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Críticas de Boss Borot
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
2
9 de febrero de 2018
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ángeles Caídos tiene la peculiaridad de estar planteada como una especie de secuela de Chunking Express, la tontísima película realizada por el mismo director un año antes. No aparecen los mismos personajes, pero la dinámica es muy parecida y se reutiliza a algunos actores, los cuales aparecen en los mismos o parecidos entornos.

Si algo queda claro tras ver las primeras obras de Wong Kar Wai -director que cada vez me resulta más cargante-, es que no le gusta elaborar en exceso los argumentos. Normalmente plantea una premisa sencillísima entre una o más parejas hombre-mujer y los deja moverse en su pequeño universo urbano, sin hacer cosas de gran trascendencia. La primera pareja de Ángeles Caídos está formada por una especie de mafiosos: él es un asesino a sueldo, pero no quiere saber nada del negocio más allá de apretar el gatillo, y lleva el aspecto “administrativo”, encontrado los encargos y gestionandoel dinero. El único nexo de unión entre ambos es un piso destartalado que usan como base del negocio, en el que nunca coinciden físicamente por seguridad. Su único contacto desde hace años es mediante fax o mensajes de busca.

Se da la circunstancia de que, pese a su condición de hampones, ambos son guapísimos, especialmente ella, que parece recién bajada de una pasarela de moda, por físico y vestimenta. Sin embargo, debemos creernos que esta muñequita, en vez de escoger cualquier profesión que le daría casi el mismo dinero que el crímen, de forma más ética y mucho menos arriesgada, prefiere seguir con su sangriento negocio. Apesta a inversímil desde Hong Kong. Pero no sólo eso, sino que se nos cuenta que la chica está locamente enamorada de su socio, al que no ve desde hace años, e incluso es posible -este punto no está muy claro- que haya visto una única vez. Tal es su obsesión con él que incluso escudriña en la basura del piso que comparten para saber qué ha estado haciendo y se abandona a furiosos ataques masturbatorios, profusamente mostrados por Kar Wai. Todo muy creíble también. Él, por su parte, es un nihilista total, y se dedica a vivir al día sin establecer lazos con nadie, ni siquiera su socia. Su profesión sirve como excusa para meter un par de escenas de tiros a lo John Woo.

El otro protagonista masculino está interpretado por el japonés Takeshi Kaneshiro, que en Chunking Express hacía del pagafantas que compraba todos los días una lata de piña como ritual para recuperar a su novia. Aquí interpreta a un mudito (“me quedé así por tomar una lata de piña caducada de pequeño”, dice en un guiño a la otra película) bastante mal de la cabeza, que se dedica a recorrer la ciudad por la noche e irrumpir en negocios cerrados (una barbería, una carnicería, un puestos de helados…), ejerciendo de patrón en ausencia de los dueños. La mayoría de sus clientes lo son por obligación, aceptando sólo sus servicios tras ser amenazados físicamente. Éste es el intento de Kar Wai de hacer comedia, y aunque puede arrancar alguna sonrisa, sinceramente es bastante forzado y fallido. En un momento del film, este mudo se enamora de una amiguita suya aún más loca que él, obsesionada con una tal “Rubia” que le ha robado el novio, y a la que buscarán en un periplo surrealista por la ciudad. También se toca la relación del personaje con su padre, al cual le gusta grabar con una videocámara. Es un hombre sencillo que, pese al afecto que siente por su hijo, es incapaz de entender sus excentricidades.

De Ángeles Caídos hay que destacar, ante todo, que es una película lentísima, de las que consiguen el prodigioso efecto físico de dilatar el tiempo. Cuando aún no había transcurrido ni una hora de metraje, me parecía que había sido hora y media, y el tedio me había atenazado por completo. Es muy raro que me sienta tentado de dejar una película a medias, pero esta vez aguanté exclusivamente para no dejar a medias la crítica. No existe apenas interacción entre los personajes, y la que hay resulta anodina. El asesino se encuentra un día a una ex-novieta pirada a la que no recordaba y la convierte, en pseudoligue permanente, sin mucha motivación y sin que ocurra nada reseñable entre ellos. Las escenas de tiros en las que se ve envuelto parecen casi ajenas a la película, sin enmarcarla en ningún caso en el género de acción. La resolución de los tenues hilos argumentales es anodina, y deja la calidad humana de algún personaje aún peor de lo que estaba al principio.

Así pues, todo falla menos una cosa: la fotografía de, Christopher Doyle, que nuevamente es la verdadera estrella de la película. De hecho, creo que debería figurar como co-autor junto al chino, el primero aportando el espectacular despliegue visual (lo único que vale la pena de las obras que hacen juntos) y el segundo la plúmbea excusa argumental y los risibles diálogos. En Ángeles Caídos el británico supera todas sus colaboraciones anteriores con Kar Wai, demostrando una enorme maestría en la composiciónde los planos y, especialmente en el color, en esta historia integramente nocturna. Nadie que yo conozca fotografía la noche en la ciudad como Doyle. Pero desgraciadamente esto no es un corto de diez minutos que puede sostenerse en la imagen, sino un largometraje con muy poco vuelo.

Los actores son todos guapos y competentes, pero les toca trabajar con un material terrible. Puede destacarse la espectacular belleza de Michelle Reis, quien poco puede hacer por salvar su increíble papel de mafiosa. La vis cómica y el bilingüismo de Kaneshiro también merecían un mejor fin. Ángeles Caídos no funciona como ente individual ni como pareja de Chunking Express, un paralelismo por otro lado simplemente anecdótico, en lo que podríamos llamar “la bilogía del aburrimiento”. La primera historia es más pastelosa y la segunda más ácrata, pero ambas son igualmente plomizas. Aún me quedan muchas obras por ver de Kar Wai, pero voy teniendo claro que es uno de los casos más flagrantes de “estilo sobre sustancia” en el cine contemporáneo.
Boss Borot
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8
8 de febrero de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entré a ver esta película con algunos prejuicios negativos (¡no me importa decirlo!), pero lo cierto es está muy bien. La mayor novedad es que tira por la borda el tono marcado por todas las adaptaciones cinematográficas de cómic hasta el momento (incluso en el primer film), y a casi todos los efectos es una película de mafia. Nos presenta una Gotham City asfixiante y deprimente, en la que la corrupción es la reina y nadie puede confiar en nadie. Los servidores de la ley adquieren un papel casi heroico, en el que su vida pende constantemente de un hilo, y por ello la gesta de Batman y sus aliados (es un film muy coral) transmite un tono especialmente dramático. No se puede insistir bastante: la película tiene mucho más que ver con Scorsese o los directores orientales que con Sam Raimi, o incluso con Frank Miller, adoptando una atmósfera aún más oscura que la de sus trabajos comiqueros.

La representación del Joker ofrecida por Ledger/Nolan es satisfactoria. El personaje está muy bien escrito, y psicológicamente se corresponde bastante exactamente con la figura de los cómics. Es una lástima que, una vez más, se haya desechado su valor icónico y se aleje visualmente del tipo espigado que es desde hace décadas uno de los villanos más inquietantes del mundo del tebeo. No obstante, esta “versión alternativa” resulta válida, y es perdonable el alejamiento del original por el afán de verosimilitud. Uno de los mejores rasgos de este Joker es su querencia por el caos, que consigue encadenando planes elaborados que no obstante, una vez logrados, dan paso al siguiente, sin un fin último más que el dolor y la destrucción. Otro atributo distintivo es una inteligencia psicopática exagerada pero creíble, y la sensación de ir siempre un paso por delante de los buenos.

Hablando de verosimilitud, ésta es para mí la primera película de superhéroes donde todo podría haber ocurrido en la realidad, dejando quizá aparte algunos de los excesos tecnológicos del hombre murciélago, y también la desfiguración del personaje de Dos Caras, a todas luces excesiva; creo que ese tipo de heridas causarían la muerte por infección en cuestión de horas. Todo lo demás se ciñe bastante al mundo real, y los objetivos de los malos son básicamente enriquecerse y matar, como los de nuestro mundo, sin planes estrambóticos ni gadgets que pueden acabar potencialmente con el mundo.

El Batman de esta película me convence más que el de la anterior, pese a esa voz tan peculiar, y su dilema es palpable y comprensible: ha de elegir entre seguir con su tarea de limpieza, incluso siendo odiado por toda una ciudad, o por la retirada y entrega que le exigen sus enemigos. Las escenas de combate cuerpo a cuerpo, una de las partes más difíciles de realizar en cualquier film, son mejorables pero adecuadas, y Christian Bale cumple muy bien con las exigencias físicas del papel.

Pasando a los defectos, el mayor es que una ciudad tan corrupta y deprimida difícilmente podría existir en los Estados Unidos, mucho menos en los del siglo XXI. Una policía tan infiltrada y tomada por la mafia, en la que hasta los más cercanos a los mandos están bajo sospecha, sólo podría existir en un país totalitario, en el que la ley careciera casi por completo de mecanismos para defenderse. No es que no existan ciudades o regiones corruptas en países occidentales (¡Coslada!), pero una situación tan crítica como la que se describe en Gotham sin duda habría propiciado leyes especiales, intervenciones presidenciales y medidas similares, que no dejaran a la ciudad en la situación de indefensión que se describe en el film.

Otro defecto es Maggie Gyllenhaal: en una superproducción de 180 millones de dólares puedes escoger a cualquier actriz del mundo, y es realmente inexcusable que la heroína romántica sea una mujer tan carente de atractivo, tan sólo porque posea un aceptable parecido con Katie Holmes; patinazo de Nolan, aunque por suerte no llega a estropear el tono de la película. También hay que decir que algunos diálogos tienen una complejidad a todas luces innecesaria; he de decir que no entendí nada de la trama del dinero que aparece al principio de la película, ni la historia del bandido que relata Alfred; hay que refinar bien los guiones, que no será por tiempo ni dinero. Tampoco es muy justificable la ausencia de la batcueva (¿demasiado comiquera para Nolan?).

Por último, decir que el éxito comercial de la película es merecido pero sorprendente: Es un film de tono MUY pesimista, que dura casi tres horas (aunque no se hace largo) y con un papel secundario de ese romanticismo normalmente tan necesario atraer al público femenino: advierto que no es una película adecuada para llevar a una cita, a menos que ellas estén dispuestas a aceptar una trama densa, o sean muy fans de Heath Ledger (que en todo caso está irreconocible). Y por supuesto, será un error llevar a cualquier niño menor de 14 años, que casi seguro se inquietará y se aburrirá.

Terminando, pese a las pegas que se le puedan poner, la estructura interna y el ritmo del film son impecables, y conforman una experiencia sólida e interesante, revitalizando un género que tanto lo necesita; por fin una superproducción veraniega justifica su presupuesto, sin extender innecesariamente el metraje ni desperdiciar el dinero en extravagancias visuales que no aportan nada (Piratas del…). Aquí cada dólar está justificado en la pantalla. No es la mejor película de la historia ni mucho menos, pero sí una de las dos o tres mejores del género superheroico, e impecable como gran producción.
Boss Borot
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5
13 de noviembre de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es muy flojita y plagia con muy poco disimulo cosas que Marvel ha hecho mejor. Transcurre en un país exótico que tiene un mineral que no se encuentra en ninguna otra parte, pero no es un plagio porque se llama Eternium en lugar de Vibranium. El país entero está dominado por una banda criminal, sin mayor explicación (??!!). ¿Hay elecciones y al menos un presidente nominal? ¿Es una dictadura, una teocracia? ¿Quién da las órdenes exactamente? Sólo sabemos que son gente «mala» y armada, con una tecnología que nunca se ha visto en el universo cinemático DC (motos voladoras), y ni siquiera se sabe si son occidentales, porque también tienen moritos y negros (pero sí se menciona que están «robando los recursos»).

El tal Black Adam resucita, se pone a matar a todo quisqui sin pensárselo mucho y más o meno ahí acaba su desarrollo de personaje. Está cinco mil años en el futuro y no le interesa lo más mínimo el estado de su país ni del mundo, ni interactuar con nadie; viniendo de la edad de bronce no le sorprende la tecnología, y usa perfectamente el lenguaje del siglo XXI. Sus dos rasgos básicos son «no soy un héroe» y «si percibo a alguien como una amenaza lo mato».

La historia de la corona con poderes y el descendiente del gobernante malvado no puede ser más tópica, se hecho docenas de veces en una variante u otra. La mamá Lara Croft-wannabe y el hijo son personajes planísimos y les dan unos diálogos espantosos, aunque hay que decir que la señora está de muy buen ver.

Lo de la Sociedad de la Justicia es de traca. Los envía a morilandia la negra de Escuadrón Suicida, y eso es todo lo que se cuenta sobre ellos. ¿Qué es la Sociedad, por qué se formó? ¿Por qué no explican que en los cómics su publicación es anterior a la Liga de la Justicia? Una vez llegan al lugar de la acción, su antagonsimo con Black Adam es una premisa intereresante, pero en la práctica tiene menos tensión que un episodio de Pocoyó, y los personajes nunca llegan a funcionar. Te meten a Hawkman en una peli por primera vez en la historia… y no explican NADA de él. No es que yo sea el más puesto en el universo DC, pero al menos sé que el personaje es de otro planeta, un Thanagariano, civilización guerrera que se ha descrito profusamente en los cómics; aquí es un tipo genérico con alas y una maza. Además, ahora es negrata, porque Dios no permita que se estrene una peli de superhéroes este siglo sin un cambio de raza. Atom Smasher, un Ant-Man de mercadillo. ¿El Doctor Fate? Pierce Brosnan está mayor, lo siento, y el personaje tal como se presenta parece una copia del Dr. Extraño, aunque exista desde bastante antes. La mejor de todos, Cyclone, intepretada por la deslumbrante Quintessa Swindell, una de esas mujeres que llevan a los hombres a matar, o a traicionar a su mejor amigo.

¿Qué se puede decir bueno de la peli? Que es entretenida dentro de su desesperada incompetencia, y que visualmente da el pego pese al aspecto tan artificial de todo. Pero tiene cosas de palmearse la cara… algunas frases eran tan malas que resoplé en el cine, cosa que muy raramente hago («su poder sale de su oscuridad»); lo de lo zombis al final salido de ninguna parte… ¿Lo del «símbolo feminista»? Sí, bueno, si fuera tan fácil movilizar a una masa Bolsonaro quizá habría tomado el palacio presidencial estos días. En fin, uno de esos proyectos que salen adelante exclusivamente como vehículos de una estrella, sin ningún tipo de plan coherente detrás. Lo mejor de todo, además de Quintessa, los últimos 30 segundos, claro; incluso parece que John Williams puede haber cobrado alguna regalía…

Por cierto, proyección totalmente mediocre en los Kinépolis de Alicante, con el pixelado claramente visible para cualquier ojo mínimamente atento. Si alguien creía que las copias digitales iba a acabar con los problemas de proyección, debe estar muy decepcionado. Ahora los proyectores láser son supuestamente la siguiente panacea, pero casi siempre hay algún problema de hardware o software que convierte ir a la sala en una lotería.
Boss Borot
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7
9 de febrero de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la peculiar Fargo, los Coen retoman con El Gran Lebowski el estilo de comedia gamberra de Arizona Raising, si bien vuelven a mezclar géneros una vez más. El foco se fija esta vez en Los Ángeles, durante nuestros días. El personaje central es Jeff Lebowski, más conocido como “The Dude” (“El Nota” en la versión española), un auténtico inútil que se dedica a vivir sin dar un palo al agua, no se sabe bien cómo. Eso sí, es muy bonachón, fiel a sus amigos y “se toma la vida con filosofía”. Esta plácida existencia se ve sobresaltada cuando unos cobradores de deudas asaltan su casa, le reclaman un dinero que no recuerda deber y para colmo le arruinan su alfombra favorita. Todo se debe a una confusión: los matones le han confundido con otro Jeff Lebowski, un acaudalado hombre de negocios de la ciudad (el “Gran Lebowski”) cuya jovencísima esposa es demasiado aficionada a las compras. Cuando “the Dude” va a reclamar al otro Lebowski por su alfombra perdida, el millonario no quiere saber nada del asunto y lo manda a su casa. No obstante, pronto volverá a llamarle para que le ayude en un delicado asunto: su endeudada mujer ha sido secuestrada y necesita un intermediario para el pago del rescate. Comienza así una trama entre de humor absurdo e intriga con muchos vericuetos argumentales.

El Gran Lebowski se ha convertido en un film de culto, y hay incluso quien lo considera una comedia clásica, pero aunque es un trabajo estimable, llamarla clásico me parece muy exagerado. Es verdad que tiene momentos bastante conseguidos y que el personaje del “Dude” (el siempre fiable Jeff Bridges) se gana fácilmente la simpatía del espectador, pero la película es muy desigual, y ciertos son aspectos resultan muy poco convincentes. Tenemos el caso de Walter, el mejor amigo del “Dude”, un tío realmente irritante con el que pasa casi todos sus ratos de ocio, jugando a los bolos en un trío completado por el apocado Donny (Steve Buscemi). Puedo creerme que el “Dude” aguante a un amigo tan pesado (todos conocemos casos así), pero no cuando las obsesiones de éste pueden meterlos en problemas serios con la ley o incluso poner en grave riesgo su vida. La trama de suspense tampoco se sostiene mucho: todas las partes implicadas, gente de poder e influencia, parece darle demasiada importancia y confianza al “Dude”, un tipo que, a todas luces, es un verdadero desastre. Si bien es verosímil que algunos quieran usarlo como peón, no cuadra en absoluto que un personaje como el de Julianne Moore, una mujer totalmente racional y calculadora, le encargue ningún tipo de trabajo delicado.

El humor del guión alterna constantemente aciertos y errores. Entre los primeros se encuentra la famosa escena en la que, cuando un arrogante rival de la bolera (John Turturro) pronostica que aplastará al equipo del “Dude”, éste le responde con toda la pachorra “That’s like, your opinion, man”. También tiene su gracia, sin ser desternillante, la dinámica entre el asfixiante Walter y el sumiso Donny. Pero son muchas más las cosas que fallan: la escena en que Walter saca su pistola en la bolera por un asunto totalmente intrascendente parece sacada de Loca Academia de Policía; la banda de los “nihilistas”, que se supone debe ser hilarante, es más bien sosa y tontorrona, y tiene un peso en la trama poco justificado; el recurrente gag de Walter relacionando todos los temas con la guerra de Vietnam naufraga muchas más veces de las que funciona. Un gag en torno a un pulmón artificial ejemplifica lo que falla en el humor de la película: chocante, sí, pero totalmente injustificado y sin valor cómico real.

En El Gran Lebowski veo los Coen un poco perdidos, incapaces de manejar eficientemente los elementos que ellos mismos han puesto sobre el tablero. La escena en la bolera con Turturro es mucho más graciosa que todas las de los nihilistas. ¿Por qué no se explotó más su personaje? Lo mismo se puede decir de un Sam Elliott con unas pintas y un vozarrón espectaculares, que ejerce de narrador, pero que sólo aparece en dos escenas, siendo escandalosamente desperdiciado. Sí es justo reconocer un notorio trabajo visual, con varias escenas fuera de lo común y muy bien rodadas, especialmente la secuencia onírica con su estética de musical, perfectamente lograda. La trama, si bien se sigue bastante bien, se enreda desmasiado, algo inncesario considerando el ligero fondo de la película.

En el aspecto actoral pueden hacerse pocos reproches, con un reparto “triple A”: además de a Bridges podemos ver a Philip Seymour Hoffman como el obsequioso criado de “El gran Lebowski”, a Julianne Moore como su hija (para morbosos: sale totalmente desnuda), y a los “clásicos Coen” John Goodman, Steve Buscemi, Turturro y John Polito, que se presta a un nuevo cameo. El pobre John Goodman se lleva la peor parte, al tener que lidiar con Walter, un personaje deficientemente escrito y demasiado cansino. En suma, se trata de una película agradable pero algo fallida, lo que no quita para que gustara a un público seguramente acostumbrado a comedias más convencionales, sin la pátina de sofisticación y orginalidad de los Coen. Quizá El Gran Lebowski habría funcionado mejor en un formato de miniserie televisiva, con más énfasis en el mundo de los bolos, pero seguramente esto nunca lo sabremos.
Boss Borot
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7
9 de febrero de 2018
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Como haría mucha otra gente, me decidí a ver Thor para poder visionar debidamente documentado la peli-evento Los Vengadores. Por las imágenes que había visto, la factura del film parecía buena, y el hecho de estar dirigida por el shakespeariano Kenneth Branagh la convertía en toda una curiosidad. Además, la particular condición de superhéroe-dios del protagonista se prestaba mucho a una obra espectacular. Una vez vista, puedo decir que se trata de una película muy curiosa: efectivamente espectacular y de agradable visionado, pero con un guión que sorprende por la cantidad de caminos fáciles que toma, como si se hubiera escrito en dos tardes con total despreocupación (¡¡pero que lleva nada menos que cinco firmas!!).

Tras una breve introducción en la Tierra, que nos sirve para conocer a la científica Jane Foster, interpretada por Natalie Portman, viajamos hasta el reino de Asgard, donde se nos relata todo el origen de Thor. La verdad es que la premisa es muy difícil de manejar (el hecho de que toda la mitología escandinava responda a hechos reales casi literalmente, y sus personajes pueden visitar la Tierra), y por ello quiero ser comprensivo, pero hay aspectos resueltos con demasiada ligereza, como veremos luego. En esta parte se nos explica que la Tierra (concretamente Escandinavia) fue invadida en tiempos de los vikingos por una raza de gigantes de hielo, invasión repelida por los asgardianos, liderados por Odín Allfather. En el tiempo transcurrido entre esa invasión y nuestros días, los dos hijos de Odín, Thor y Loki, se hicieron adultos, y ya en el presente presenciamos el momento de la coronación de Thor como nuevo rey de Asgard.

Sin embargo, la cosa se estropea: unos gigantes de hielo rompen la tregua entre planetas (o “reinos”), irrumpiendo en Asgard y tratando de robar la fuente de poder que les fue arrebatada siglos atrás. Thor monta en cólera ante la ofensa y, con un grupo selecto de amigos y su martillo mágico Mjolnir visita el planeta helado, Jotunheim, donde casi causa una nueva guerra. Extremadamente molesto, Odín lo despoja de sus poderes y lo exilia a la Tierra, donde deberá hacerse digno de su linaje o morir. Branagh se esfuerza por crear unas intrigas palaciegas más o menos creíbles, pero parece despreocupado por otros aspectos. Por ejemplo: cuando Thor llega a la Tierra, donde se topa con Natalie y su grupito de científicos, sabe hablar inglés contemporáneo -si bien con los matices cortesanos del cómic- desde el primer momento. No hay la más mínima explicación de por qué puede hablarlo, cuando no habría costado mucho decir que los asgardianos conocen todas las lenguas de los nueve reinos, o que pueden aprenderlas por medios mágicos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Boss Borot
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