Funciona por acumulación pero funciona muy bien. El bullying escolar no es más que el telón de fondo de donde emerge lo importante, la historia de amor. Dos personajes marginados son individualizados, recortados y elevados sobre la muchedumbre china. El último tramo muta a thriller romántico con una serie de minigiros argumentales francamente emocionantes. Tras los créditos hay un epílogo importante.

Relato hiperbólico, exagerado. Pretende ser frenético pero es más bien atropellado. Cuenta hechos ya muy asumidos por lo que parte con la aquiescencia del público. Algo así hubiera sido necesario hace veinte años, ahora es redundante. Por salvar algo, el esfuerzo interpretativo de Antonio de la Torre.

Sin ser yo nada fan de los anteriores trabajos de Joanna Hogg, esta Eternal Daughter me ha encantado, y el verbo encantar es muy apropiado. Para empezar hay un cambio de registro respecto a los Souvenirs. Estamos de lleno en el terreno de lo fantástico, cercando y jugueteando con el terror pero finalmente prescindiendo de él, quedándose en la atmósfera y, sobre todo, en el misterio. Un misterio que finalmente se resolverá de la forma más simple, simple por bien, porque todo queda explicado en un plano.

Una hija y su madre (ambas Tilda Swinton) van a pasar unos días a un hotel en medio de la nada donde la madre pasó temporadas hace mucho, cuando el hotel era mansión de una familiar. El propósito de la hija es escribir allí un guion (es cineasta) sobre su madre. Un propósito que se está viendo impedido por las turbulencias del lugar más las personales.

Y así, sin mucho más, avanza la historia, con diálogos entre las dos en rigorosos y remarcados plano-contraplano y noches sin dormir por lo inquietante del entorno, con pequeños acontecimientos que se repiten día tras día mostrados con un casi perfecto minimalismo, que es el sello estilístico de esta película, y que traslada al espectador la turbación y el conflicto interior de la protagonista.

Es curiosa la similitud con El resplandor de Kubrick. De hecho la elección de la misma banda sonora, de Béla Bartók, no puede ser casual.

Dentro del armazón del viaje, de los códigos de la road movie, Winterbottom y sus actores se las arreglan para colarnos mucho más. Casi, exagerando un poco, a lo tonto a lo tonto y si miramos un poco por encima de lo que aparentemente son banales conversaciones para amenizar un viaje, la película da un repaso importante a la vida de los dos personajes/personas. Y nos habla del éxito y del fracaso, del paso del tiempo y su influencia, de los celos profesionales (y de los otros), de la vida familiar, de la estabilidad vital como mediocridad (o no), hasta de la muerte en una memorable escena.
A esto hay que añadir la interesante dialéctica que surge por el hecho de que los actores se estén autointerpretando (¿imitando?).
Todo con la gastronomía como macguffin y en un tono cómico y ligero de conversaciones así a bote pronto en apariencia intrascendentes. Excepto el final.... (spoiler)

Lo mejor: la canción de Abba
Lo peor: el final

¿En qué piensa Jeanne Dielman cuando se levanta?

¿En qué piensa cuando se pone la bata y por qué no se abrocha un botón?

¿En qué piensa Jeanne Dielman cuando prepara el desayuno? ¿Y cuando lo toma? ¿Le gusta?

¿Y en qué piensa cuando hace sopa, o patatas, o filetes?

Porque algo piensa ¿Pero en qué?

¿Qué piensa Jeanne Dielman de su hijo?, ¿y del hijo de la vecina?, ¿y de los hombres con los que folla? ¿Le gusta a Jeanne Dielman su hijo, o el de la vecina? ¿Le gustan esos hombres? ¿Le gusta follar a Jeanne Dielman? ¿y por qué… (en SPOILER)

¿En qué piensa Jeanne Dielman cuando anda por los pasillos de su casa? ¿Por qué no tiene tele, ni teléfono? ¿Le gusta su casa, su ropa, sus muebles?, ¿le gusta su vecina, su hijo, su vida?

¿Por qué está sola Jeanne Dielman?

¿Y en qué piensa al final del día cuando se acuesta? Porque algo piensa ¿Pero en qué?


¿Pensaría Jeanne Dielman que sería elegida la mejor película de todos los tiempos? ¿Sonreiría si lo supiera?