La escena en que el protagonista (Kirk Douglas) espeta a su mujer (Eleanor Parker) cómo quisiera meter su cerebro ensuciado bajo un chorro de agua, es de lo más fuerte que se puede ver en un filme. Algunos "puritanos" de lo que hoy día es políticamente correcto se escandalizan del final "religioso" de la película. La sentencia final que el protagonista hace para sí mismo, ante la inminencia de su muerte, va acorde a la inmisericordia que él mismo ha mostrado hacia los demás durante toda la película; él mismo se condena. En definitiva, una pequeña obra maestra muy recomendable.