Aunque uno sea las antípodas de lo que se le supone a un triunfador la vida es una caja de bombones y nunca se sabe. Me gusta esta idea que ofrece la película porque se basa en la lealtad. Con un punto surrealista la historia trata de la gente noble que siempre está ahí. Como un perro, no se escaquea y no pide cuentas. Solo hay que cuidarlo.

Bien y mal permanecen intactas como valor moral tras la película. Tras la película lo que cambia seriamente son los cimientos de nuestra capacidad para distinguir ambos valores. Nuestros mecanismos de racionamiento no son lo suficientemente fiables y por tanto se nos abandona en un mar de dudas que sobrepasa los límites de la visión de esta película para condenarnos a una revisión de las certezas que ya creiamos conquistadas. Pocas películas son capaces de remover tanto y tan profundamente la lucidez del espectador. Gran guión que animan dos estupendos actores.

Lo que más me sorprendió de esta peli es la asombrosa actuación de los niños de reparto. Parece a veces que uno estuviera viendo un documental brutal. Es dificil para un niño poner cara de espanto sin sentir ese miedo. No sé cómo han podido hacerlo.
Inmersión sin oxígeno a los infiernos de los suburbios violentos de Brasil. La tensión es constante y agotadora durante toda la película y aún así no se hace larga. Un picotazo a las tranquilas conciencias de los paises ricos que miran para otro lado cuando hay realidades así por medio mundo.

Excesivo quizás Roberto Benigni en el regusto final que deja la película. El director de esta película me recuerda un poco al Woody Allen que acaba asfixiando la película de tanta presencia y tanta "personalidad". Entiendo que el guión comienza muy prometedor y original pero según se va desarrollando acaba repitiendose sin saber cómo resolver la trama manteniendo la frescura y originalidad del principio. Así el último cuarto de película se cae.
Para mi pues, se ha sobrevalorado enormemente la película aunque no por ello deje de tener valor y merezca verse.