Mi vida sin mí es una película como pocas se logran encontrar en la actualidad, de una sensibilidad impresionante y un estilo fresco y minimalista.

El argumento obliga a Isabel Coixet a sentir la presión de un tema tan tópico como la tragedia generada por la muerte. Sin embargo, la directora consigue transmitir todo aquello que una persona desde su humildad puede concebir en un estado como aquél en que se encuentra nuestra protagonista.

El sentimiento de angustia ante nuestro caracter insignificante, nuestra carencia de significado en el curso de la vida, la falta de peso de nuestra existencia, esta presente a flor de piel durante toda la película. Además se presenta al ser humano egoísta por naturaleza, que sólo pretende satisfacer sus deseos más irracionales, así como pervertidos por la educación materialista que impera en nuestra sociedad, esa voluntad corrompida y condicionada, que no proviene de nuestro interior, sino que vamos adquiriendo del ambiente desde niños, se ve reflejada a la perfección y con un caracter ligeramente caricaturesco y satírico en algunos personajes secundarios: la peluquera (María de Medeiros), la mujer que trabaja en la cafetería, etc.

Estructuralmente, es destacable el flash-forward (salto adelante en el tiempo) del principio donde una voz en off nos sumerge en el yo más profundo de la protagonista, y ya desde ese momento el espectador se ve inmerso en los sentimientos de la protagonista.