Película propagandística con un guion bastante lleno de odio hacia el enemigo comunista y que justifica sin reparos el uso de armas como el napalm (con las que se provocaron más muertes civiles que militares) para "preservar la libertad y la felicidad" del mundo occidental.

Bien realizada y montada... y ahí acaban las alabanzas. Sólo recomendable para cinéfilos completistas de la obra de Ford.

Emotivo trabajo documental que constituye un magnífico testimonio para entender mejor la historia de nuestro país y, por extensión, nuestro presente.

Viéndola he sentido que es una película... necesaria. Vaya mi agradecimiento a todo el equipo responsable.

Probablemente sería bueno llevarla a las aulas y probablemente no se hará porque siempre habrá quien malinterprete las intenciones de la película y la acuse de adoctrinamiento ideológico cuando la película en realidad trata de justicia y derechos humanos y cómo algo tan básico es tan difícil de conseguir en nuestro país.

Estoy convencido de que esta película, vista en 1955, debió de ser llamativa y resultona. Sus efectos especiales con seguridad eran notables entonces para una película en color, pero vistos ahora nos parecerán flojos y si no hacemos un esfuerzo de contemporización nos producirán la risa. Pero vamos, por comparar con algo más cercano al año de estreno, no son peores que los de la serie de televisión Star Trek, de 11 años después.

Para mí lo peor de la película radica en la propia historia y es que la pareja protagonista... en realidad son espectadores metidos en la pantalla. Nada de lo que hacen o dicen altera en lo más mínimo la evolución de la trama, por lo que terminan convertidos en meros floreros.

Los platillos volantes estaban de moda en el cine de años 50 pero ya no producen la misma curiosidad en el público de hoy en día (supongo que eran las "fake news" de entonces, fuente de numerosas hipótesis fantasiosas). La recomiendo sólo para amantes de la ciencia ficción con afán completista.

También es verdad que del subgénero de platillos volantes de aquella época sólo me atrevo a recomendar "Últimatum a la Tierra" (1951), "Invasores de Marte" (1953) y "La Tierra contra los platillos volantes" (1956).

Muy estimable película de Sam Wood, que parece salvar sin problemas las dificultades de los primeros años del sonoro y trasladar eficazmente nuestra mente al Egipto de comienzos del siglo XX.

Película de aventuras con toques de melodrama o quizás al revés, así como una buena dosis de humor y erotismo (gracias al Hollywood pre-Hays), con una adorable Myrna Loy y un convincente Ramón Novarro que llenan la pantalla de seducción y glamour.

Una entretenidísima película que nos hace pensar en los límites del honor, la pasión, las diferencias culturales y hasta los modelos de mujer que proponía Hollywood, rompedores para su época y quizás en más de un aspecto anticuados para la nuestra.

Muy poco conocida (en el momento de escribir estas líneas ni siquiera llega a 5 votos en FilmAffinity) pero sin duda también una película muy recomendable.

Si partimos de un guión no demasiado interesante, lo ponemos en imágenes con planos-secuencia tan eternos como innecesarios y lo aderezamos con un montaje confuso y unos personajes que entran y salen de escena aportando escasa información a la trama cada vez y dejando al espectador en un supuesto "suspense" (demasiada categoría tiene esta palabra para describir lo que quiero decir) tenemos como resultado Road to Nowhere.

Hay muchas películas que juegan a dar fragmentos del argumento a menudo descolocados para que el espectador recomponga el puzzle y esta es otra más, pero es que en ningún momento de la película da la impresión de que tal esfuerzo merezca la pena.

Si a eso añadimos que, con la excusa de "homenajear", se incluyen secuencias de El Espíritu de la Colmena, El Séptimo Sello y Las Tres Noches de Eva, así como referencias en los diálogos a Casablanca y En un Lugar Solitario... en un intento de dar un aura de calidad al producto, pues comprenderán que a un amante del cine clásico como yo todavía le moleste más el resultado.

Créanme, si disponen de 2 horas libres (algo más, ¡sigh!) y no saben que hacer con ellas, empléenlas en algo más productivo, como pasar la aspiradora.