En efecto, todavía estáis a tiempo de evitar el insoportable desastre en el que habéis sumergido y emponzoñado uno de los universos fantásticos más potentes que ha parido un escritor, que no es otro que Tolkien.
¿Tan difícil es contratar a unos buenos guionistas y a un buen director capaces de ponerse a la altura de la obra original? ¿Por qué hay que supeditarlo todo a los efectos especiales y a una serie de ridículos personajillos manteniendo diálogos pretenciosos? Para empezar, no hay dios que entienda la metáfora supuestamente sabia del principio sobre la roca, la luz, el barco y la madre que nos parió a todos. Bueno, en realidad sí que se entiende, pero el significado es una chorrada como la copa de un pino. Una metáfora forzada carente de la economía narrativa necesaria en un buen guión.
Por otro lado, ¿Qué coño pintan los elfos aplaudiendo? Ellos, que son sobrios, inmortales, templados...¿De verdad hay que verlos convertidos en idiotas de risa y aplauso fáciles ante, dicho sea de paso, unas estúpidas palabras del rey elfo de turno? ¿Qué coño pintan en el universo de Tolkien los elfos de pelo corto y repeinaos como si fueran concursantes de Eurovisión o idiotas de Instagram? ¿Por qué han de tener pinta de niñatos, y no la presencia y la madurez de un Elrond o de un Celeborn de la trilogía de Peter Jackson? ¿A quién genera tensión esa escena patéticamente rodada con el monstruito de turno del principio?
Amazon, me duele en el alma que hayáis destrozado el sublime universo de Tolkien en la serie más cara de la historia. No basta con poner muchos colorines y ser inclusivos. No basta con que tratéis de forzarme a sentir cosas subrayando los supuestos momentos emotivos con música barata. No basta con sobornar a los críticos (incomprensible si no tanta crítica profesional favorable) para convertir la serie en algo bueno. Así que ojalá os pongan lo suficientemente a parir y perdáis la suficiente pasta (que es lo único que os importa) como para que rectifiquéis de cara a la segunda temporada, porque está claro que, viendo el principio de la primera, ésta ya no tiene remedio.

Así califico a Haneke: de artistilla. Esa clase de personas que se recrean en lo oscuro porque su alma es oscura, y lo oscuro siempre queda bien. Induce a los demás a una compasión existencial y, sobretodo, a una empatía en la oscuridad. Qué profunda es la gente oscura, ésa que no ha superado las dudas de la adolescencia.

Así es el tiempo del lobo: una película oscura. Ya su fotografía lo es. Pero lo que realmente es oscuro, y ya sin cinismo, es la totalidad de la cinta: personajes insípidos, diálogos vacíos, simbolismo absurdo (algo muy propio de los artistillas oscuros), recreación abusiva en los momentos dramáticos, un principio propio de quienes no saben llamar la atención de otra manera porque no tienen más recursos, y un final pretencioso y carente de sentido.

Y lo peor, es aburrida a más no poder.

Haneke, deja el cine y reclúyete en tu tormentoso túnel.

Las acrobacias de Brando barrilete no dan menos pena que el resto de la película, con buen arranque, pero con desarrollo lento y disperso. Y las caras de tipo duro de un Marlon en realidad inexpresivo, hacen que no se sienta la más mínima empatía por el protagonista.

Como director, quiso a lucir al actor que cree llevar dentro, pero Marlon es mal actor, y sólo parece bueno cuando hay un buen director detrás que lo ponga en su sitio.

Marlon, tienes presencia, pero no sabes interpretar, merluzo.

En efecto, he aquí una de esas películas técnicamente impecables, con un guión también impecablemente construído, pero que, como tantas otras películas, reciben el aplauso de todos porque los tontitos desfavorecidos enternecen, como sucedió con el Óscar al tontito Forrest Gump. La protagonista interpreta de maravilla su papel de tontita fiel. Quinn, por su lado, también lo hace muy bien. Pero ¿qué pasa con el fondo de la película?¿qué pasa con la intención del que parió la historia al pretender hacernos sentir penita por la enanita de ojitos grandes y puros? mal va el mundo cuando se apoya al débil. Gesalmina (o como se escriba tu maldito nombre), púdrete en tu estupidez, púdrete en tu incapacidad para ser libre, pero no hagas sentir culpable al fuerte con tu dependencia. Chupa barro y digiere lo que puedas, que el conde es duque si el rey lo prefiere.