Detachment es una película que te acorrala emocionalmente. Tirando para ello de cuantos efectos visuales tiene a su alcance, dibujando sin contemplaciones un panorama desolador en las aulas y fuera de ellas.

Más allá de la crítica al sistema educativo -cuestión de fondo con la que pretende redimir y justificar sus formas-, el film respira realismo sucio por los cuatro costados. Algo que no habría de ser contraproducente de no ser porque es empleado sin mesura, como arma arrojadiza hacia el espectador, demandando su atención a cualquier precio.

Y ese es su peor defecto: no era necesario trasladarnos tanto desasosiego para que entendiéramos su denuncia. No le hacía falta ser tan explícita.

Eso no la convierte en una mala película, pero lo resta veracidad, y con ello honestidad. Es cierto que por momentos el mundo que vivimos y el sinsentido que por ratos nos acompaña, puede llegar a ser muy jodido. Pero existen más estados de ánimo que el de la pesadumbre, y si la película hubiera dejado espacio a ellos, entonces si, estariamos tal vez ante una obra magistral.