Y es que el bueno de Wilder da un quiebro brutal en los últimos minutos de la película para intentar que ésta entre en la estrecha faja de los finales felices. Tanto, que no puedo creerme esa fe ciega y repentina que profesa Claude Chavasse hacia el amor de su hija Ariane Chavasse con el crápula Frank Flannaga. Ningún padre en su sano juicio bendeciría tal relación, máxime cuando el detective sabía de buena tinta la trayectoria de amores fugaces e infidelidades pertrechadas por aquel, y que con tanta vehemencia había intentando que no llegara a conocimiento de su adorada hija. Además, que hay como un mensaje de que ese cambio en su actitud es para ser un buen padre...¡Perdona! Llámame escéptico redomado, pero ya tienes una edad, querido detective, para creerte eso de que el amor todo lo puede, y que que el bendito amor puede cambiar por completo a una persona de la noche a la mañana. Por lo tanto, el cambio de ese personaje chirría hasta provocar dentera.

Además, no puedo dejar pasar ese final feliz de Frank subiendo en volandas a Ariane al tren en marcha. Puede que sea muy bonito y preciosista, pero esa relación no aguantará muchos asaltos, no con un hombre que lleva toda su vida de amante en amante, y que hace de eso un modo de vida, que lo exhibe con orgullo, por mucho que nos relaten que hubo bodorrio y todo. ¡Qué entre el primer encuentro y el segundo Frank se había olvidado por completo de ella! Lo siento, no me cuadra.

Abramos en canal, vamos a destripar a gusto. Ya el título de la presente crítica representa un anticipo de lo que se va a tratar aquí.

Lo peor de la película, para mi gusto, que hasta el momento me estaba resultando bastante entretenida, y punto de inflexión hacia una caída en picado: cuando Irma la dulce se entera de que Nestor ha asesinado a su propio alter ego, ese aristocrático inglés ideado por él mismo para alejarla del mundo sórdido de la prostitución, y tenerla en exclusividad. Un "crimen" movido por los celos que provoca en Irma un arrebatamiento de sentimientos de tal envergadura que vuelve con Nestor sin pensarlo ni un momento, cuando momentos antes tenía previsto abandonarlo por el supuesto inglés de pega.

Deja un regusto como a comida pegada al fondo de la olla y, por si esto no fuera suficiente, todo lo que viene después es apresurado, forzado y carente de gracia.