Creo que el peso de mi valoración va a radicar más en la zona de spoilers. No sé ni cómo acercarme a esta crítica, ya que siento que mis nulos conocimientos de conceptos fílmicos pueden realmente lastrarla (para mí, un plano o está bien elegido o no lo está, se llamen estos como se llamen). Aun así, haré mi mejor intento.

El Último Duelo es una película fría y distante. De lo bueno no voy a decir nada que no se haya dicho ya: la ambientación me parece muy buena, las escenas de batalla están bien rodadas (¡qué menos!) los actores están sobresalientes (Matt Damon dándolo todo es mucho Matt Damon) y, en efecto, ese duelo es una maravilla cinematográfica: cada plano está bien dispuesto, se siente la tensión en el ambiente, ¡es un gran final!

Pero, al final, el plato que te hacía mamá sabía mejor que el que te servían en el colegio no porque su materia prima fuese necesariamente mejor, sino porque te lo hacía con amor, sentías esa calidez y ese cariño con el que se había preparado: sentías apego por la elaboración. Luego el plato estaba mejor o peor hecho, pero para ti era un plato especial. Y ahí falla El Último Duelo: es brillante en apartados técnicos... pero me deja muy indiferente. Sé que estoy viendo una buena película... pero tras las 2 horas y media, estoy igual que estaba.

El problema es que no genera en mí reacción ninguna, algo criminal visto que la idea de la película DEBERÍA SER que el espectador eligiese cuál de las verdades se cree. Pero la ejecución de esta discusión es pésima: hay una falta de sutileza en los diálogos impropia de una película de este estilo, algunas escenas no aportan absolutamente nada, y el discurso final es sumamente blando. Y ahí es donde os mando a la zona spoiler.

En fin, que la película está bien hecha, muy bien rodada y realmente se deja ver (son 2 horas y media pero no se hacen para nada largas), pero no cumple más allá de eso: en pos de un discurso vacuo, El Último Duelo no establece una relación con el espectador, y dudo que un segundo visionado le siente excesivamente bien.

Pobre de mí, que veo películas con la mera intención de pasar un buen rato y no buscando elementos profundos que calen en el alma del espectador. Mean Girls es un producto que no engaña a nadie: va a ser una película llena de estereotipos en la que el objetivo principal es sacar una sonrisa a quien quiera que la esté viendo.

La pregunta es, ¿cómo es que esta película ha trascendido? ¿Qué tiene Mean Girls que la convierte en una de las películas de culto más reconocidas de lo que llevamos de siglo? Tal y como lo veo yo, lo que la hace única es que, por mucho que no sea ambiciosa en su objetivo ni en su manera de abordar sus temas, tampoco es para nada conformista. Hay una escena hacia el principio de la película que tiene como función presentarte a los personajes, principales y secundarios, bombardeándote con los estereotipos que los definen. Sin embargo, según va avanzando la película estos personajes dejan de ser seres predefinidos, y logran ser lo suficientemente carismáticos como para que nos interesemos en su evolución. No hay una «chica mala» que sea mala porque sí: la protagonista evoluciona en una dirección, la antagonista hace lo propio, y así pasa con todos los personajes que lideran el reparto.

Por supuesto, esto no deja de ser una película de hora y media echa por y para el entretenimiento. Los clichés son la base en la que se asientan todos los personajes, pero están tan bien explotados por medio del —buen— humor del que hace gala la película, y están tan bien adheridos al carisma propio del personaje, que uno puede tranquilamente ignorar lo básico de su concepción para centrarse en lo maravilloso de su corto pero intenso desarrollo.

Gran parte de culpa la tienen los intérpretes. Mención aparte haré a algunas actrices en específico: Rachel McAdams lo borda (es perfecta su actuación, las cosas como son), Amanda Seyfried está de 10, de 11 y de 12, y mi queridísima Lizzy Caplan es tan natural que asusta. De todas formas, ayuda mucho a la progresión humorística de la película que todos los actores, del primero al último, estén como mínimo de notable. El guion, inundado de estos, se beneficia de esa calidad a la hora de elegir los tiempos para hablar, y los puntos en los que detenerse; algo que se nota especialmente en ese cuarteto protagonista.

En definitiva, Mean Girls es una película de culto por derecho propio. Está compuesta de estereotipos, sí, pero es tan jocosa la manera en la que los utilizan, y tan verdadera en sus intenciones de principio a fin; que es imposible juzgarla: Mean Girls es lo que es. A quien no le guste, que no mire. A quien le apetezca probar, aquí tenemos una de las mayores joyas del género de las últimas décadas.

No me cansaré de decir que el pelotazo que pegó Disney con Frozen es la cosa más inexplicable que ha ocurrido en la industria jamás. ¿Qué tendrá esta película que ha fascinado tanto a los niños? ¿Es lo bonita que es la nieve? ¿Es Olaf? ¿Let it Go, quizá?

Frozen era un producto mundano, del montón interminable de películas que ves una vez y que no te apetece volver a ver. Tal éxito que tuvo hizo que Disney se sacase una secuela de donde no había nada que sacar. En fin, el resultado es malo de narices.

Quién me iba a decir que iba a añorar Frozen, pero es que esos eran buenos tiempos. Esta secuela, de principio a fin, es una amalgama de casualidades y conveniencias que guían un perezoso guion protagonizado por una reina que se obsesiona con no hacer absolutamente nada bien (y ya van 2 películas siendo una inconsciente), una princesa que de alguna manera siempre acaba siendo la heroína por más que sea la más cabezona, insoportable y estúpida de todas las princesas Disney (la competencia incluye a La Bella Durmiente, con eso lo digo todo...), el novio de la princesa y su reno —que son lo peor de la película, y ya tiene tela—, y el dichoso muñeco de nieve que nunca me ha hecho gracia.

Pero yo lo entiendo: el mensaje es simple, sin ningún tipo de ambición, vale. ¡Es para niños! El problema es que les podríamos estar enseñando la misma lección, de una manera mucho mejor. Con personajes algo más cuidados y pulidos y no tan faltos de carisma, con reinas que no demuestren por activa y por pasiva lo descerebradas que pueden llegar a ser.

Por último, y esto puede ser culpa de que la he visto doblada al castellano, las canciones son malas. Muy malas. Into the Unknown tiene su gracia, es mucho peor y mucho menos icónica que Let it Go, pero está bien. Pero del resto... ufffff es que está todo mal, suena a musical barato. Y yo entiendo que eso a un niño no le importa, hay que venderle música alegre y sencilla de escuchar, no hace falta contratar a Vivaldi para componer la banda sonora. ¿Pero de dónde sale tanto elogio? Es que hay un punto en el que ya no sé ni cómo reaccionar a algunas canciones, si riéndome de lo ridículo que queda todo, o llorando de lo mal hechas que están.

A mí esta película me parece ridícula, la verdad. Y el hecho de que no esté esta página llena de suspensos es aún peor. Frozen era mediocre, pero Frozen 2 es tan aburrida, simple e infantil, que o bien eres un niño, o bien desearás volver a serlo. Solo entonces disfrutarás de esta Granja de Pin y Pon.