Los "superhumanos" de la película son capaces de mover cosas con la mente (hasta el punto de poder romper cuellos y explotar cabezas) pero solo tras largos segundos de mirar fijamente aquello sobre lo que quieren usar sus poderes mientras un sonido que imita una especie de repiqueteo eléctrico va subiendo de volumen.

Estos "superhumanos" han sido recluidos en un hospital cuyo jefe pretende sintetizar el componente genético que otorga los poderes para crear más "superhumanos". Todo el argumento gira en torno a como el protagonista (Graham Skipper) es uno de los psicoquinéticos más poderosos que existen y como este busca a su novia (Lauren Ashley Carter), que ya se encuentra internada en el hospital del doctor (John Speredakos). El doctor jefe, el malo de la película, ha estado usando el suero para crear más psicoquinéticos consigo mismo, ignorando los efectos negativos que éste está causando a su salud (¿qué clase de genio se suicida lentamente cuando su objetivo es el de obtener poderes y explotarlos?).

Las escenas de lucha son ridículas, dado que, al girar la mayoría de ellas en torno a los poderes telequinéticos, el resultado es un monton de personajes mirándose entre sí con cara de esfuerzo. No solo eso, el uso de estos poderes tiene secuelas en sus usuarios. Podemos imaginarnos los poderes telequinéticos como «gritos mentales»: cuanto más fuerte grites, mayores serán los efectos del «grito», pero más te dolerá la cabeza después. Esto se lleva al extremo de que si se sobrepasa un limite, el usuario muere.

En línea con esto, me ha decepcionado profundamente el final. Que por haber intentado hacerlo más impactante, el protagonista haya usado sus poderes hasta matarse para matar al malo haciéndolo explotar (cuando causarle una embolia o partirle el cuello habría sido igual de efectivo), dejando a su novia "viuda", me ha parecido el climax de la estupidez de esta película.