, a quien vemos, por cierto, en pantalones casi vaqueros en alguna ocasión, una versión en la que él mismo quien decide quién va a vivir o no, ya que interpreta que es el elegido de Dios para acabar con la raza humana, que está tan sólo en el arca con el fin de salvar a los animales, que se pasan anestesiados todo el diluvio. En buena parte de la película, parece que el único pecado del ser humano haya sido maltratar la creación aunque en otras escenas la maldad abunda en derredor. La figura de Matusalén es ya el colmo, quien se convierte en abuelo centenario que vive de modo anacoreta en la montaña, repartiendo de su magia a diestra y siniestra. Por supuesto, a los amantes del texto bíblico, que se preparen para enterrarlo y tragarse la mitología de Aronofsky en la que no faltarán los “vigilantes”, que en los efectos especiales son una copia de los ents del Señor de los Anillos, eso sí, en versión petrificada. Sí impresiona alguno de los efectos especiales, especialmente el momento del diluvio.

En mi opinión se queda corto el tema de la promoción libresca. Uno esperaría más desarrollo del efecto de la literatura en el pueblo, cuyos habitantes son muy poco proclives a leer. Sí se ve en la pequeña Christine y en el personaje que encarna Bill Nighy, quien volaba en la guerra y ahora vuela sin salir de casa, porque no deja de leer. No obstante, hay momentos en la película en los que parece que lo que principal es una lucha de poder, ya que nuestra protagonista tiene la osadía de contrariar a los caciques que tienen su propio plan alternativo a la instalación de la librería. Como se nos dice en una ocasión: “las personas se dividen en exterminadores y exterminados” Fotografía interesante, detallista, en la que uno casi puede sentir el viento de la campiña en la cara. El personaje de la protagonista me parece, en ocasiones, algo inconsistente, ya que conjuga el coraje con una ingenuidad que a veces no son del todo creíbles. Eché de menos más diálogo y se me hace pesado tanto primer plano. Pero por supuesto que queda el amor a los libros, esos compañeros portavoces de sus autores, quienes nos hablan a través de sus páginas.