Un callejón oscuro donde la supervivencia y la sociopatía conviven en sus sombras. Guillermo del Toro toma el relato y lo acerca a sus pensamientos y estética, con medios y con talento hacemos equilibrio en el abismo del melodrama, no hay grandes giros argumentales, no son necesarios en una historia donde la traición y el beneficio propio son un argumento asumido.
Queda lejos la ambigüedad del Tyrone Power de 1947, y es que aquí las máscaras caen pronto, la ambición es la que dicta el texto y al espectador no le resultará sencillo a qué sombra cobijarse. La magia no existe y el truco se llama codicia.
Me pregunto si Cate Blanchett y Toni Collette han nacido para ser un homenaje viviente al cine… Su presencia ya en sí es un regalo.

'El Buen Patrón' se presenta como un mural donde se identifican fácilmente retratos bien conocidos para muchos. Familiares a nuestro entorno, perfiles que salpican agrio pero que también nos hacen sonreír, ciertamente la senda de la trama conduce al desastre pero no se renuncia a la etiqueta de la comedia.

El guion no juega a sorpresas ni dramas desmedidos, se aplica un crescendo emocional, donde el enredo nos marca el camino. Nace la empatía incluso con las peores decisiones de algunos protagonistas. Vasallos y señores, matices, siempre matices, sol y sombra para cada acción y para cada reacción, incluso el esperpento y casi la caricatura juega al ladrón y al policía con nuestros sentimientos.

Buena película, mejor guion y grandes interpretaciones donde sobresale, por supuesto, su protagonista.

El director retiene su oficio en la descripción humana, en las emociones contradictorias de una situación que pondrá a prueba la conciencia de la protagonista, pero durante ese camino hay frases introducidas, encajadas, diálogos no ajustados en la historia que nos hacen fruncir ceño.
Cuando más preparados estamos para el drama, es en la ultimísima parte de la película donde quedamos cojos de explicaciones, las lágrimas no se secan fácilmente en la trama propuesta, no nos lo creemos, unos escasos minutos no resultan insuficientes para que asumamos la resolución de las sonrisas.
Lo íntimo se difumina y nos perdemos en una rotonda con varias salidas. El aliño no ha salido, agua y aceite. Contar dos tramas es licito, es posible, es un reto, pero ‘Madres Paralelas’ no lo supera.

No me acerco fácilmente a las producciones de Netflix, los musicales me suelen dar pereza y Andrew Garfield no es un actor que me entusiasme. Con este prologo no era fácil acercarse a esta película y el que escribe debe reconocer que siempre es bueno encontrarse con algo que te haga remover prejuicios.
Resistir el atropellado inicio de la película aplicando cierta indiferencia a mi despiste, preocupación ante el histrionismo del actor con apellido gatuno, pero trascurren los minutos y todo va hacia arriba: la concordancia narrativa, la construcción de los personajes, los diálogos, la música; aceptamos ese in crescendo para convertimos en compañeros del desventurado protagonista.
No hay tiempo ni compas para encontrar imperfecciones que las tiene, el entretenimiento va de eso.
El talento recordando al talento, bonito homenaje. Nada más que añadir.

Hablar de buenos actores y fijarse en una personal y efectiva fotografia no nos salva del pozo de la incoherencia narrativa de esta película.
Pronto asoma la sensación es que pierdes el tiempo ante lo que te cuentan. La curiosidad y el interes se pierden facilmente dejando pasar al despiste, la extrañeza y el qué más da.
No se olvida de lo mala que es.