Quítate la cinta del pelo
sacúdelo, déjalo caer
se extiende suavemente sobre mi piel
como una sombra en la pared.

Ven y tiéndete a mi lado
hasta la primera luz del alba.
Todo lo que quiero es tu tiempo.
Ayúdame a pasar la noche.

No me importa lo que está bien o mal.
No quiero intentar entender.
Que el diablo se lleve el mañana
porque esta noche necesito una amiga.

El ayer está muerto, ha pasado
y el mañana aún no se ve.
Y es triste estar solo.
Ayúdame a pasar la noche.

Señor, es triste estar solo.
Ayúdame a pasar la noche.


Es la única canción que suena durante una película, la única que compone su banda sonora.
La única que escuchamos en Fat City. Y es suficiente.

Cogí esta película hace un par de días en la biblioteca y si he de decir la verdad me llamó la atención que saliera Jeff Bridges (el último ganador del Óscar al mejor actor) así que me la llevé para casa. Creo que es la primera vez que he visto una película tan cruda, tan real, tan puramente cierta. Y eso es lo que hace que se te revuelva un poco el estómago al pensar que tú también puedes acabar como los actores que la protagonizan. Que tú también puedes ser un solitario fracasado al que las pocas ilusiones que le quedan se le chafan día a día.

Magnífica.
Muy muy recomendable.

Menuda sorpresa me llevé con esta película de ciencia ficción que nos traslada a una ciudad oscurísima en la que hay un submundo de calvos a lo Fringe conocidos como “los ocultos”: unos cabrones capaces de parar la ciudad adormeciendo a sus habitantes para así alterarles la existencia por completo.

Me cuesta explicar con exactitud mis motivos para darle un 8, pues tampoco es que haya actorazos o que la sucesión de acontecimientos sea inesperadísima, simplemente es una buena peli de estética noir cyberpunk que no abusa de lo romántico ni de las hostias y que tiene un trasfondo mucho más chulo y estructurado que, por poner un ejemplo, la sobrevaloradísima Origen de Nolan.

Estamos ante una obra casi maestra muy olvidada con unos efectos especiales del copón (sobre todo con los últimos planos de la ciudad) que pasó de puntillas al lado de Matrix y que deja una sensación de extrañeza y desasosiego semejante a Momo de Michael Ende. Muy muy recomendable. Os sorprenderéis tanto como yo.

Es una de las películas más bonitas y sencillas que he visto en muchos años.

Cada plano, cada personaje es tan entrañable que provoca una sonrisa en tus labios.

El director demuestra que a veces una buena idea vale por sí misma, que no hace falta mucho dinero, ni actores muy famosos, ni muchos efectos especiales, sólo la ilusión por contar una buena historia.

Me parece increíble, alucinante, asombroso, fascinante e incontables epítetos más, que Stanley Kubrick pariera está magnísima obra en el 68, hace 45 putos años. Resulta impensable que con medios técnicos de finales de los 60, -ordenadores que ocupaban una habitación entera- fuera capaz de rodar estas tremendísimas imágenes del espacio y del infinito en un viaje lisérgico portentoso y que se merece estar en todas las listas de “películas que debes ver antes de morir” del mundo.

Dividida en tres actos, narra la odisea del hombre desde el principio más animal hasta el final más intangible, todo ello a un ritmo pausadamente necesario que me dejó perpleja mientras pensaba en cómo archivar en mi memoria las pocas pero subyugantes palabras que se pronuncian junto con la inmensa poesía visual que cada respiración, cada plano y cada silencio concede al espectador.

“Si puede ser escrito, o pensado, puede ser filmado”. Nadie lo pudo decir más claro ni lo pudo hacer mejor que Kubrick. Me arrodillo a sus pies.

Déjate llevar por el silencio.
Déjate envolver por las miradas, por los gestos, por las señales.
Sigue las pisadas. Busca en las sombras. Sumérgete en lo más profundo de tu corazón e intenta encontrarte. Intenta descifrar la realidad. Intenta conocer el amor, la felicidad, el significado de tu vida. Encuentra tu lugar en el mundo.

Imágenes poderosas, envolventes, sutiles. No hace falta nada más, no es necesario que nadie diga nada, pues a veces las palabras lo que hacen es romper la magia, quebrar el silencio, cuando éste es el único que tiene algo que decir.

Todo esto es Hierro 3.
Todo esto más tu propia percepción, más tu propia mirada, yo sólo he dado la mía.