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Críticas de Letras Negras Ruido Blanco
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
9
12 de mayo de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una docena de personajes, cada uno con una personalidad propia, reflejada en sus acciones y palabras, representando los claroscuros de cualquier sociedad humana. Porque no son doce hombres puros, objetivos, perfectos, que con total imparcialidad, incluso clarividencia, puedan juzgar los hechos y adivinar las culpas como si fueran dioses. No, son seres de carne y hueso, tan imperfectos como el que están a punto de enviar a la muerte.

Habrá un choque moral, un remolino de ingenuidades, prejuicios, miedos y pasiones. A todos ellos intentará convencer el número 8, personaje interpretado por Henry Fonda, símbolo de la racionalidad templada frente a un conjunto tumultuoso de "calamidades" que están seguras de lo que piensan simplemente porque no se han hecho suficientes preguntas.

La ira volcánica de número 3... número 9, ese adorable anciano de mirada aún curiosa y llena de luz; el no saber estar en el mundo del N7... todos ellos merecen de sobra la visión (y revisión) de este clásico de Hollywood, que no ganó un Oscar estando nominado a tres "y mereciendo cuatro".

En el fondo, una reflexión sobre la cadena perpetua y si estamos preparados para actuar en democracia, para elegir y tomar importantes decisiones nosotros mismos; o simplemente nos queman en el bolsillo las entradas de un partido de fútbol, y miramos mal a quien, en realidad, nunca le hemos dado una oportunidad.

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Letras Negras Ruido Blanco
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7
12 de mayo de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
1- El título

Hay películas que decepcionan, otras que no. Ésta es una declaración de intenciones desde su eslogan "tu legado es más que tu nombre"; referido al protagonista de la cinta, un ilegítimo hijo de Apolo que intenta triunfar por méritos propios y no por ser hijo de nadie, en un mundo donde el último video de Kiko Rivera va a millón de visitas por semana. Qué pasa, hay que dar algo de contexto, ¿no?

2- La idea que se transmite del deporte, como un mundo muy duro donde no todo sale a pedir de boca

Es de agradecer que en esta saga no se regalen victorias así como así, porque algunos directores viven en el mundo de Yupi y alguien se acabará creyendo que todo es diversión y salas de trofeos: mucha gente muere sin haber conseguido uno en su vida, ni en las fiestas de su pueblo. Esforzarte hasta tu límite no significa que vayas a ganar. La vida es dura.

Pero ciertas derrotas, por su valentía y el arrojo que las hace posibles, también suponen un triunfo ya sólo por intentarlo, cosa que Stallone y los suyos entienden bien. Otro punto. Los típicos periodistas de pacotilla que aparecen en nuestros medios deportivos quejándose porque los atletas españoles no trajeron medallas, que se vayan a llorar a su casa.

Los únicos perdedores son ellos, que sólo hablan de ciertos deportes cuando alguien se dopa, tiene un accidente mortal o cuelga algo muy polémico en su Twitter, si tal algún récord sobrehumano. Ahora todo el mundo critica a Marta Domínguez, pero la verdad es que antes del escándalo de la Operación Galgo cuatro gatos fuera del atletismo la conocían, si acaso por su carrera política. Hizo 9.47.03 en la prueba de 3.000 metros lisos con 16 años, 9.01.79 con 20. A esa edad, no creo que se estuviera dopando, ¿dónde estaba entonces Marca? Haciendo la milésima estadística de goles de Raúl (con todo mi respeto a este gran futbolista). ¿Y Deportes Cuatro, cuyo nombre es de chiste, porque no salen ni cuatro deportes? No existía, pero en caso de hacerlo, sus reporteros estarían ocupados grabando a futbolistas firmar autógrafos desde sus coches al salir de entrenar.

3- Tener contento a Creed, no vaya a ser que dé un paseo por tu barrio...

Porque si Apolo murió recibiendo golpes, Creed nace repartiéndolos. Es buen chaval, sólo que si te metes con su madre te destroza la cara, aunque peses tres veces más que él.

4. La pareja del protagonista aporta cosas a la película (y no es un adorno superficial metido con calzador para hacer dos o tres escenas de amor)

Bianca, es una cantante que se parece a Rihanna, pero suena como Radiohead, Massive Attack o Portishead. Escuchad Dummy. Sí, hoy estamos tontitos con las digresiones... ¿Definir digresión es una digresión también? Por si alguien no lo sabe, se refiere a cuando te apartas de un asunto principal que estás tratando para hablar de algo relacionado con él, pero apartado del hilo narrativo. Gracias, Word Reference.

5- Es una carta de amor/odio al boxeo

Como buena película deportiva, muestra a la vez lo mejor y peor de su deporte. Aquí aparecen grandes compañeros, amigos y espectaculares eventos llenos de luces, sí... también ojos rotos, representantes que utilizan a sus deportistas... La película muestra al boxeo en su máxima expresión, es decir: sangre, sangre y más sangre.

Te gustará más o menos según seas partidario o no de este deporte. Si te parece algo violento y asqueroso, nunca mires esta película: podrías soportarla, pero en todo caso no le encontrarías ningún sentido. Si veneras al boxeo como a una deidad primigenia, felicidades, congratulations y herzliche gl... bueno, felicidades en alemán, que ando medio noqueado y no me sale la diéresis. Aquí tienes a tu nueva película favorita, hablando en plata. Ni en las fantásticas The Fighter o Million Dollar Baby hubo unos combates tan espectaculares, realistas y poderosos.

6-El director sabe utilizar el peso de la saga como algo a su favor, y no como una losa

Si J.J Abrahams convirtió lo que podía haber sido Star Wars VII en una colección de clichés galácticos sin sentido, Ryan Coogler utiliza los elementos míticos de Rocky sabiamente. Siempre sumando, como normas de un ritual casi mágico, pero sin impedir que una nueva historia se desarrolle.

7- La tortuga curiosa (sin comentarios)

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Letras Negras Ruido Blanco
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9
12 de mayo de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un gigantesco solo de batería, poseído por las fluctuantes emociones de sus personajes, nos lleva a lo largo de casi dos horas de metraje mientras las imágenes se van transformando ante nuestros ojos. El ritmo de aquí es una locura, como te puedes imaginar.

El protagonista es un actor, ¿o sólo celebridad? llamado Riggan Thomson, encarnado por Michael Keaton- que se interpreta a sí mismo- e intenta conseguir el elogio de la crítica, tras conseguir solamente popularidad con Batman/Birdman.

¿De qué hablamos cuando hablamos de Riggan Thomson? Es básicamente un hombre que tras triunfar como personaje (un monstruo alado en pornografías post-apocalípticas), y fracasar como persona y padre; intenta recuperar el prestigio artístico y la familia que nunca tuvo. Un tipo tan torpe que intenta fumar un porro de maría y se quema los dedos, tan encasillado que lo conocen como “el de Birdman”, los niños se hacen fotos con él, los periodistas culturales le odian. De hecho,tiene que suplicar que le amen. No: necesita suplicar que le amen. El conflicto central de esta película es la búsqueda de transcendencia.

Además de la hija sin padre y esposa sin marido que Riggan dejó atrás por soberbia y error; tenemos a su representante-mejor amigo-abogado; a su nueva “pareja", entre comillas porque está más a otras cosas, la verdad; y a un actor talentoso, del que hablaré en un par de párrafos porque, como no se está quieto el chaval, desencadena bastantes conflictos.

Por los vestuarios se amontonan un montón de expertos en emociones con carencias emocionales. Sabes que tienen que estar bastante idos de la olla cuando el personaje interpretado por Zack Galifianakis (sí, el mismo de Resacón en Las Vegas), parece el más cuerdo. Por supuesto, tampoco lo está. Broadway es un barco que zozobra, y la cámara persigue a sus tripulantes a ver cómo lo llevan y qué hacen con sus entrañas.

Como telón de fondo, la confrontación entre arte-producto (Los Vengadores) y arte-vida (12 hombres sin piedad); y para este segundo caso… ¿dónde acaba el arte y empieza la vida? Mike Shiner, actor brillante, oscuro personaje, anda perdido entre esas fronteras. Dije que hablaría de él.

“Lo único real en el escenario es este pollo. Así que trabajaré con este pollo”. – Mike Shiner

No le importa el público, sino sentir la actuación: armas que acojonen de verdad y no sean un simulacro, rayos UVA para pillar el moreno adecuado a su personaje, ginebra de la que emborracha, comida para masticar sin perder un diente. Anhela realidad sobre el escenario más que al vientre materno.

Dice vaciar su alma, lidiar con emociones humanas complejas: lo que la mayoría de los mortales hacemos en nuestra vida diaria y evitaríamos sobre un escenario por vergüenza/ torpeza. Él es justo al revés, y rechaza implicarse en lo cotidiano, de ahí el “arrojo” con el que trata a Sam. Mike es un monigote de cartón piedra, engullido como persona por la cegadora visión de su propio talento: sólo se empalma entre bambalinas.

¿Cuándo finge el artista? ¿Cuando crea y practica el arte, o cuando vive? Chaplin removiendo los cereales del desayuno, Chaplin deslizándose y retorciéndose entre engranajes.

Este individuo ni se va ni lo echan, es algo mutuo, un caso Mourinho. Mike, en resumen, es el germen del arte total, y llevará una obra inicialmente mediocre, pese al esfuerzo de su director, al éxito o al fracaso: el arte es un intangible gato de Schrödinger; así que todo buen creador debe pasar por momentos de indeterminación en los que a la vez su obra es joya y fiasco, clásico y basura, todo a un tiempo.

El reproche a la industria cinematográfica es constante: les cuesta un riñón y parte del otro contratar a nadie para la obra de teatro porque todo el gremio está protagonizando sagas dudosas, prolongadas indefinidamente por un puñado de (millones de) dólares.

Riggan preocupado por el desastre que se avecina tras la pérdida de uno de sus intérpretes, y ¿dónde está Michael Fassbender, actor de Shame? En la precuela de la precuela de (…) X-men. Visten capas, vuelan, destrozan edificios con un dedo. Una voz dentro de Riggan añora eso. Él desprecia ese pasado mientras acaba de fundirse los jugosos beneficios que le proporcionó.

Los críticos de cine/teatro no se salvan de la quema: gente que destroza obras antes de verlas, que etiqueta sin más un contenido discordante con su herencia y gusto personal, renunciando a sumergirse en él por puro prejuicio, tal vez vagancia.

Esto me recuerda a cuando de pequeño veía ese grotesco, alucinógeno programa que es Eurovisión, el cual hace honor a su nombre. Nunca debería llamarse Euroaudición o similar: importa más la estética del intérprete, su vestimenta y las luces y efectos no aptos para epilépticos, que lo que está sonando. Un festival que enseña a escuchar canciones con los ojos no puede ser bueno. Porque desde luego tampoco es un concurso de baile. A lo que iba, en mi familia teníamos la costumbre de valorar las interpretaciones país por país. Pues había quien ponía nota a la canción… ¡antes de que acabase! ¿Cómo puede ser eso?

Ni siquiera debería valorarse una obra artística al momento, porque cuántos discos escuchas una vez y odias, tres y no te disgusta, veinte… Pues estoy seguro de que hay gente que hace esto desde el ámbito profesional.

Sam, la hija de Riggan, se sienta en el bordillo del tejado porque echa de menos el abismo de las drogas. Ella y su padre son contrarios: mientras nuestro protagonista quiere serlo aún más, que todos le miren, Sam trata de ser invisible. Ninguno consigue su propósito, al menos en principio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Letras Negras Ruido Blanco
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7
11 de mayo de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, el otro día un colega y yo nos gastamos más de 20 euros entre los dos y entramos en una sala de cine a ver la última película de George Lu…perdón, Disney. La pregunta que se hará el profano es si debe ceder o no a toda esta vorágine publicitaria.

Mi respuesta es depende, ir si queréis y si no no, porque Star Wars es como el Slanted and enchanted de Pavement, a la vez una creación soberbia y una mierda empaquetada. La diferencia estriba en que al disco le ocurre en el buen sentido (fabricación chapucera, vitalidad pasmosa); mientras que el Episodio IV+III de Star Wars pertenece al lado oscuro del arte, es decir, no lo hay por ningún lado. Un cúmulo de explosiones en el espacio desafiando las reyes de la física y rodeando la nada; que precisamente por eso suenan: para que no nos enteremos mientras nos roban.

En vez de personajes, hay actores disfrazados. No busques verdadero drama, aquí tenemos gente haciendo cosas, yendo y viniendo de forma más o menos verosímil.

Digo Episodio IV+III en vez de VII porque no tenemos mucho nuevo que ver, aparte de tres nuevos protagonistas. Éste es un pseudoremake descarado y no declarado de la primera película, sueño húmedo de integristas religiosos que se hacen tostadas con la forma de la estrella de la muerte y cortan el pavo a sablazos láser. Parece ser que lo del fan de la saga que mató a un hombre por contarle spoilers sólo fue al final un bulo, sea como sea debería hacernos reflexionar no sólo de la facilidad (y felicidad) con la que se propagan gilipolleces por Internet, sino también del estado de cosas en que nos movemos.

El mayor problema de la película no es ya que se hiciera para fans, sino que hay dos tipologías, los espiritualistas y los fetichistas, y se ha pensado en los segundos, convirtiendo a la saga (aún más) en una mercancía, cosificando lo que debería ser una bella y épica metáfora en una parida prolongable ad infinitum.

La empresa del ratón se dirige aquí a quienes compran muñecos de R2-D2 y se excitan si su novio/a se viste de algún personaje de la saga en su noche de bodas, así que yo he pasado de pedir nuevas películas a desear que esto acabe antes de que ya sean malas hasta las primeras, por contagio.

Tenemos una factura técnica impecable. La BSO, a la que en lo principal no se ha añadido una sola nota respecto a anteriores entregas, sigue teniendo la misma fuerza. El problema empieza cuando descubres que al guión tampoco se le ha añadido una línea.

Cuando salió la precuela, los "fans" se quejaron porque no era buena, que perdía el espíritu de la saga...Paparruchas. Lo que les pasa es que no quieren ver cine, sino la misma película una y otra vez, volver a tener de frente a la estrella de la muerte, y no sólo desayunando. Puede que la precuela no fuera una obra maestra (tampoco la trilogía original) pero suponía un vehículo para la imaginación humana, y las posibles carencias no importaban. Este nuevo capítulo no estimula dicha capacidad del intelecto, sino que la mata. Vagamos en la continua decepción de lo previsible a lo largo de horas de metraje. Si queréis hacer un remake, hacerlo, sería entendible dado el progreso de la tecnología digital. Pero una cosa es eso y otra repetir las situaciones 30 años más adelante en la línea temporal, destruyendo el equilibrio de la Fuerza...y del sentido común.

Es que tiene bemoles que los críticos en general estén diciendo que esta película es mejor que las vilipendiadas precuelas: aquellas contaban indudablemente con mejor música (Across the stars es oro puro), una historia más transcendente y original y personajes menos planos.

Eso por no hablar del poderosísimo asunto central que allí había: la conversión de un niño bondadoso al mal, por culpa de una virulenta mezcla de confusión, ira y decisiones equivocadas, cóctel molotov que desencadenería inevitablemente en Darth Vader. Era impactante ver cómo Anakin iba cediendo ante el lado más oscuro de su alma.

En el Episodio VI en cambio los personajes no evolucionan, parece como si El Quijote nunca se hubiese escrito. Y la fascinación por el lado oscuro es inexistente, representado como está por un pajillero, un nazi y un aborto gigante. Palpatine ya estaba en el límite de lo humano: al intentar ir más allá han creado un sinsentido con el que es imposible identificarse.

La gracia de la precuela era caminar al lado de Anakin desde sus primeros días, para gracias a la magia del cine "suplantarlo", como si fuera uno mismo el que tonteara con el poder y la oscuridad: en el fondo, todos anhelamos ser los líderes de algún Imperio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Letras Negras Ruido Blanco
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7
12 de mayo de 2017
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Esta película, grabada en un blanco y negro que mezcla meritoriamente las actuaciones con vídeos reales de la época, trata la difícil realidad social que vivieron los estadounidenses cuando la caza de comunistas se le fue de las manos al gobierno, instaurándose el terror. En tal situación, los poderes políticos maximizaron su control típico de la información periodística. El conflicto concreto, en cualquier caso, se inicia al expulsarse del ejército –sin juicio justo- a un piloto, porque su padre leía un periódico serbio.

La relación entre los periodistas, por un lado, y políticos e instituciones, por otro, no es equidistante: vemos cómo en sala de prensa se da a entender que los senadores pueden aplazar durante semanas sus encuentros con los medios de comunicación sin demasiado problema. En cuanto a la relación con la publicidad, es tan crítica como ahora. El miedo de que pueda cesar este flujo de dinero les impide arriesgarse a un choque con los poderes o la moral dominante, debido a que la pérdida de patrocinios podrían suponer el finiquito o la pérdida de importancia a medio plazo.

El filme, en el fondo, no deja de ser un homenaje de Clooney (no se puede olvidar que su padre era periodista) a esos "trabajadores de la verdad" que no rechazaron a sus ideales y los de su profesión pese a que de antemano ya sabían los costes que conllevaría, los peligros a los que se enfrentaban.

”Sabes, es posible que no salgamos muy bien parados de esta”. Por supuesto, la decisión de embarcarse o no en el proyecto enfrenta a los propios periodistas y líderes de la empresa; que tienen que velar, además de por sus beneficios, por una organización mucho más grande que un programa de informativos, cuyos productores reconocen estar poniendo en peligro la estabilidad de la cadena entera.

Las presiones externas serán muy poderosas, e intentarán parar la acción periodística del equipo. Tanto el ejército como los patrocinadores exigirán no salir perjudicados. Como ellos mismos dicen, los periodistas se meten en “aguas muy pantanosas” al dar informaciones que no favorecen a quienes lideran o controlan la sociedad y los propios medios. En cuanto se lanzan a su objetivo, comienzan a ser perseguidos por un ejército mediático a favor del poder establecido.

Lo ocurrido en esta película se puede extrapolar sin demasiada dificultad (quizás reduciendo algo su dramatismo) a los medios de comunicación actuales. Existen hoy en día temas y acontecimientos que, al relacionarse con los intereses de determinados grupos de presión poderosos, o no se tratan o son debidamente maquillados.

Ya no sólo las presiones directas, las cuales podemos estimar minoritarias, sino también las indirectas, influyen tanto en la agenda como en la rutina de un medio: qué se dice y la forma en que se dice.

¿Cómo no va a existir censura en la información económica si en el Consejo de un medio campan a sus anchas representantes de la banca? ¿Cómo no tendremos censura política si un periódico le debe favores a quienes forman este gremio? ¿Cómo no habrá censura social existiendo grupos que persiguen toda argumentación contraria a la suya?

Buenas noches y buena suerte relata un momento crítico en las relaciones entre los medios informativos y el entramado social y político. Y, además, la imparable caída de una manera de hacer televisión, sobria y con gran influencia de la radio, en pos de un formato colorido, espectacular, pero también más hueco tras ese envoltorio, sin el buen hacer frente a una cámara de estos valientes.

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