Respetando a quienes les haya gustado Los Últimos Jedi o se hayan entretenido en la sala, hay que decir que estamos ante una película mala, muy mala, con una trama que aburre, un montaje que marea, una línea de interés que va degenerando y un universo que no cuaja, con el que no empatizas y que acaba desquebrajado por el contraste entre presuntos momentos épicos y gags absolutamente fuera de lugar.

Y esto no quiere decir que la peli no tenga hallazgos visuales, o buenas ideas, pero quedan completamente deslucidas bajo un tratamiento infantil y banal más propio de una serie de dibujos que del tono que debería tener esta cinta.

Uno de los síntomas más significativos de la muerte clínica de la saga es que a mitad de la proyección empiezas a desear que se carguen, mueran o se sacrifiquen todos los personajes para poder salir del cine y dedicar tu tiempo a algo más productivo.

¿Pero qué hemos hecho para merecer esto? ¿Es que no fue bastante el refrito de la VII como para que ahora Disney nos cuele este metraje?

Lo realmente alarmante no es que Johnson sea un iluminado, o que se haya equivocado en sus planteamientos, lo que preocupa es que el consejo de dirección de Disney, los productores, asesores y todo el personal implicado haya dado el visto bueno a este proyecto, así como la crítica oficial.

En este sentido, llama mucho la atención reseñas de medios de todo el mundo (entre ellas las del New York Times, The Guardian o The Washington Post) poniendo la película por las nubes, definiéndola como “irresistible, emocionante, innovadora, la mejor de la saga…”. Pero por dios ¿tan larga es la sombra de Disney que es capaz de comprar a todos estos críticos?

Preocupante, ya que estos señores cobran porque se les supone un criterio de autoridad que influye en la toma de decisiones del público y, sin duda, éste ha sido sometido servilmente a los intereses más mercantilistas de la industria.

La gente que está detrás de estas producciones debe pensar que la audiencia se lo traga todo, y que si lee muchas veces que algo es bueno acaba pensando que lo es. Y sin embargo, me temo que muchos de nosotros hemos pasado de la ilusión de la saga original al desconcierto, de ahí al estupor y por último a la indiferencia más absoluta tras Los Últimos Jedi.

Qué bueno, no obstante, es poder constatar que la inspiración no depende del dinero, y que la producción en serie es capaz de ensamblar piezas pero no de crear sueños.