Esta historia que ronda en torno a la vida de Mingo y su discapacidad, que en un mundo de personas normales tarde o temprano resultaría sumamente peligroso para él. Todo esto en pleno despertar de su adolescencia y agudizándose con la inocencia natural producto de su ligero retraso mental, fue el ojo del huracán de un pueblo –como los hay muchos- perseguido por sus propios demonios. Un pueblo que con mingo encontró el claro perfecto donde librarse de su basura y salir corriendo en seguida. Este noble personaje que al final de cuentas quedaría totalmente expuesto y vulnerable, por no tener la capacidad y mucho menos los argumentos de enfrentar cuanta acusación le hicieran; una vez que los principios y códigos morales de todo el pueblo comenzaran a buscar desaforadamente donde descargar sus culpas y con esto limpiarse, para comenzar de nuevo con cada una de sus ejemplares vidas.

¿Quien diría que de cualquier hogar de nuestro peculiar país, pudieran salir buenos y por demás entretenidos guiones para una película? Esto lo deja ya bien confirmado el joven director tijuanense Gilberto González Penilla en su largometraje: los hámsters. En donde hay tantos protagonistas como integrantes de esta por demás común familia, de una Tijuana que por fin hablo para decirnos que no solo tiene la frontera como mediáticamente solíamos conocerla.
La historia comienza con el despertador desde muy temprano, entre peleas por el baño y saqueos de dinero a los pantalones del marido. Rodolfo y Beatriz, padres de Juan y Jessica, son los cuatro puntos cardinales de esta divertida brújula familiar desorientada, que con un exagerado cinismo nos divierte antes de reprenderla por temas como la desunión familiar. Pero, ¿Por qué nos reímos con los hámsters?, acaso no hemos escuchado ya, eso que dicen: “el que solo se ríe, de sus diableadas se acuerda”. ¡Y es precisamente eso!, que a través de esta película, mas de uno nos vimos reflejados en este monologo cinematográfico.
Una vez mas por medio del cine, fuimos honestos al aceptar con nuestras risas: que estudiamos en el transporte publico antes de los exámenes, que nos negamos el uno al otro cuando alguien tuvo que estar en la escuela y el otro en el trabajo, que no realizamos nuestros pagos a tiempo y que estamos preocupados porque la paternidad nos llego entre pintas y churros de mota. Pero, ¡Que importa ya todo eso! no le debiera preocupar a esta singular familia, ya que como termino un día, acabara el otro, con batallas contra la edad de Beatriz, empeños de prendas de Rodolfo, teléfonos táctiles de Jessica, porros de Juan y apagones en la cuadra.
Una cinta fresca y esperanzadora, al darse cuenta que esta nueva oleada de cineastas mexicanos, no se están rompiendo la cabeza con temas complejos y también apuestan por historias sencillas, y con esto, dejando cada vez mas atrás esa vieja crisis del cine mexicano que eran: los guiones. Mas sin embargo, no todo esta chido en los hámsters, y hay varios puntos que reprocharle, supongo, pero eso que lo haga alguien mas, la película me hizo el día y fue como un dulce recreo mental hogareñamente cotidiano.
Visiten a esta familia y olvídense de los problemas del país, -si es que estaban preocupados- ya que esta ellos los contagiaran de su muy marcada y divertida indiferencia hacia esas cuestiones. Yo por lo pronto seguiré en la jaula de los hámsters corriendo y divirtiéndome en la ruedita sin llegar a ningún lado.