Creo sinceramente que esta película no sería recordada si detrás de las cámaras no hubiese un señor llamado David Lean. En este film el gran maestro inglés firma su testamento cinematográfico recordando a los espectadores su notable habilidad para crear bellos planos abiertos y captar paisajes majestuosos. Sin embargo, la película adolece de un exceso de metraje y una historia un tanto pobre.

No he leído la novela, pero intuyo que el argumento debe de ser un simple pretexto a partir del cual pergeñar un fino y profundo retrato de una época y un país. El problema es que en la película dicho retrato sólo llega a vislumbrarse de forma un tanto torpe y simplista. Tanto los personajes como la trama me han parecido poco verosímiles, siendo las motivaciones y acciones de los protagonistas claramente inconsistentes e incluso pueriles. Encarna a la perfección esta inconsistencia el personaje de Alec Guiness, que roza lo grotesco y parece salido de "El guateque".

Estamos, así pues, ante una película que funciona deliciosamente en el apartado visual, pero lejos del nivel que sería de esperar de su director en el terreno argumental y narrativo. Combinada con sus más de dos horas y media de duración, la escasa enjundia de la historia hace que el visionado de la película sea, a ratos, un tanto aburrido.