Sin palabras, una de las películas que más me ha impactado. Supongo que porque la ví solo, un dia entre semana en un cine de Callao (Madrid), y en ese momento no tenía novia, con lo cual la película alimentó mis fantasías amorosas y mi nostalgia de compañía femenina.

Vibrante de inicio a fin. Bonita historia de amor en medio de una tragedia, entre dos seres libres que se encuentran desgraciadamente en el peor momento posible, y que conectan inmediatamente, viviendo momentos indescriptibles como dos adolescentes enamorados que se salvan mutuamente al conocerse, hasta que la tragedia se consuma y hunde con ella los sueños de miles de desafortunados pasajeros víctimas de la discriminación clasicista típica de los nobles y burgueses británicos de la época.

Amor, discriminación social, libertad, océano y tragedia se unen en este clásico imprescindible, por lo menos para mí. Soñé con Kate Winslet....................

Realmente esta Carmen salvaje, atrevida, egoísta y traidora, consigue seducirte y a la vez sacarte de tus casillas. Da gusto ver a Paz dotando al personaje de una sensualidad, desparpajo y naturalidad que pocas actrices podrían conseguir. Y el pobre soldadito Sbaraglia, amparado en la fidelidad a sus nobles ideales, y en el fervor que siente por esta yegua indomable y pendenciera, se deja embaucar por ella, arruinando su vida, pero al mismo tiempo consiguiendo vivir experiencias que dificilmente hubiera experimentado si no hubiera conocido a esta mujer de gran personalidad.

A veces te preguntas por qué el soldadito no la manda a freir pimientos, dada su escasa integridad como persona, y te das cuenta de que él es débil y manipulable, y sobre todo que la quiere y la admira a pesar de que ella no es de ley. Que ingenuo resulta el amor ciego.

Película de sangre y fuego, ambientada en una Andalucía ocupada por franceses y bandoleros.

Película bastante interesante y entretenida, que a ratos te deja perplejo y llega a asustarte realmente. Y es que muestra dos caras bien contrastadas de un ser humano. Por un lado la sublimidad, inteligencia y disciplina que supone ser un músico reconocido y exigente consigo mismo y con sus alumnos, y por otro la vertiente pasional y visceral de un ser cuyos impulsos sexuales se han desviado hacia tendencias controvertidas, cayendo en una degeneración enfermiza que dota a la película de situaciones moralmente comprometidas.

Cine directo y sin tapujos, que nos invita a contemplar lo que muchas veces no queremos ver de nosotros mismos: nuestro lado mas oscuro. Pero ahí está la música como contrapunto y via de escape a esa oscuridad. Precioso contraste, y muy humano.

La verdad que es una de esas películas que te tocan la fibra sensible, al ver como ese personaje cándido e ingenuo, es adorado sobre todo por las mujeres que se cruzan en su camino, por su inocencia, por su naturalidad y expontaneidad, y su atractivo, claro. Ojalá no hiciera falta enfermar de esa manera para que la mayoría de nosotros fuéramos tan inocentemente especiales y menos malvados. Y es que a pesar de su enfermedad (me recordó a memento), y sus limitaciones, dicho personaje y las situaciones que vive en esta película, son de lo más original, divertido y erótico que puedas ver en una pantalla. Para gente que aún conserva un poquito de sensibilidad. Preciosa Irène.

Mundos marginales, que esconden en su interior un caudal inmenso de cultura, tradición y sobretodo, fuertes sentimientos que se avivan gracias a las dificultades. Gente que SIENTE y que sabe disfrutar a pesar de su difícil porvenir, pero ante todo, gente que sabe amar de verdad, sufrir como nadie, y disfrutar de las pequeñas cosas que les da la vida (como el protagonista con su querido y malogrado pavo).
Luces y sombras de un peculiar mundo, con una personalidad marcada por su marginalidad. Más luces que sombras, ya que tras el velo de la pobreza y el estilo de vida austero de los gitanos, se esconde el trasfondo de un pueblo mágico, pasional, con una cultura y tradición ancestrales. Es envidiable la intensidad con la que vive esta gente, y la energía que surge entre sus chabolas.

En tiempos de crisis, todos comenzamos a valorar lo que de verdad merece la pena, y solemos unirnos más, desechando las cosas inútiles que no podemos comprar, ya que no tenemos dinero. Y ocurre que descubrimos que nuestro mejor activo somos nosotros mismos las personas que tenemos al lado, no lo que tenemos.