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España España · Valencia
Críticas de Anita Atina
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Críticas 10
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
7 de febrero de 2022
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Luis Vuitton nos da la bienvenida a este largometraje surcoreano. Mientras esta elegante bolsa de célebre estampado avanza al ritmo de unos acelerados pasos, ya entonces todos sabemos que la misma va a causar muuuuuuchos problemas…. ¿o no? El futuro es incierto, pero lo que sí sé es que quiero que continúe.
Presentada por capítulos y con unos cromáticos azulados y oscuros, un incipiente Kim Yonghoon nos quiere deleitar con este thriller sorprendente y veloz, encuadrado en una pretendida (y quizá real) atmósfera más bien lúgubre y de todo punto deprimentona.

Ya desde el inicio de cada una de las historias entrelazadas, se nos presentan unos personajes del prototipo y también metafórico animalmente hablando “Parásitos”. Personajes que parecen no haber elegido la vida y el mundo al que pertenecen, pobres desdichados que apenas te han encuadrado su modus vivendi, ya intuyes que constituye el escenario magistral que justificará casi cualquier tipo de decisión.
Resulta pues evidente este nexo común entre todos ellos, ingenuos, miserables, necesitados, ninguneados y con poca suerte, trabajos monótonos e infames y un correspondiente personaje secundario más miserable si cabe que amenaza la vida de cada uno de ellos. Y así, un marido, hijo y padre frustrado recién echado de su trabajo por un jefe déspota, una joven camarera y escort maltratada por un marido déspota, y un oficial amenazado por un prestamista déspota, van alcanzando situaciones límite que darán lugar al pistoletazo de salida de una concatenación de decisiones drásticas y precipitadas que irán consiguientemente originando una serie de catastróficas desdichas en las que finalmente parece que la muerte es la única solución. Lo que está claro es que saltando de decisión en decisión (al margen de su calificación como buena, mala o sencillamente necesaria), al final puedes llegar a perder no solo lo que tienes, sino aquello que podrías haber tenido. Y eso los humanos, a veces no lo superamos.

Venga, y ahora hagamos la correspondiente balanza:
PROS
- Me gusta la ironía presentada de forma sutil a lo largo de la película: un aparente malote / una abuela demente / una joven buenecita e ingenua/ un flagrante tesoro… que resultan no serlo tanto. Ya lo decía Caperucita Roja: las apariencias engañan. Y contradictoriamente ese nada sutil tonito poco fiable del inspector, ciertamente incierto. Me gusta porque no nos intentan engañar a este respecto, ya que no es pretencioso. Es simplemente una evidencia inocultable con la que nos han hecho cómplices a los espectadores.
- Me satisfacen los temas que plantea en el espectador: apariencias, decisiones, suerte, destino, fatalidad, vicio, miseria, venganza, casualidad o causalidad, perder o ganar, malos o buenos, conciencia, el fin justifica los medios….
- Genuinidad en las acciones cotidianas: me hace gracia vislumbrar en ese ambiente rápido, mugriento y callejero, cómo se hace hincapié- escenas largas + primeros planos + rostros grasientos mediante- en la comida y la forma de comer.
- Tensión in crescendo: van apareciendo personajes en la trama cuyo propósito en la misma desconoces. Esas situaciones con escenas inacabadas consiguen que necesites seguir avanzando.

CONTRAS
- Creo que en algún punto se alarga demasiado la trama. Me pasa como cuando leí mi primer Ken Follet, que pensé al todavía quedarme aproximadamente 100 páginas: pues aquí podría haber terminado perfectamente.
- Y por las mismas, también me sobra alguna escena inconexa, que juega con la expectación del espectador pero no aporta gran cosa al hilo argumental.
- Lo reconozco y no puedo evitar reírme, ya que seguramente este problema sea mío, pero disculpe usted si le confieso que los semblantes y fisonomías de estos actores me cuesta diferenciarlos, o lo que es lo mismo: confundo a los personajes. Me congratula saber que la dificultad, es mutua.
- Ligero toque gore, no me apetece.

FRASES
- “El primero cuesta, el segundo no es tan difícil …” - Creo que ésta es la frase por antonomasia de la película.
- “Si no fuera por Lucky Strike estaría muerto” – Oh porca miseria! ¿Destino o desdichada suerte la suya?
- “¿Me vas a pagar tú?” – o lo que es lo mismo, ¿te crees que lo hago por gusto?
- “Eres muy feo” – Es lo que hay, simple y llanamente.
- “Joder la bolsa!!” – esta frase me sobra por redundante. Kim, no hace falta que me reveles lo tan evidente que todos sabemos.

Simplemente por curiosidad, en algún momento, a mí personalmente me ha recordado a El Padrino …Ese Leitmotiv musical con mandolina cuando hay conversaciones de tenor mafioso, esa acción paralela de escenas alternas y simultáneas con un televisor aparentemente aleatorio sonando y que coincide con lo que realmente está pasando...

En fin, y ya para cerrar el ciclo o cadena trófica, ¿quién es entonces la víbora? Todos queremos pensar que de tal acepción solamente son acreedores los manifiestamente malos malísimos, aquellos que no han mostrado motivo alguno de conmiseración. Pero, permítanme que insista, ¿acaso el fin justifica los medios? Robaste, mataste, te vengaste... En efecto, solamente eres una más.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anita Atina
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7
1 de febrero de 2022
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rebobinando nos dimos cuenta de que cada uno tiene una versión de los hechos, cada persona vive una realidad diferente ante unos mismos acontecimientos, una subjetividad, vamos. Y en estos entresijos desde el marco de la objetividad, al final, ni los buenos son tan buenos ni los malos, tan malos.

En esta película ambientada en la Francia de 1386, los espectadores ahora jueces, gozamos del privilegio de darle a ese botón de REWIND y así, valorar las tres versiones de cada protagonista en diferido (desgraciadamente no es esto lo que ocurre en la vida real). Con titulares que nos recuerdan a una habitación con vistas, y en pocas palabras:

- «La verdad según Jean de Carrouges»
Jean - Matt Damon- , caballero y hombre tosco y justiciero, vive su trocito de realidad como una completa traición que se sucede escalonadamente y culmina en la terrible violación de su mujer, hecho por el que luchará a muerte hasta el final.

- «La verdad según Jacques Le Gris»
Jacques - Adam Driver- , escudero y hombre culto y libidinoso, sin embargo ve en su amigo un hombre terco al que, en más de una ocasión, intentará apoyar en la sombra de su conocimiento. Aun sabedor de su debilidad ante las mujeres, interpretará el temor de Marguerite como un juego tácito.

- «La verdad según Marguerite de Carrouges…. «La verdad»
Marguerite, una mujer pragmática y obediente, que nos muestra con tino que tanto Jean como Jacques tienen cierta distorsión de la realidad, y que quizá sus intenciones fueron unas, pero los hechos fueron otros, y finalmente las consecuencias devastadoras.

Me atrevería a decir que la película nos presenta dos tramas: la del conflicto entre los dos hombres, y la del deleznable abuso de una mujer. También me atrevería a decir que si bien la primera trama deja a merced del espectador el veredicto, en la segunda queda manifiesto, y de ahí el título de la película: LA VERDAD.

Gracias Ridley. Pero ahora hagamos una balanza:

PROS:
- Repetición por triplicado de las tres versiones: manera muy curiosa de exponer y dilucidar sobre la verdad.
- Buenas actuaciones de los protagonistas.

CONTRAS:
- Repetitiva rozando el exceso. Puffffffffffffffff….. Aceptamos que siempre hay un trocito de verdad que se repite en cada versión, pero Ridley por favor, resume un poco que en ocasiones me he visto doblando yo misma los diálogos.
- Me falta más enjundia. La película tiene un buen planteamiento pero ... le faltan más escenas clave que hagan reflexionar al espectador y en ocasiones el diálogo es un poco pobre. Quiero recordar a una Harriet Walter en una escena más bien parca en diálogo, en la cual afirma en un tono pesaroso "solo importa el poder de los hombres".... No sé, demasiado evidente y metido con calzador. Podría haberse cambiado por un: "deberías simplemente amoldarte a tu época, querida". Es una crítica feminista más sutil, más mordaz, más triste, más dramática.

Estoy entre un 6 y un 7, pero no hay decimales y estoy de buen humor. Eso sí, película para no repetir.

Por favor, mención especial al peluco pollito de Ben Affleck, conde Pierre d'Alençon.

¿Pero quién tiene razón cuando dos personas pelean y se sienten heridas? Llegar a conocer la esencia, lo objetivo, es meridianamente complicado y es que los seres humanos son grandes esferas de realidad, con un pasado, un presente y un futuro que, imprimen en su cerebro y corazón su manera de visualizar éste nuestro mundo. Está claro que en la guerra, todos pierden. Sin embargo no dejemos de lado que, siempre hay hechos objetivos, independientemente de lo que se piense o sienta al respecto.

Señoras y señores, lo que nos queda clarinete es que un duelo no es la solución a ningún problema. Hablar más, escuchar más, entender más, ceder más, amar más … quizá si lo sean.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anita Atina
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8
13 de octubre de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues… voy a intentar descifrar someramente esta ensoñación peliculera que me embarga merced a James Ivory.

- Nos habían prometido una habitación con vistas” – afirma indignada una y otra vez McGonagall, ups perdón!, Charlotte Bartlett (Maggie Smith), prima y algo así como dama de compañía de Lucy (Helena Bonham Carter, cuya joven e inocente belleza me ha cautivado), cuando llegan a la pensión que les dará cobijo en Florencia para una somera y turística estancia.

Los días transcurren, mientras diferentes y pintorescos personajes van formando parte de su periplo florentino. Y así, ya desde el inicio puede apreciarse la necesidad imperiosa por criticar –menos que más- sutilmente, las rígidas costumbres de una clase aristocrática -más bien inconmovibles- en pugna con el dichoso albor de nuevas corrientes “romántico-libertinas” de pensamiento para aquella época. Me deleito escuchando frases en los diálogos del tenor “Dejarse llevar por la ciudad”, “Vivir la ciudad sin guías”, o analizando la espontaneidad de los Emmerson o los descarados besos italianos, curioso, cuando menos.

En esta atmósfera vaporosa, etérea, delicada, nos vamos enamorando de lo prohibido, lo genuino, lo espontáneo hasta el descaro, de nombre George (Julian Sands), un chico con ilimitadas ganas de fluir en el vivir (espíritu libre que viene representado entre otros, con sus continuos movimientos bajo la lluvia). Entonces, ahogados en el debate entre el ser y el deber ser, clamamos a la vida interpretando a Beethoven (“Creo que la culpa es de Beethoven”, alguien afirma) y nos resignamos a la segunda de las opciones, pero sin abandonar nuestra esencia. Es por eso que el Reverendo Beebe (Simon Callow) no acabe de comprenderlo… o quizá no quiera: “¿no le parece interesante que toque a Beethoven con esa pasión y tenga una vida tan monótona?”.

Elipsis en la cual nos hemos decantado por Cecyl (Daniel Day-Lewis), la aversión hacia lo divertido y espontáneo, la excesiva definición de sí mismo, sin extralimitarse o salirse del rol que cree debe interpretar o ser, la sensibilidad afectada, gustos pretendidamente exquisitos y cultos, un chico tan inadaptado que sus quevedos le impiden ver más allá de sus narices. Y en voz alta se lo hacemos saber: “Cuando pienso en ti siempre es entre cuatro paredes”, e incluso se lo imploramos “Quiero ser yo misma, permíteme que lo sea".

Sin embargo, ¿es casualidad o causalidad? “Es el destino pero lo llamaré Italia, si eso le complace”, nos responde George. Padre e hijo se han asentado en la casa de campo contigua. Se avecinan besos robados, baños en el río, partidas de tenis, llegadas y huidas, una novela que describe nuestro romance, verdad y mentira… Y entonces todo vuelve a empezar cerrándose el circuito de una manera impecable: también a ellas les habían prometido una habitación con vistas.

La película es delicada, pasional, divertida, sin exageraciones, con un toque Jane Austen moderno. Es culta pero sabe hacer ironía en punto justo para no excederse en prosopopeyas que sabe no estarían en consonancia o coherencia con sus personajes, trama y objeto. Las formas ingeniosas también dotan al filme de un gran virtuosismo: me fascinan los cortes a modo storyboard o portadas de capítulos de un libro, con subtítulos recitados por la voz en off de hombre y titulitos absurdos y anecdóticos, meramente descriptivos, sin ínfulas. O por ejemplo la escenografía relacionada con el personaje de Cecyl me fascina, parece extraído de un cuento, como algo mágico extrañamente depositado en la escena por resultar ajeno, una caricatura en sí mismo.

Le pongo un 8’5 porque la película no es perfecta, pero se deja ver y disfrutar más de una vez. (Servidora ya lo ha hecho). Pero es vuestro turno amig@s. Os dejo a vosotros mismos que saboreéis el desenlace de vuestros sentimientos, razón y corazón. Y como le dice el señor Emmerson a su hijo: “ama, y haz lo que quieras”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anita Atina
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8
12 de septiembre de 2019
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¡Zas! Una voz de locutora femenina, tenaz, resuelta, convincente, enérgica… Imágenes que se sincronizan también rápidas, intrépidas, vertiginosas, contundentes…. Abundante información, pero toda está siendo meticulosamente digerida por mi cerebro. (Quedéme boquiabierta señores.) Es ella, nos lo cuenta la propia Molly Bloom (Jessica Chastain, tan convincente en su papel como la voz que suena), una esquiadora de talla mundial que acabó siendo también galardonada con el sobrenombre de “Princesa del póker”.

Aaron Sorkin debuta como director, y se luce (una vez más) como guionista en esta adaptación de la novela homónima, a través del narrador omnisciente en primera persona, que nos relata una (¿edulcorada?) historia real. La ultraexigente Molly (“no tengo héroes, porque si alcanzo la meta que me he marcado, la persona en que me convertiré será mi heroína”), hija del asimismo ultraexigente psiquiatra (“si miras al suelo acabarás ahí”), frente al cual desde su incipiente adolescencia empieza a desarrollar una aversión exponencial así como hacia el mundo en general, sufre una caída física en mitad de una competición de esquí y psíquica en el clímax de su vida. Sumida en un profundo abatimiento, logra recomponerse retomando su vida profesional como vulgar asistenta de un déspota y caótico jefe (el irlandés Chris O'Dowd). Pero un día inesperado todo empieza y así se corona el planteamiento: Molly debe organizar la próxima partida de póker.

De manera casi autodidacta, de ser la simple organizadora y camarera de las partidas, Molly se convierte en pieza sine qua non del imperio pokermaníaco que ha creado. Con una imagen seductora, una moral laxa, una conciencia tranquila, una mente fría, una legalidad cuestionable, una ambición desmedida, una actitud insaciable, unas vitaminas narcóticas y un método escrupuloso, Molly organiza desaforadamente timbas de póker clandestinas que llenan sus bolsillos, a través de heterogéneos jugadores que invierten sin pudor en el juego. (Sonreí al ver aparecer al Jugador X, mi querido mancebo Michael Cera, de Juno).

Ah, pero amiga Molly… ¿Creías que iba a perdurar in saecula saeculorum? Pues me retrotraigo al preludio del filme: no, has sido detenida por dirigir una red de juego ilegal. De este modo, Molly vuelve a caer para en efecto, volver a levantarse.

A lo Morgan Freeman, Charlie (Idris Elba) sale al encuentro, el único abogado que se ha ganado la confianza de Molly, y ambos se eligen por su integridad. Y es que no eran “bollos de pobres”, y tampoco al ósculo se embolsó su treinta piezas de plata porque revelar los nombres de los jugadores suponía demoler vidas de personas con nombres y apellidos.

Vamos a ver, yo no he leído el libro (y de momento no está en mi lista de objetivos), no sé si la Molly de verdad es buena o mala, desconozco el porcentaje de veracidad en la adaptación a las susodichas memorias (para empezar, habría que dilucidar si el propio libro se adapta a la verdad… y entonces nos enzarzaríamos en el infinito debate sobre objetividad y subjetividad), y ni siquiera sé si podría o debería juzgarla en su pretendida intachable actitud. Lo que sí sé es que son otros menesteres, y que a mí Sorkin me ha convencido o me he dejado convencer, me ha hecho querer que sea cierto, me ha hecho meditar, me ha hecho disfrutar.

No sé qué fue exactamente. Quizá el hecho de tropezar con ella sin haberlo planeado. Quizá su forma: ese ritmo trepidante, la información que parece excesiva, pero tan bien compenetrada con las imágenes que se materializan en un conjunto casi armónico, dentro del éxtasis y furor de la trama. Diálogos intensos, ingeniosos, inteligentes, giros locuaces, casi impecable. O tal vez sea su contenido: caer y levantarse, integridad en la corrupción, que todo el mundo tiene un pasado que puede cambiar con decisiones que se toman casi constantemente, en el juego (el póker no es un juego de azar), y en la vida. Que todo, o casi todo, tiene un por qué, y que siempre, o casi siempre, nos llega la terapia, ya sea en tres minutos, ya sea en tres años bisiestos.

Sea como fuere: la volvería y en efecto, la he vuelto a ver.

*En Spoiler, el momento álgido entre Chastain y Kevin Costner (el padre de la criatura, by the way).
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Anita Atina
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3
9 de septiembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Esto ya lo he visto”: este mismo pensamiento es el que regresa reiterada y recelosamente a mi cabeza siempre que empiezo a ver una película de Pedro Almodóvar. Emprendemos el largometraje con ese manidérrimo escenario de una España castiza, antediluviana y posguérrica (es entonces cuando re-chequeo en Google la edad del director y guionista manchego… ok: 69 años) en el cual, unas mujeres lavan la ropa en el río mientras canturrean una canción “A tu vera” (otrora interpretada por la gran folclórica Lola Flores, y entonada en esta ocasión por Rosalía). Coqueteando con este manierismo, otra vez Penélope Cruz ha perpetrado su aparición estelar, en esta escena que representa una fase pretérita del periplo existencial de Salvador Mallo, hijo de aquélla, nuestro protagonista.

Elipsis que nos sitúa en el presente, o al menos, un vasto lapso de tiempo posterior. Es entonces cuando paradójicamente mi mente se teletransporta a mi infancia, con la melopea de Dumbo. Y es que una serie de imágenes gráficas y anatómicas sobre fondo negro al ritmo de esa voz omnisciente en primera persona, comienzan a esbozar los menoscabos físicos de Salvador- fortuitos y consecuencia de la senectud- que a mi parecer, con un no pretendido toque hipocondríaco, rozan el victimismo, y no sé si debo sentir lástima. Todos ellos se personifican cómo no en Salvador, hoy por hoy Antonio Banderas (muy convincente en su papel, he de señalar).

Entre flashbacks y flashforwards, vamos conociendo a Salvador, quien en la postrera fase de su travesía existencial y ya de vuelta y media de la vida, sobrevive a las temidas y permanentes enfermedad y soledad, esas que justifican que de vez en cuando, necesite olvidar a través de unos buenos “chinos” (droga dura, vamos). En este estado de escepticismo vitalicio, la creatividad y expresionismo desbordantes afloran para quedarse infructuosos en su ordenador personal, a pesar de los esfuerzos de su ex-compañero y actor Alberto (Asier Etxeandia) por darles vida. En fin, todo ello, con un matiz “woodyalleniesco” de no buscada excelsitud de su persona. Regresan los fantasmas del pasado: incomprensión por parte de una madre cuando menos presente (a la cual Salvador interpela en un fugaz intento de retratar su relación maternofilial: ¿Te he fallado simplemente por ser como soy?), inatención por parte de un padre ausente, educación escolar católica y férrea, ligeros y sutiles desvelos de su atracción al mismo sexo, amor perdido… En fin, un poco de aquí, y un poco de allá.

Y yo me cuestiono, ¿exactamente qué nos querías contar Pedro?, ¿Cuál era el hilo conductor? … Quizá solo era eso: unas simples e inconexas pinceladas de tu vida, sin otra pretensión que la de recrearte sutilmente en un pasado que se fue y te justifica, un presente que inexorablemente prosigue y te caracteriza, y un futuro incierto que no alberga más que el simple devenir de la vida. Como dijera Ortega y Gasset : “Yo soy yo y mis circunstancias”.

SIN MÁS. (en negrita)

(Me marcho completamente neutrex del cine. Menos mal que la sala era de reestreno y no he malgastado mis titos, pero tranquilos, tampoco me esperaba nada mejor).
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Anita Atina
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