"Tierra de María" reparte su voz entre la narración sencilla y algo payasa, y el puro documental.

Esa voz es cómica, es hermosa y no tiene complejos. Habla de religión, de espíritu humano, de amor. Y hace preguntas muy interesantes a gente interesante también. Gente que tiene cosas que contar, que mantienen un contacto distendido y sincero con un tal Dios, una señora llamada María y también ese otro... Jesús.

La cinta plantea dudas razonables acerca de si es posible que la oración, la fe y el mensaje de ese Jesús puedan llevarnos a vivir una vida más plena, más auténtica y más generosa. Son dudas que yo, particularmente, acogí con gusto.

No por casualidad, tras verla con una amiga nada entusiasta de temas religiosos, nos pasamos un rato largo repasando lo poco que sabíamos y recordábamos del Génesis, la figura de Jesús y el por qué de las cosas en general.

Además, que no se me olvide, hay otro gran detalle cinéfilo muy de agradecer y nada corriente en estos tiempos: RESULTA QUE ES MUY ENTRETENIDA.

Eso puede cabrear y cabrea a más de uno. Para eso hay un remedio infalible: dejarse crecer un poco las uñas de las manos, tomar asiento y rascar a placer. Ah, y si queda tiempo, leer "Jesús me quiere" de David Safier (el tono de esa novela recuerda un poco la simpatía y frescura de esta película).

Como no doy con una crítica que aprobar entre todas las sandeces (perdón, reflexiones) que voy leyendo sobre la película, añado mi propio comentario. Seré breve, por mi propio bien.

¿De verdad esta película le dice algo a alguien? A mí me dice que la gente que ve cine "de culto" en dosis excesivas necesita un chute de realidad de vez en cuando. O volver a los clásicos, o recurrir a Michael Bay (que profundiza tanto en sus personajes como para mí lo hace el hasta ahora desconocido Ozon), o tomarse unas vacaciones y tratar a gente de verdad.

¿De qué va el estudiante? ¿Qué narices significa eso de "olor de clase media"? ¿Hay profesores tan idiotas como el protagonista - con lo listo que parece a primera vista? ¿Alguien se cree el desarrollo dramático de esta historia, del vouyerismo ramplón a todo tipo de crisis - nerviosa, matrimonial, profesional, existencial... - sin transiciones, ni explicaciones, ni una mísera razón? Está muy bien todo el tema de confrontar la realidad y la ficción. Sólo que, para eso, hay que contar algo interesante, o tener personajes interesantes, o ambas cosas. Nuestro estudiante protagonista, el presunto "escritor", destila poco más o menos el mismo interés humano que las rubias explosivas del autor de "La Roca" y "La Isla". Por eso sus escritos no van a ningún lado. Por eso hay que optar por el dramatismo exagerado, para que el espectador se vaya con la sensación de que durante esta película ha ocurrido algo interesante. El que no se consuela es porque no quiere...

Y lo dejo aquí, que todavía me queda enviar mis condolencias a Kristin Scott Thomas, a la que admiro profundamente desde "Cuatro bodas y un funeral" (eso sí que son personajes, e historia).

No hay mucho que explicar si has visto alguna de las tres primeras películas de este singular director: "Los hermanos McMullen", "Ella es única (She's the one)" o "No mires atrás (No looking back)". Añandánle de 15 a 20 años de madurez narrativa y vital, y eso es esta película.

Para los profanos, Edward Burns es un tipo que comenzó rondando su primera película en casa de sus padres. No tenía medios para hacerlo de otra manera, pero también es cierto que en ese lugar estaban las historias que a él le interesaba contar. La familia y las relaciones de pareja son su universo, y lo describe perfectamente. Además, no le asusta meter a más de cuatro actores en un mismo plano, y filmar al estilo de los viejos maestros del Hollywood clásico, buscando la sensación de realidad que el plano-contraplano acaba aplastando.

Es bonito ver que pasa el tiempo, y que puede contar sus historias, lo que a él le motiva narrar, de un modo interesante y fresco. Y algo estará haciendo bien, cuando ha sido capaz de reunir a un buen puñado de buenos actores - algunos muy solicitados - que dieron sus primeros pasos en alguna de sus películas. La familia Fitzgerald, como otras de su filmografía, resulta cercana, creíble y sorprendentemente viva.

Supongo que lo expresado arriba no es tan fácil, a tenor de la animosidad que percibo en casi todas las críticas a esta interesante cinta. Por eso escribo esto, para equilibrar en algo la balanza. Tengo la fundada impresión que tanta rabia acumulada hacia esta peli tiene más que ver con la idea de la religión que cada uno tiene que con el valor real de la historia que cuenta.

Yo he descubierto tarde esta peli. Y no sé mucho del director (tengo un recuerdo vago de "Arlington Road", me gustó bastante "Mothman" y poco más). Pero durante el metraje de la cinta no tuve tiempo de pensar ni sentir nada que no fuera el camino que recorre el personaje en ese barrio, y las reflexiones que nos comunica el director con sus imágenes. Los diálogos me parecen ajustados y necesarios, los actores son los correctos, y el ritmo, lento pero implacable, es el adecuado, como la balada lenta de Bob Dylan ("Not dark yet") que suena hacia la mitad. La historia me entretuvo y me enganchó. Y no le pido más a una peli.

Sí que es verdad que ya es suerte tener de vecina a Radha Mitchell, o dar con una cajera del supermercado tan sensitiva y adorable como Rachel Seiferth, por no hablar de la niña, Morgan Lily. Pero eso es el cine, evasión, construir algo que no existe, como esa vuelta a las ilusiones que el personaje protagonista ha perdido. A todas las películas se les pueden encontrar fallos de credibilidad. Por eso, los que vemos películas, preferimos esa actividad al cultivo de las zanahorias, que siempre será más ajustado a la realidad.

Como muestra esta historia, un milagro, por definición, sucede en un espacio más bien reducido, y afecta a más bien poca gente. Eso también podría definir lo que pasa con las buenas pequeñas películas, ésta entre ellas: no todos pueden o quieren apreciarlas. Lástima.

Ciertamente es más drama que comedia. Su tono es de iniciación, de un muchacho que sale de su pueblo para estudiar en una universidad privada, que se abre al mundo. Así lo respalda el título original, que más o menos viene a decir "Fuera del pueblo" (Providence era el nombre de ese pueblo). Una de las cosas que más me gustan de esta historia es que se trata de un relato serio (y enfatizo lo de serio) pergreñado por dos de los tíos más cachondos y políticamente incorrectos del cine actual, los hermanos Farrelly. Uno de ellos escribió la novela en la cual se basa la peli, y entre los dos hicieron el guión. Si algo tienen este par de anormales es que hablan con bastante lucidez de las cosas de la vida. Nunca pensaron en ser cineastas o autores, sino tíos corrientes con trabajos corrientes. Y eso saben contarlo muy bien. Sobre todo cuando prescinden de las bromas de trazo más grueso.

El protagonista no tiene ni maletas (usa grandes bolsas negras para su ropa). Sus amigos son unos fumetas. Su familia es un desastre. Y, como es lógico, un espectador medianamente bondadoso desea que algo le salga bien. Tan humilde proyecto tiene a un protagonista (Shawn Hatosy) que siempre ha sido actor secundario, y que luego ha vuelto a ese lugar. Eso le honra, y le da credibilidad a una película sin egos, que sólo pretende entretener. Lo respalda una deliciosa Amy Smart, tan solvente como siempre.

Hay títulos que son maldiciones, que deberían estar penados jurídicamente. Esta película habría que verla con un "Carátula extraviada" de envoltorio. Y, por cierto, de sexo nada de nada. Ni falta que le hace.