la actualidad de una película que no envejece con el paso de los años —¡ya sesenta!—, su sólido guion esconde una compleja reflexión sobre la conducta humana, es un calco perfecto de la sociedad. Sorprende entonces, lo valioso del recurso del diálogo y la excelente dramatización para constituir una obra llena de ingenio y vitalidad.

Asistimos estupefactos, ya no a la deliberación de 12 hombres a quienes se les ha confiado una sabia y responsable decisión, sino, y por añadidura, nos vemos encerrados de manera literal en el claustrofóbico salón tomando nuestras propias decisiones, o quizá, sentados en el banquillo de los acusados admitiendo sin pudor nuestra impremeditación, nuestra infame culpa por no levantar la voz en las situaciones límite, aquellas, en las que la asertividad y el valor de decir lo que se piensa, puede tener un resignificado: el poder de decidir sobre la vida y la muerte. No es necesario darle tintes moralistas al filme, su valor e intencionalidad es más profunda, es la oportunidad que tenemos los seres humanos de examinarnos como sociedad en el mismísimo espejo de nuestras vanidades. Queda al terminar la función y encenderse la luz del teatro la inevitable sensación del autoexamen consentido, de la terapia experimental a la que hemos sido sometidos y de la cual, sin lugar a dudas, no salimos indemnes, más bien revitalizados, con nuevas motivaciones, nuevos argumentos. Nos alimentamos de una y mil razones para mirarnos más coherentes…o menos, ¡no lo sé!
La Naranja Mecánica
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8
2 de agosto de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toda la película está rodada en la misma casa y su porche, prueba de su bajo presupuesto y de su elaboración prácticamente artesanal. La conversación de los personajes para sostener la trama, sin efectos especiales ni escenas de acción. Jerome Bixby concibió el guion de esta película en los años sesenta y lo terminó en su lecho de muerte, en abril de 1998; Bixby habría dictado la última versión del guion a su hijo, el guionista Emerson Bixby, por lo que se trata de un guion póstumo. Tras la muerte de Jerome, el guion fue entregado a Richard Schenkman para dirigir la película con un presupuesto inicial de 200.000 dólares; finalmente se gastaron 56.000 dólares en la realización. Ausente de los circuitos comerciales habituales, el filme se ha convertido en una película de culto, recibiendo numerosas y elogiosas críticas.

Toda la música de la película fue realizada por Mark Stewart Hinton, excepto: el segundo movimiento de la Sinfonía Nº 7 de Ludwig van Beethoven y «Forever», letra de Richard Schenkman, interpretada por Mark Stewart Hinton y Chantelle Duncan. La fotografía de Afshin Shahidi y el montaje de Neil Grieve.

¿Qué pasaría si un hombre del Paleolítico Superior sobreviviera hasta la actualidad?

Recordamos al director Richard Schenkman por su película “Abraham Lincoln vs. Zombies”, al protagonista del filme David Lee Smith por “El club de la pelea” y “Zodiac”, a Tony Todd por “La Roca” y “Candyman: El dominio de la mente” y a John Billingsley por “Star Trek: Enterprise” y “La flor del mal”.

¿Qué pasa cuando una historia es imposible de refutar o verificar al mismo tiempo?

Una narrativa original e inteligente que a fuerza de un guion consistente, nos arrastra de forma inexorable a esa realidad ilógica —si se quiere—, pero, tan bien hilvanada, que nos deja una puerta abierta que permita acariciar la posibilidad —con una inevitable mueca de perplejidad—, que todo lo argumentado sea verdad.

No deja de causar curiosidad que una película donde no se usan efectos especiales, donde no hay extraterrestres adelantando una invasión a nuestro planeta, ni mucho menos, sea considerada por la crítica especializada como una de las mejores de todos los tiempos, en el género de la ciencia ficción. Una cinta que sin mayores pretensiones nos envuelve en su dialéctica precisa, absorbente e inquietante. Una hora y media que se convierte en un suspiro en el tiempo, ante el disfrute pleno de cada diálogo, de cada gesto de incredulidad y asombro. Una obra audiovisual de enorme impacto y marcada agudeza mental, un relato de tal singularidad que se convierte en generador de debate. Una excusa perfecta para cuestionar nuestras habilidades de argumentación, una exhortación a reflexionar sobre nuestros puntos de vista, un grato vuelo de la imaginación, el deseado derrumbe de todo obstáculo, una sensación de libertad del pensamiento que nos invita a comprender a ese “infortunado” ser que ha vivido 14.000 años, que lo ha contemplado todo, que ha aprendido y desaprendido, que fue discípulo de Buda y tuvo la oportunidad —maravillosa por demás— de ver pintar a Van Gogh, alguien que desde el inicio de los tiempos se ha cuestionado el porqué de su existencia, un verdadero hombre de la tierra.
La Naranja Mecánica
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