El mejor consejo que se me ocurre dar sobre The Shield es que no debería verse. No debido a que carezca de argumento, porque sus personajes sean poco creibles, porque su realización sea cicatera o porque no sea más que un producto destinado a satisfacer la demanda de la mayoría social; si hay algo en este mundo a lo que no se ciñe The Shield es a cualquiera de esas afirmaciones, que sin embargo se ajustan tan bién a tantos productos televisivos de los últimos años. No debería verse porque una vez se empieza con ella no se puede parar hasta que no se ve hasta el último de los 88 episodios que la componen, y porque una vez que termina se experimenta el mismo vacío característico de los buenos libros. Aún más, porque después las carencias antes enumeradas de cualquier otra serie se hacen clamorosas al terminar de ver The Shield.

Desde el mismo episodio piloto uno se da cuenta de que no está ante las manidas series policíacas de seres inamoviblemente virtuosos, detectives arrebatadoramente inteligentes y poco menos que capaces de leer la mente ni de policías científicos capaces de averiguar cualquier cosa con su moderno equipamiento, sino que se encuentra ante uno de los mejores intentos de trazar una personalidad en el campo audiovisual jamás hechos; podría argumentarse que hay cientos de películas mejores que The Shield, pero por el hecho de que esta es una serie (y tal vez por una cuestión de longitud) puede permitirse el crear una trama mucho más angustiosa, más envolvente, y sobre todo unos personajes infinitamente más humanos que en estas.

De este modo, se nos presenta un barrio de los Ángeles que ni siquiera existe (ni falta que hace), el distrito de Farmington, fiel reflejo de lo que es el epicentro del crimen de bandas de los Estados Unidos, territorio disputado por grupos criminales de todo tipo de etnias y procedencias. La comisaria de Farmington, comandada en un principio por el ambicioso capitán David Aceveda, es el centro de operaciones de los miembros del Equipo de asalto, conformado por el silencioso y leal Ronnie, por Lem, el de mayores escrúpulos, por Shane Vendrell, tal vez el personaje que peor lo pasa de la serie y sin duda el más complejo, y por el omnipresente Vic Mackey, ser de inmensa inteligencia, apabullante crueldad y a la vez en posesión de gran ternura hacia sus amigos y familiares.

Juntos protagonizarán un descenso a los infiernos como nunca se ha visto como consecuencia de acciones que, en ocasiones, son indiscutiblemente malvadas. El problema es que este grupo de policías corruptos, asesinos, ladrones, puede llevar a replantearse los conceptos preexistentes sobre el bien y el mal. ¿Realmente existen estos? ¿De verdad puede resumirse una vida (y una vida, o muchas, es lo que narra The Shield) en términos tan absolutos? ¿Acaso los monstruos, como Vic Mackey no son más que personas, iguales que nosotros, solo que expuestos a una vida tan difícil que hace imposible una total impermeabilización contra el "mal"?