Christopher Nolan sabe lo que hace y lo hace bien. Es una película comercial, pero sabe en qué punto se encuentra. A algunos les resultará enrevesada y a otros estúpida; a mí me pareció una puta mierda con olor a Untermensch.

Nolan dirige un subproducto sobre los sueños, con una historia con graves carencias afectivas, sin garra, pero con cabeza. Nos introduce en su mundo lentamente, rozando en ocasiones el ridículo. Un mundo en el que los extractores de sueños son algo real, donde la introducción de ideas (aparte de los medios de comunicación de masas) es posible. Donde Leonardo Dicaprio es un fiel reflejo del "una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad" famosa frase del, no menos conocido, Jehová. Ellen Page demuestra que Hard Candy sólo era el principio de una tortura calculada a todo el género masculino. Y un maravilloso etcétera de cosas sin importancia y que no harán cambiar de opinión a quienes la consideren una joya o a quienes la consideren una patata.

Onírico, onírico, dentrifico.

Un sentido homenaje a "The Toxic Avenger IV", película que, como todos sabrán, marcó un antes y un después.

Magnífico desarrollo del Señor Sida. Su personaje llena la pantalla, descubre nuevas formas de entender la vida y provoca dudas existenciales: ¿por qué no ser como él? sin ataduras morales, fuera de esta encorsetada moralidad. Un hombre incomprendido que sólo quiere lo mejor para esa gran nación.