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Críticas de Francisco Lapuerta
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
9
17 de noviembre de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pronto va a llegar un nuevo tifón. Los medios de comunicación -la radio, la televisión- anuncian que ya ha alcanzado la isla sureña de Kyûshû, pero de momento todo parece tan normal como siempre. Hace un poco de viento, nada más. La vida cotidiana sigue su curso. El trabajo rutinario, los fracasos, las aspiraciones inclumplidas, las mentiras recurrentes, las dificultades económicas, las apuestas perdidas... Ryota es un escritor que no ha vuelto a publicar desde hace años y vive en la ruina. Su afición al juego fastidió su carrera literaria, su vida familiar y su propia autoestima. Ha naufragado, y su tabla de salvación es la posiblidad de pasar de vez en cuando unas pocas horas con Shingo, su hijo. El problema es que no puede pagarle la pensión a Kyoko, su ex mujer. ¿Cómo afrontar la vida en estas circunstancias? Esto es todo. A esto se reduce una película que narra mostrando un especial deleite por el detalle un fragmento de la vida cotidiana. No hay trama definida, ni existe clara progresión hacia un desenlance. Aparece, eso sí, el predicho tifón, junto con algún pequeño golpe de suerte, y el pobre Ryota encuentra al fin la oportunidad de intercambiar unas palabras con Kyoko. En medio de esta normalidad aparente se encuentra la delicadeza humana, el afecto y la inteligencia puesta en cada frase que pronuncia la abuela del pequeño y madre de Ryota, así como la sencillez, la humildad, los pequeños detalles. Koreeda, fiel a su estilo libre de toda pretenciosidad, retrata la vida de unos personajes con los que podemos fácilmente identificarnos, pues pertenecen, como todos nosotros, a un mundo de rutinas amables y dificultades solo aparentemente insalvables. Asistimos de nuevo, así, al mundo de Yasujiro Ôzu, al de su discípulo Yôji Yamada, o al de Naomi Kawase. Asistimos a un mundo bello y profundo, pero sin grandilocuencia. Es decir, al mejor cine japonés de todos los tiempos.
Francisco Lapuerta
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8
9 de junio de 2017
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El 9 de agosto de 1945 la ciudad de Nagasaki sufrió la devastación de segunda bomba atómica lanzada por la aviación norteamericana en un intento a la brava por poner fin a la guerra. La tragedia de Hiroshima ha dejado en un segundo plano este trágico hecho. La guerra terminó entonces con la rendición de Japón, pero sobre los hechos de Nagasaki no se han escrito tantos testimonios, ni hay muchas novelas o películas que transmitan a las generaciones siguientes el recuerdo de las decenas de miles de civiles que allí perecieron.
Yôji Yamada, el veterano discípulo de Ozu, filmó hace dos años esta historia maravillosa sobre Nobuko, una mujer cristiana que ha quedado viuda -su marido pereció en el frente de Birmania- y a la que se le ha muerto el hijo, estudiante de medicina, en la deflagración atómica Nagasaki.
Yamada filma con un cariño exquisito hacia sus personajes una historia en la que la obsesión de Nobuko por mantener vivo el recuerdo de su hijo Kôji conduce a la aparición de su fantasma en su propia casa. De alguna manera, Nobuko convive con su hijo Kôji. La hipótesis está abierta: pueden ser sus sueños, su imaginación o su personal manera de vivir la ausencia de su amado hijo.Hasta el título original de la película -literalmente: "Si viviera con mamá"- deja en manos del espectador la interpretación. El caso es que Kôji, tres años después de muerto, aparece por su casa y entabla entretenidas conversaciones con su madre. Solo lo ve ella (también los niños llegan a verlo en un par de ocasiones). La prometida de Kôji, una joven que le guarda fidelidad y mantiene una excelente relación con Nobuko, ha decidido detener el tiempo; vive entregada a la memoria de quien considera a Kôji la razón de su vida, una vida entretejida de recuerdos y aspiraciones frustradas.
Transcurridos tres años, Nabuko, con no poco dolor por su parte, decide instar a su "nuera" a abandonar esta férrea fidelidad y animarle a buscar un marido. La joven, una admirada maestra de educación primaria, tiene toda una vida por delante. Le costará dar ese paso, que supone una despedida.
La película se deja ver con agrado a pesar de su largo metraje (130'). La tristeza y la soledad que refleja la vida cotidiana de Nobuko, los estudiados encuadres que resaltan la presencia de los objetos, la oscura ambientación de la sala donde transcurre casi toda la historia ejerce sobre el espectador un poder hipnótico que recuerda a Yasujirô Ozu no solo en el estilo cinematográfico, sino también en la sensibilidad con que es conducido el desarrollo de una tragedia profunda y al mismo tiempo amable, incluso risueña. Tal vez esta sea la clave del acierto de esta película, que no pontifica ni se lamenta. No destila rencor hacia los americanos ni es un alegato contra la bomba. Es simplemente el retrato de una serie de emociones muy humanas: la emoción del duelo, la resignación, el perdón y la esperanza.
Francisco Lapuerta
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