Trama intrigante y oscura. Una casa de muñecas dentro de otra, como una enorme y cuadrada Matriuska. Nos asomamos a las ventanas para observar qué está pasando y quién está manejando a los pequeños muñecos.

La música es un personaje más, incluyendo la intro en que cada vez es diferente. A veces es romantica y pausada, evocadora y tierna, otras veces rebelde y perturbadora. Los acordes acompañan a los personajes. Camille se traslada a otro mundo (oscuro) gracias a ellos y eso nos ayuda a comprenderla mejor.

Mujeres imperfectas que dominan toda la acción y en extensión a todo el pueblo ¿Malas o sólo oprimidas?. Tal vez censuradas por ellas mismas. Mujeres llenas de palabras escondidas, secretos inconfensables y advertencias.

América sofocante pero a la vez sombría. Herencias malditas traspasadas. La "parte mala" de la familia, su lado malsano. La oveja negra frente a las raíces podridas.

Creo que esta película es inclasificable. No es una novela negra pero hay un asesinato. No es la típica película de un caso policial, pero hay tios vestidos de poli y un caso sin resolver. No es comedia pero hay puntos de humor. No es un drama pero lloras. Es todo y nada a la vez, una sutil contradicción.


Lo mejor. El agrio papel de Frances McDormand. El guión. El odio, que es el eje de la pelicula. La culpabilidad de una madre.

Lo peor. NADA

Nostálgica. Visualmente hermosa. Adaptable a todos los gustos: peli romántica, de acción, ciencia ficción y thriller de espías.

El loco es el único ser humano feliz.

El proceso antinatural de Arthur está representado en cómo sube las escaleras, le cuesta ir contracorriente y dar la espalda a su verdadero yo, camuflado entre las sonrisas que debía fingir y las pastillas que le obligaban a tomar. Cuando Arthur siente algo por primera vez es cuando mata a esos hombres trajeados. Por primera vez siente que es ALGO. Siente que existe. Ahí es cuando comienza su aceptación. Deja las pastillas y da rienda suelta a su verdadero yo. Baja las escaleras como Joker y ahora todo le viene de cara porque es su naturaleza y no hay nada malo en ella (vale, si que lo hay, pero qué cojones, nos encanta).

No hay nada más verdadero que la certeza psicótica.