Arranca con un desborde de pasión, no se sabe nada de los personajes más que ese intenso deseo que sienten. Posteriormente sabremos la situación de cada uno y la imposibilidad moral de la que son sujetos.
Ella Pina, es madre soltera, su hijo es un pequeño monstruo que no la deja relacionarse con otro hombre e idolatra a su padre. Y él Igor, es casado, su esposa es una mujer la cual ya no le representa interés aunque no es necesariamente mala.
Entre estos dos personajes tan cercanos a ellos se convierten en antagonistas de un idilio sin consumar. ¿Y qué hace más grande el deseo que la abstención y lejanía del objeto de deseo? Que no sólo son victimarios, sino víctimas silenciosas, ambas sin saberlo, y ya cuando se enteran es demasiado tarde.
El dejar al hijo, el dejar a la esposa, la duda, la culpa, el deseo, la falta de libertad, el estar sin estar, el pensar sólo en lo que no se tiene. Todo eso hacen el invierno más frío y alargan la llegada de lo que parece ser una oscura primavera.
He acá dos elementos para destacar del filme, el primero como su propio título lo indica es la oscuridad. Con una fotografía penumbrosa, con un ambiente lúgubre de los lugares más cotidianos cuenta de un deseo oculto y de una vida insatisfecha. Es muy evidente como las sombras duras están presentes en todo momento. Éstas también hablan en susurros el esconder y el esconderse.
Por otra parte para reforzar esa idea que se menciona de la frialdad del invierno, efectivamente se siente, parece ser un invierno muy frío y gris. En todo momento los personajes están arropados y de colores insaturados. Precisamente tratando el estar debajo de capas, nuevamente escondiendo. Y el color de su ropa es el color de su corazón, el color apagado de sus vidas, en donde más que vivir sobreviven.
Tal vez por eso Emmanuel del Real, mejor conocido como Meme de Café Tacvba, hace el vídeo musical del tema de la película en escala blanco y negro. Y acá se encuentra otro gran acierto de la tercer película del director mexicano Ernesto Contreras. La musicalización. Si se observan los créditos, son muy pocas las pistas que acompañan e incluso llevan muchas de las secuencias. De hecho el tema “No puedo parar” aparece en repetidas ocasiones dando ese ambiente de estancamiento por la suciedad (intencional) de su sonido. Pero, también es un acierto musical también en lo comercial, porque le ha dado una importante proyección a la película que de entrada tiene 10 nominaciones al los premios Ariel, incluidos mejor película y director. Y eso es importante, que una canción no sirva sólo para vender entradas, y sólo aparezca mientras corran los créditos, sino que forme parte de la narrativa.
Un elemento más maravilloso del film es una fotocopiadora, un artículo que podría parecer tan mundano, pero en el contexto en el que está se convierte en un monstruo, uno metafórico. Es tan extraño verlo entre la sala y el comedor, y tan aterrador por lo ilegible que llega a ser, incluso Contreras le dedica un acercamiento que lo convierte en algo apabullante. Definitivamente el mejor papel de una fotocopiadora en una película.
Sin embargo, no todo son aciertos hay algunos detalles de actuación donde tanto Cecilia Suárez como Irene Azuela suben súbitamente de tono. Entendiendo la desesperación por la que están pasando, pero no hay una progresión in crescendo en esas escenas sino una explosión de la nada. Sin vienen acumulando tensión de secuencias anteriores, pero estas explosiones en específico brincan. Tal vez sea por el montaje y no por la actuación, pero sería difícil saberlo.
Por otra parte justamente por partes el montaje prese no corresponder al ritmo general y es justo cuando trata de detener la realidad un instante para observar algo ya sea por medio de la repetición o por la cámara lenta. Que sin duda aportan esa fijación en algo en particular, no obstante parece abusar en los momentos que los usa (que realmente son dos).
Ahora bien Las oscuras primaveras solo verán el sol cuando el deseo pueda ser consumado.