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Críticas de Nekro Zombie
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Críticas 59
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
2 de enero de 2019
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Lo que esconde Silver Lake’ es la mejor película que he visto en mucho tiempo con permiso de la última de Lars Von Trier.

Pertenezco a una generación que al no tener iconos propios ha tenido que tomarlos prestados de las anteriores o incluso convencerse a sí misma de que cualquier gilipollez intrascendente de su infancia posee algún tipo de atractivo, magia o mensaje oculto.

Una generación que veneraba a Kurt Cobain como ‘el músico guay que escuchaba mi primo mayor’ mucho después del hype; que disfrutaba alquilando películas malas de otras décadas en el videoclub de la esquina y que veía a los viejos hippies, rockers y punks como reliquias vivientes de tiempos más interesantes que los suyos a las que había que analizar y espiar.

Una generación que a día de hoy intenta encontrar en las antiguas revistas de Nintendo y en los mapas que regalaban en las cajas de cereales la prueba infalible de su relevancia, esplendor e interés. Y que a través de una nostalgia absurda y en ocasiones fanática intenta justificarse para no ser considerada como ‘perdida’ o ‘aburrida’.

Pero, al final, también se trata de una generación que sabe que pasará al olvido y que no disfrutó de nada
especial más allá de lo bien que pudiera montárselo cada uno. Y que se obligó a creer que ciertos productos envasados y comercializados en masa tenían otras intenciones más allá de las económicas.

De todo esto y más va el último filme de David Robert Mitchell que en clave de thriller surrealista nos propone una profunda y triste reflexión acerca de quienes rondamos los treinta.

Y encima lo hace acompañado de un apartado técnico alucinante que hace su visionado en pantalla grande casi obligatorio.
Nekro Zombie
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Dragon Ball Super (Serie de TV)
SerieAnimación
Japón2015
5,9
3.302
Animación
8
19 de octubre de 2017
6 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nostalgia es ese monstruo que te hace recordar películas horrorosas de los 80 y 90 como algo extraordinario y emblemático. Ese monstruo que te hace creer que cuando eras joven tu generación molaba más que la actual pese a que odiabas a los clónicos bakalas, la música electrónica de extrarradio preparada para consumir pastillitas de colores y aquel metal de pantalones anchos que servía para promocionar ciertas marcas de ropa a los adolescentes más repelentes. Ese monstruo que te taladra la cabeza con aquello de que esa novia sociópata que te hacía la vida imposible y te obligaba a transitar a diario por los caminos de la depresión fue la única que te hizo sentir amor verdadero. Etcétera.

En efecto, la nostalgia lo deforma todo. Parece ser que el cerebro prefiere quedarse con tus más dulces memorias y sensaciones antes que con todo el sufrimiento y hastío que experimentaste en su momento. Es por esto que la nostalgia es peligrosa. Por ejemplo, puede convencerte de que una serie como Dragon Ball Z, con sus incontables errores de animación (hay muchos vídeos en Internet al respecto), con su tedioso ritmo que hace parecer a las películas de Bela Tarr pura anfetamina (¿quién no recuerda aquellos insufribles cinco minutos de Namek que duraron quince episodios?), con sus tramas absurdas y con su constante reutilización de fotogramas, como lo más próximo a la perfección que se haya visto jamás en una pequeña pantalla. La nostalgia es tan despiadada que esto mismo te puede pasar con Dragon Ball GT. Y todos sabemos que Dragon Ball GT ni es Dragon Ball ni es otra cosa que una fuente inagotable de ‘facepalms’ e inyecciones intravenosas de vergüenza ajena.

Es por culpa de esta nostalgia que a muchos no les gusta Dragon Ball Super. Su remembranza de ‘Z’ o ‘GT’ es tan intensa que aunque ellos mismos hubieran diseñado los nuevos personajes y guiones seguirían odiándola. Los haters de ‘Super’ sueltan cosas como que la animación da pena. En efecto, durante sus primeras emisiones la daba. Especialmente aquel episodio cinco que dio la vuelta al mundo por su cutrez. Pero fue algo que, menos mal, se corrigió y con creces. Como a dichos haters se les escapan todos los mecanismos de producción (algo típico en esta página), tampoco entienden que una serie que lleva ininterrumpidamente 111 episodios cuando escribo esto por fuerza no puede tener la misma calidad que otra que sólo saca doce cada dos años. También te comentan que las transformaciones son muy simples, como si de SSJ1 a SSJ2 hubiera mucho cambio, o que el tono general de la serie es demasiado infantil.

Vale, voy a ponerme serio. Toriyama siempre ha dicho que Dragon Ball es una serie para niños entre siete y doce años. Que haya mucha gente adulta que la disfrute, como el aquí presente, no significa que su target principal no sea éste. Si con ‘Z’ la serie mutó hacia algo más maduro y próximo al cine de acción de la época, fue debido a un cambio de productor. El primero, Torishima, le otorgaba una total libertad creativa a Akira Toriyama. Todo iba viento en popa entre ellos hasta que Akira dijo que si Goku no crecía, abandonaba la serie. Torishima no lo pudo soportar y fue él quien se marchó del proyecto. Su relevo fue tomado por Yu Kondo, cuya única preocupación era aumentar las ventas. Para ello, obligaba a Toriyama a que Dragon Ball fuese una constante cadena de combates inolvidables como el de Goku contra Piccolo en el ‘Torneo de Artes Marciales’.

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Nekro Zombie
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10
16 de julio de 2017
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Mad Men’ es puro cine aunque se emitiese por televisión. La cantidad de recursos cinematográficos empleados en su construcción y ejecución, que van desde metáforas visuales inteligentes y bien integradas a una planificación efectiva y milimétrica, seguro que pasan desapercibidos para el común de los mortales. Es la magia de la serie: los ‘analistas’ freudiano-marxistas que tanto abundan en esta web son capaces de encontrarle su jugo, sí, pero los que realmente saben de cine pueden alcanzar el mismísimo síndrome de Stendhal durante su visionado. Es tan inteligente y perfecta que el haberse emitido durante siete temporadas es un milagro. No exagero. Otra serie de características similares, aunque de temática distinta, como la magnífica ‘The Knick’ sólo ha conseguido durar dos.

Insisto: ‘Mad Men’ no es una serie ‘para todos los públicos’. Sexo, drogas y demás aparte, no lo es porque su ‘target’ no es el mayor número de espectadores posible. Prueba de ello es que su guión no está escrito utilizando los recursos y trucos típicos de las series que siguen una clara línea temporal y terminan cada episodio con un adictivo ‘continuará. Se hizo utilizando técnicas propias de novela. De ahí por ejemplo que las descripciones de los personajes y de su entorno, así como la sosegada y natural aparición de los problemas con sus respectivas soluciones, pongan de los nervios a más de uno.

Para que os hagáis una idea, mis amigos son incapaces de ver otra proeza casi divina como es ‘Los Soprano’ porque según ellos ‘no pasa nada’ y es ‘demasiado lenta’. Teniendo esto en cuenta no es difícil imaginar que con ‘Mad Men’ no llegarían ni al tercer episodio de la primera temporada. La opinión y reacción de mis amigos, consumidores audiovisuales estándar, es mayoritaria. Es uno de los motivos por cuales si me cruzase con los productores de ‘Mad Men’ sería incapaz de controlar una amistosa y cómplice palmadita en su espalda.

Una de las tonterías más comunes que he leído o escuchado por ahí acerca de esta serie es que no es buena porque se posiciona demasiado a la ‘derecha’. Parémonos aquí un momento. En primer lugar, la ideología no me parece una buena vara para medir la calidad de una obra. Por ejemplo, ‘Los Simpson’ es muy conservadora y aun así no me disgusta pese a que no comparto gran parte de sus mensajes. En segundo lugar, no me parece aplicable a ‘Mad Men’. Se critica el capitalismo salvaje de todas las maneras posibles e imaginables. De hecho, se presenta como un ente exento de cualquier humanidad. Una hambrienta criatura que te acaba devorando si te acercas lo suficiente como para sentir su fétido aliento.

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Nekro Zombie
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4
1 de diciembre de 2016
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí el cine de Clint Eastwood tiene tres características principales. La primera es que él es un facha de mucho cuidado, lo cual se nota muchísimo en su cine y es fuente de frecuentes dilemas internos entre ciertos progresistas. Aunque disfruten visionando algunas pelis de Clint, no pueden aceptar que piense las cosas que piense. Esto deriva en una surrealista colección de justificaciones y excusas que, supongo, son un material valiosísimo para psiquiatras y otros exploradores de la conducta humana. La segunda es que a la hora de filmar es muy clásico. En ocasiones es más clásico que los propios clásicos a los que emula. Es tan clásico que me lo imagino en los rodajes pintando a los actores de blanco y negro. En efecto, es tradicional hasta para eso. La tercera es que Clint sabe cuándo y dónde golpearnos cuando menos lo esperamos. Te descuidas y ¡zas! notas su puño en el estómago e ipso caes al suelo dolorido.

Pues bien, Sully es una peli de Clint Eastwood que cumple los dos primeros puntos comentados: el héroe americano hecho a sí mismo a través del esfuerzo, las fuerzas de seguridad presentadas como salvaguarda de la libertad y la integridad, las empresas como fuentes de mal infinito que intentan destruir el verdadero espíritu americano, bla, bla, bla. Está filmada de un modo para mí gusto excesivamente conservador, marca Eastwood en estado puro, que le confiere un cierto tono elegante que, psé, a muchos puede gustarle. Pero donde falla es precisamente en el tercer punto. Es más, ¡carece de él! Si algunas de las cintas de este hombre tienen algo por lo que son y serán recordadas es por su manera aplastante y brutal de relatar dramas humanos creíbles. Dramas que podemos sentir a la vuelta de la esquina, en nuestro propio barrio.

Pues bien, el principal defecto de 'Sully' es que no tiene drama.

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Nekro Zombie
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5
24 de septiembre de 2016
34 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como esta peli va sobre canciones y demás, permitidme un símil musical.

A quienes nos flipa el garaje psicodélico de los sesenta, hasta el punto de haber contribuido en algunos recopilatorios de temazos "ocultos" con el único fin de darlos a conocer a otros entusiastas del género como nosotros, hay un disco de 2016 que nos ha dejado noqueados. Me refiero al 'Nonagon Infinity' de 'King Gizzard & The Lizard Wizard'. Estos siete salvajes han sabido crear una montaña rusa de ensoñaciones fuzz y luces de colores parpadeantes que no sólo se aleja de otros grupos que imitan sin tapujos las melodías de la década mágica, sino que además alcanza sin problemas aquello que persigue toda banda seria: un sonido propio.

Sin embargo, a los típicos modernos que te van de que saben de los sesenta por haber escuchado cuatro discos típicos y tópicos de los Beatles y los Rolling Stones no les mola 'King Gizzard & The Lizard Wizard'. Prefieren cosas como 'Ty Segall' o 'Thee Oh Sees', que practican una cosa parecida, perfectamente enlatada y a la que se le ha arrebatado de todo contenido y esencia en pos de un bonito cascarón, para que las cuatro discográficas de turno hagan caja instantánea. Dentro de unos años posiblemente nadie se acordará de ellos. ¿Por qué? Porque a quienes de verdad nos mola el tema nos parecen unos aburridos y unos mediocres y no los vamos a reivindicar. Y a los modernos seguramente ya les habrá dado por la siguiente tontería que les quieran vender.

Pues bien, 'Sing Street' es básicamente eso, pero en filme: una parida ideada para los modernillos de ahora que parecen estar obsesionados con los años 80. Por favor, no confundáis. No soy un anti-ejercicios de nostalgia siempre y cuando se hagan bien. Pero es que 'Sing Street' gira en torno a la música de dicha época sin ningún tipo de sentido o rumbo. Igual te vende a 'Duran Duran' como el punto más álgido de aquellos años (cof cof) que el protagonista se deprime y se vuelve post-punk. Todo ello sin olvidar que tampoco le falta el puntillo de crítica social tan de moda últimamente. En serio, me imagino a los productores y guionistas buscando en Google cosas como "bandas años 80" o "problemas sociales años 80". No es más que otro envoltorio llamativo y agradable que no va más allá de querer sacar unos eurillos al colectivo de siempre.

Y sin embargo sus primeros 35 minutos me funcionan muy bien, motivo por el cual le he puesto un 5. Me gusta la escena que abre la película. También que suene mi canción favorita de Motörhead, 'Stay Clean', cuando se presenta el nuevo instituto. Mientras Lemmy canta "No puedo creer. No puedo obedecer. No puedo estar de acuerdo con todas las cosas que dicen" se nos presenta una "high school" que da mal rollo y en la que sabemos que el personaje principal va a ser el rarito y no lo va a pasar muy bien. El skinhead matón está perfecto. La reflexión sobre los videoclips del hermano mayor es celestial. Me hizo muchísima gracia toda la escena de presentación del chico negro y del friki de los instrumentos. Está genial el modo en que el prota le entra a la chica y cómo todos encaran el primer videoclip en el que apenas saben tocar. Etcétera.

Lo que pasa es que...

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Nekro Zombie
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