-Desde el inicio hasta el momento en que Celia descubre la realidad sobre su padre asistiremos a la parte más tierna y amable de la película. A base de primeros planos y una posición de las cámaras a la altura de las niñas, la directora nos acerca e integra en el grupo de amigas y deja que el guión fluya entre anécdotas divertidas y diálogos adorablemente torpes, apoyándose en la espontaneidad y naturalidad de las actrices en un ejercicio de improvisación admirable. No obstante, con pequeñas pinceladas nos deja entrever cierta incomodidad en el relato: una madre (interpretada por la siempre solvente Natalia de Molina) que no termina de aceptar el comportamiento de su hija, un pasado que no encaja, una discusión entre amigas (parece mentira la violencia que logra crear con unas niñas en un tonto juego de beber), y que acaban desembocando en una segunda mitad más dolorosa y reflexiva.

-A partir de entonces el ritmo de la cinta se ralentiza y se centra en la protagonista, en su intento de digerir una nueva perspectiva sobre su vida y comprender el por qué los demás rechazan una situación que ella, desde su inocencia, no entiende como negativa (probablemente ni el cura supo darle respuesta). De esta forma la directora aprovecha para hacer una crítica al conservadurismo absurdo e hipócrita que lastra a la sociedad y que se comporta de forma especialmente injusta con las mujeres. Así, Celia se derrumba en su cama, abandonándose en la soledad de sus pensamientos a falta de un apoyo sólido que no logra encontrar ni siquiera en la figura de su madre, y el dolor que ella siente se nos llega a mostrar incluso de forma gráfica (una pedrada que hiela). Y en esta sucesión de silencios, de noches sin cenar y de miradas a través de una verja, es donde se produce la evolución personal de Celia, que toma las fuerzas necesarias fundiéndose en un abrazo nocturno con una madre que ya perdió esa partida, y decide enfrentarse al rechazo, a lo impuesto, elige aceptarse así misma cantando aquello que no le está permitido.


Con este excelente cierre Pilar Palomero firma una ópera prima notable. Austera en el plano técnico, logra sacar jugo a la relación de aspecto poco frecuente que utiliza y que le permite realizar unos encuadres de gran calado estético (el plano de las niñas esperando al bus o el del paseo en moto, por ejemplo). No obstante, y aun siendo una buena carta de presentación, la película no llega a ser redonda, momentos poco inspirados como el de Celia cerrando la caja de muñecas porque ya no es una niña, o leyendo el libro de familia para conocer la verdad (demasiado obvios), así como el viaje al pueblo de la familia (que no llega a encajar de forma orgánica en el guión y no aporta demasiado), afean al conjunto. Detalles perfectamente pulibles y que no me hacen perder el interés en los futuros proyectos de esta realizadora. Un debut esperanzador.