Son numerosos los ensayos que se han hecho en Filosofía sobre nuestra relación con el tiempo. La interpretación de lo sido, como toda experiencia anterior, y el porvenir, como horizonte abierto de posibilidades, establece una estructura fundamental de nuestra forma de ser. Shyamalan, que trata el tema principal de su obra con la profundidad de un charco, no consigue abordar de una manera satisfactoria la angustia que, supuestamente, los personajes deberían sufrir en aquella isla. Y es que, aun si obviamos la absurdez y desvarío de la mayoría de sus diálogos, la cinta sigue siendo insostenible; la dirección, si bien es capaz de resaltar en algún momento, resulta insuficiente a la hora de salvaguardar todo lo demás.

¿Por qué es para mí un uno? Porque esta película ha logrado molestarme casi de manera personal. Shyamalan ya ha demostrado que sabe hacer buenas películas, El sexto sentido, El protegido o incluso La visita; pero aquí, con una premisa tan potente como es el paso acelerado del tiempo, sucumbe en una pretenciosidad desesperante.
Sobre la genialidad del supuesto dilema moral que he escuchado en alguna crítica sigo en spoiler: