Si viste la serie original Borgen (y si no, ya te vale y ya estás tardando) no querrás perderte esta nueva temporada o "reboot" o secuela o como la quiera denominar el pijerío crítico.

—¿Es "Borgen: Reino, poder y gloria" más de lo mismo?
—Respuesta: SÍ. ¿Por qué habría que modificar o reinventar una cosa tan buena y que funciona?

Los personajes principales de la serie de hace 10 años repiten (casi) todos, inmersos en nuevas tramas socio-político-periodísticas de plena actualidad. No hay una línea de guion que sobre, una sola escena prescindible, un solo actor que desentone... Todo la historia gira sobre su eje con suavidad, bien engrasada, en un crescendo que te deja sin aire. Las frases más memorables del guion van para, claro, esa diosa llamada Sidse Babett Knudsen, y su personaje Birgitte. Pero el resto del elenco con sus historias entrelazadas mantienen su propio interés.

Hay series que (a mí al menos) si me hacen pensar, me aburren un pelín; y las que me entretienen, no me hacen pensar. Una serie que te hace cavilar y que te entretiene a la vez, no tiene precio. Los cineastas españoles deberían mirar, y hacérselo mirar ellos también, a esta memorable serie danesa, tomar nota de ella, de la puesta en escena, de la dirección de actores, del argumento sólido, de los personajes creíbles... y sobre todo, tomar buena nota de cómo los autores de Borgen tratan al público como a adultos.

Una historia que no esboza personajes de políticos buenos y malos, ni intenta meterte de manera soterrada ideales rojos o azules; una serie que no te quiere encasquetar en los sesos ideas zurdas con calzador. Sin más, una buena producción con trasfondo muy actual y una trama que se conduce por el mundo de la política y unos personajes humanos, llevados por el afán de poder primero, el dinero después y su partido político o medio de comunicación.

Post Scriptum: Nada de acuerdo con las otras críticas no profesionales que veo por aquí.

Ridícula, marciana, descontrolada, desquiciada, desequilibrada, desproporcionada, desatinada, loca, es esta cinta de Steven Knight (el notas de Peaky Blinders, esa serie tan guay que nunca voy a ver).

Resulta imposible, repito, imposible poder destripar a gusto y como se merece este engendro absolutamente pasado de rosca sin hacer spóiler. Por tanto, me limitaré a reflejar que cuando las cartas se ponen boca arriba y viene el giro argumental, ya es demasiado tarde y estás deseando que se acabe esta ida de pinza; bien porque no puedas bostezar más o reírte más, por mucho músculo (físico, no interpretativo) que se marque Matthew y mucho culito que enseñe.
El tan insustancial como loco papel de femme fatale de la Hathaway... para hacérselo mirar ella o para despedir a su representante.

Una paranoia desquiciada, una tomadura de pelo, un todo vale, una locura, una broma de mal gusto, un sin Dios, una fumada, una ida de olla, un empacho de hongos... del que solo respirarás satisfecho cuando por fin se acabe. Tú sabrás.

Aunque acabe cayendo (¿intencionadamente?) en los tópicos de peli romántica de los que la misma cinta despotrica con mucho humor y mala leche, estamos ante un producto que intenta desmarcarse de la comedia de amoríos tradicional y que endosa aquí y allá, unas buenas escenas cómicas, un montaje espectacular, una fotografía de las ciudades de Nueva York y Los Ángeles alucinantes y una muy buena química entre Timberlake y la bellísima Mila Kunis.

Me queda en la retina la escena inicial, con un montaje desquiciado y técnicamente perfecto, y los títulos de crédito finales. También la carga emotiva de la escena del baile en Times Square y en la estación, al final y la banda sonora.

Muy bien Justin Timberlake, que ya me sorprendió gratamente en La Red Social (qué buena la escena en que se autoparodia rapeando) y los secundarios Woody Harrelson y Richard Jenkins.

Para pasar un buen rato, sin más, pero al menos un producto al que se nota que se le ha puesto esmero.

Miren, ni una cosa ni la otra... Ni obra maestra (ni de lejos) ni la basura más absoluta que se puedan echar a la cara, porque siempre hay una cuidada producción, música, efectos, vestuario, etc.
Es una peli de romanos de Hollywood realizada en siglo XXI, a ver, ¿qué querían? Bastante con que la fotografía y el entorno son bonitos y no se abusa de los efectos visuales generados con laptop.

Por lo demás, guión sencillito y a ratos poco creíble, actores sencillitos y poco creíbles (bueno, bien Jamie Bell, correctito, sin más), excepción de Donald Sutherland que por desgracia para la peli, aparece poco.

Entretenida. Si merece la pena pagar los seis o siete euros en taquilla, eso es muy subjetivo, aunque supongo que en gran pantalla ganará mucho por su riqueza visual y la fantástica banda sonora.

Esto es lo que hay señores, esto es el cine USA de hoy día. No hay más.

Si quieren buenas historias, personajes complejos y de carne y hueso y emocionarse ante una pantalla, vean una serie de TV de la HBO, ShowTime, AMC etc.

Scott Caan, hijo del insigne James Caan, escribe e interpreta en su rol principal esta cinta a la que su director, el desaliñado fotógrafo outsider Patrick Hoelck sabe impregnar de elegante cadencia y ritmo, además de una cuidada imagen y estilos visuales.

Con un metraje reducido y respetuoso con el público que no necesita cintas de dos horas para saber que está viendo cine y aire de producción independiente, Scott Caan realiza una interpretación más que convicente de un joven y seductor escritor de historias románticas de exito, que irónicamente reniega de la existencia del amor y que desciende a los infiernos merced precisamente al verdadero amor.

Película lúcida y sensual a ratos y dramática y descarnada a otros, destacan las breves pero personalísimas intervenciones del "padre de la criatura", James Caan y de Dylan McDermott, el seductor agente literario del protagonista.

Dentro del estilo con que se quiere impregnar la historia, destaca también el breve pero delicioso cameo de Kelly Linch, haciendo de ella misma.

Sin grandes fanfarrias, contando una aceptable historia sin más, Mercy es una buena manera de pasar una tarde de domingo en compañía de nuestra pareja para, tras ver la película, meditar si el amor existe o es solo un mito.