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España España · caceres
Críticas de Lentorro
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
La casa es negra (C)
CortometrajeDocumental
Irán1963
7,6
1.699
Documental
10
27 de febrero de 2011
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Harto de ver todo lo visible, no sabía que me esperaba, por fin, un hálito de humanidad que estaba por decir desde hace casi 50 años.
Este documento debería de ser visto por todos los humanos y los inhumanos, entendido también debería ser, pero no es posible. Qué sabemos nosotros de la corrupción de la carne.

No hay mucho que decir; la fealdad se presencia y somos nosotros, quizá es lo que nunca seremos capaces de ser.

Formalmente hablando, es posiblemente cierto que la poetisa-directora haya bebido de "Noche y niebla". Puede ser, pero la idea es otra, la idea es que los muñones también apuntan al cielo, que la belleza se extingue pero no sus causas, que celebrar la vida es posible y necesario, después de tanto.

Malgastas vida si aún no has habitado esta casa.
Lentorro
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6
18 de enero de 2015
13 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Visto tan sólo el episodio piloto de esta serie que se basa en la película homónima de 1995, tengo que decir que desde luego no es una revisitación con aspiraciones, como ha pasado con Fargo, sino que estamos ante una serie de pretensiones justas y hechuras correctas.
Es una serie que quiere parecerse a Orphan Black, ése creo yo que es el objetivo, pero que, al menos en el piloto, carece del gracejo y la capacidad de sorpresa de ésta.
De todas formas la trama tiene la fuerza necesaria para tener al público pendiente si es que no ocurre -es una intuición mía, nada más- que se entra después en lagunas de capítulos enteros con falsas pistas e historias deshilachadas, que bien pudiera ser aunque preferiría equivocarme.
Por otro lado se nota que el presupuesto es justo pero se ha sabido aprovechar, así que entretenimiento no falta, veremos si acompaña la enjundia en el futuro.

En resumen:

-No se parece a la película ni tiene su aire lisérgico pero se aprovecha del atractivo de la historia.
-Es un producto con aspiraciones de calidad media, así que no hay que esperar derroches de artificio ni mucho arte y ensayo.
-Un punto flaco es que los personajes son un tanto planos, sus caras olvidables y las actuaciones solventes sin más, pero supongo que quedan muchos por aparecer que le den un aire más original.
-Puede que mejore con el tiempo, pero yo no lo veo claro.
Lentorro
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8
17 de julio de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kodakara sodo, estrenada en 1935, es un mediometraje dirijido por Torajiro Saito que pertenece al género de la comedia "nansensu", asimilable al "slapstick" occidental de Chaplin y Buster Keaton. Es una película muda que, como era común en el cine japonés, está concebida para ser narrada por un benshi en directo en la sala de proyección. Tiene un ritmo vertiginoso y aún hoy resulta tremendamente ágil y divertida. Aunque la narración se apoya, como es propio del género, en porrazos, confusiones y persecuciones, en este caso encontramos un trasfondo social remarcado por su sorprendente final.
Alucina la agilidad que tiene la narración, hay muchísima inteligencia en la disposición de los elementos narrativos, como una fuente o un cerdo, que sirven de ejes de continuidad y el montaje rápido y clarísimo, a pesar de la confusión reinante. Además hay muchísima inteligencia en la concepción de la historia y la resolución de la misma. No en vano se puede rastrear en la forma en la que se encuadra la vida dentro de las pequeñas viviendas suburbanas el estilo que adoptara e hiciera intemporal Yasujiro Ozu, amigo personal y compañero de Saito en la productora Shochiku para la que ambos trabajaron hasta la II GM.

Invito a quien quiera pasar medio hora inolvidable a buscar un poco en la red y encontrar esta joya donde se puede ver online en la única copia disponible que se presenta además con la narración de una señora japonesa la mar de simpática.
Lentorro
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8
3 de septiembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parpaillon es el nombre de un puerto de los Alpes mítico en el cicloturismo francés por su dureza (tampoco tanta como se dice en la película) por tener sin asfaltar los últimos kilómetros y por el túnel en el que desemboca, que une las dos vertientes sin que la carretera llegue a la cima.
Este puerto y las diversas formas de subirlo en bicicleta en una especie de marcha estrafalaria de variopintos personajes es la metáfora de algo, con su pasadizo oscuro al final y los pinchazos y las neuras y las vidas entrevistas de sus ciclistas.

Quiere ser un retrato de la humanidad, pero el formato es una especie de cubismo narrativo, de gags amontonados que sinceramente a mí me resultan al final un poco cansinos y sin gracia o enseñanza en general. La película es un homenaje a Alfred Jarry y se nota. Es un catno al sinsentido y la desestructura.

Mi nota de "8" no coincide con mi aprecio digamos cinéfilo, sino con mi cariño cicloturista. Es una peli que cualquier aficionado a las bicis, a las cuestas, a los caminos que suben, va a disfrutar sólo por la variedad de bicicletas, la cercanía de los accidentes tontos e incluso los detalles técnicos, por no hablar de que la estructura de la peli, la única que hay, es el Col de Parpaillon, a ver cuándo lo subimos.
Lentorro
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6
21 de febrero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En otro cambio de aires Wellman deja la Warner en 1933 para rodar con Zanuck, que acababa de fundar la 20th Century Fox, esta buddy movie sobre unos empleados dedicados a la resolución de averías telefónicas interpretados por Spencer Tracy y Jack Oakie.
Tracy interpreta a Joey, un Trouble-Shooter (título de rodaje de la película) con novia en el servicio de información de la misma compañía y Oakie es Casey, un graciosete que llega a la compañía para aportar chiste y picante a una historia escasa de alicientes que promete poco. Y que cumple con lo que promete.

A la película le cuesta despegar debido al poco atractivo de su contexto y el énfasis en las gracietas de Oakie, que personalmente me resultan insoportables. El retrato del personaje de Tracy, cuya actuación es quizá lo único que da sustancia a la película, resulta reiterativo en un guión que, por lo demás, está lleno de agujeros y deus ex machina de toda clase y condición. A Joey un compañero de trabajo le levanta la novia. Este tipo es un borracho mentiroso y vago y es expulsado por la compañía, así que forma una banda que se dedica a pinchar teléfonos con el fin de acceder a información privilegiada que les ayude a especular o delinquir. Mientras están investigando esto los dos telefoneros protagonistas, se comete un crimen del que acusan a la antigua novia de Joey y, en fin, hay que resolver el entuerto. La segunda mitad es claramente más interesante que el arranque, y el desenlace, aunque repleto de inesperadas casualidades propicias, a cada cual más tremenda tiene su miga y su emoción. Además la peli es corta, así que su sinsustancia no llega a aburrir ni cansar.

Comparada con otras cintas de estos años llama mucho la atención el poquísimo interés que Wellman pone en su realización. Toda ella se basa en conversaciones plano-contraplano y de vez en cuando un reencuadre en travelling de retroceso quiere remover algo la pantalla, pero no hay ninguna idea de buen director, ningún momento memorable o curioso. Está rodada con prisas -como siempre- y poco interés, a pesar de que la historia no le fue impuesta y de que tuvo en su momento críticas satisfactorias quizá por lo peculiar de su fondo temático. Vista hoy en día lo que da más valor a Una avería en la línea es su retrato de las posibilidades que la tecnología telefónica ponía al alcance tanto del bien como del mal. Podría decirse que es la abuelita achacosa de The Wire. Y poco más.

Lo más llamativo de Looking for Trouble, sin embargo, no se ve en pantalla, ni siquiera se atisba. Y es que el rodaje de esta película haría que la fama de salvaje y el apodo Wild Bill -que no obstante viene de sus tiempos de aviador- cayeran sobre Wellman como una losa que le acompañará por mucho tiempo, provocando que los estudios no firmaran contratos a largo plazo con él por miedo a las consecuencias de su agrio carácter y su afición a la bebida. Y es que fue un rodaje lleno de tensiones. Tracy -otro que tal- y Wellman se detestaban mutuamente y las discusiones eran continuas, con conatos de violencia física que finalmente eclosionaron en una tumultuosa pelea en el Hollywood Club que saltó a los medios. A esa le seguirían otras más en los años siguientes, hasta tres cuenta el hijo de Wellman en su biografía, una de ellas a causa de Loretta Young, quien al parecer gustaba a Tracy y de la que en esos momentos Wellman no tenía el mejor concepto, por historias surgidas en el rodaje de Call of the Wind (1935) que en su momento contaremos.

Además de estas peleas con Tracy, Wellman montó una trifulca de aupa en el mismo set de rodaje cuando se presentó allí un antiguo ayudante de dirección, Mike Lally, a tocar las narices. Realmente lo que tocó fue el puño derecho de Wellman, que terminó lesionado, lo mismo que su mandíbula.

Quizá sea este un buen sitio para recordar que Wellman, salvo estas discusiones con estrellas desobedientes y personajes patibularios, no tuvo problemas serios con sus equipos de rodaje. Con alguno de sus técnicos, que procuraba mantener, trabajó desde Wings hasta el final de su carrera, y ninguno de ellos, en lo que yo he leído, tiene una mala palabra que decir de él como jefe o como persona. Y es que debemos ponernos en el contexto sería la producción de estas películas. Jornadas maratonianas en las que rodar no sé, alrededor de 50 planos, y en las que el director, un empleado muy bien pagado pero sin implicación personal ni artística en la historia en buena parte de los casos, tiene que poner orden y mantener la jerarquía además de concebir visualmente la historia, cuidar la continuidad y dirigir a los intérpretes. Wild Bill podía, entre rodajes, ser un borracho agresivo, pero en sus horas de trabajo la eficiencia y la responsabilidad eran la norma, y solo el ego de los actores, que detestaba especialmente, podía sacarle de esa profesional concentración.
Lentorro
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