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España España · Madrid
Críticas de TGsiTG
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Críticas 11
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
8 de agosto de 2014
30 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
El pasado 29 de junio llegó a las pantallas norteamericanas uno de los estrenos más esperados del verano. Con "The Leftovers", HBO incorpora a su repertorio de ficción una curiosa mezcla entre misterio, drama familiar y sci-fi basada en el bestseller del mismo nombre de Tom Perrotta y contando para su adaptación con uno de los padres de "Lost", Damon Lindelof. Este hecho, a parte de suscitar una considerable expectación por comprobar cómo se las arreglaría Lindelof en el cable, ha congregado de nuevo ante las pantallas a todos aquellos espectadores que hace años comenzaron un viaje de no retorno a la isla más famosa de la televisión.

Las comparaciones con la serie de ABC no tardaron en llegar, un capítulo piloto que cambia los osos polares y las selvas por ciervos y barrios residenciales y presenta un Locke urbano que usa un rifle en vez de cuchillos, incitan a ello y ponen de manifiesto que la sombra de la Isla es alargada. Sin embargo, las similitudes parecen corresponderse más con una seña de identidad (como ya ocurriese con otras series) que con lo que podríamos denominar un "Lost" 2.0. "The Leftovers" se desmarca de la serie de ABC en formato, duración y narrativa, apostando por crear un misterio de dimensiones descomunales a fuego lento.
Pero, ¿qué ocurre en The "Leftovers", cuál es ese gran misterio? El piloto, de casi hora y media de duración, comienza poniéndonos en situación, tras la aparición del rótulo “14 de octubre” vemos una serie de situaciones en las que la gente comienza a desaparecer, sin embargo, la serie se aleja rápidamente de ese caos e incomprensión y con un nuevo rótulo nos lanza al vacío en el que se encuentra el mundo tres años después de ese acontecimiento inexplicable.

Lo que sigue a continuación son una serie de personajes cuyas relaciones se plantean despacio, un puzzle cuyas piezas esbozan un fresco social caracterizado por la apatía, el recuerdo de los que se fueron y una inevitable sensación de deriva. Entre los personajes protagonistas hay de todo y en un primer momento parece el aspecto menos trabajado de la propuesta, familias desestructuradas, en las que el padre se da a la bebida y las adolescentes tienen amigas rebeldes deslucen al generar la sensación de “esto ya lo he visto antes”. Por suerte, es en el suspense de su trama general donde "The Leftovers" parece tener su mejor baza. La aparición progresiva del grupo de fumadores impolutos, mitad fans descarados de "Funny Games", mitad club de drugos buscando bronca, tiene la suficiente fuerza narrativa como para que queramos saber más. El misterio parece centrarse en lo cotidiano, asumimos (aunque nos duela) que no descubriremos dónde se fue ese 2% de población mundial y nos dejamos arrastrar por el drama individual y social, en detrimento de la ciencia ficción ¿qué sería del mundo tras un Apocalipsis tan peculiar? ¿qué nuevos grupos religiosos surgirían? ¿que sería de los que se quedaron? son las preguntas que se corresponden con el verdadero misterio.

Este planteamiento ni es un hecho aislado ni surge como un Mesías de las aguas de la ficción internacional. Desde hace varios años, cine y televisión parecen sentir especial preocupación por el Apocalipsis personal, por la distopía presente, por un fin del mundo que ya no es sólo físico, sino moral y ético. En este sentido "The Leftovers" se distancia de referentes temáticos como "The 4400" y vuelve su mirada a producciones más recientes como "Black Mirror" o "Les Revenants", producción francesa que en ocasiones parece la otra cara de la moneda de la serie de HBO. "Les Revenants" nos habla de gente muerta que vuelve por un hecho inexplicable, "The Leftovers" propone la desaparición inexplicable de un porcentaje importante de la población mundial. En ambas, el misterio que podrían suscitar ambos acontecimientos queda relegado a un segundo plano, lo que importa es cómo los protagonistas afrontan una situación de tales características. La apatía, el desconcierto y las nuevas formas de fe son los protagonistas en ambos casos y ponen de manifiesto que el género de ciencia ficción está experimentando, no tanto un cambio de temáticas, como un cambio en la forma de expresión y ejecución de las mismas.

A día de hoy y con varios capítulos más en nuestra lista de visionados, vemos cómo "The Leftovers" continúa jugando cartas similares, algunas bazas son agresivas e incómodas, otras están cargadas de un extraño vacío existencial que parece contagiar a la narrativa. Sin embargo, nos dejamos arrastrar sin saber bien qué buscamos, con la esperanza de que el puzzle empiece a encajar y, al mismo tiempo, deseando que no lo haga, debatiéndonos entre creer con fe ciega o limitarnos a fumar y mirar sin profundizar. A los misterios de la trama parecen unírsele otros de igual dimensión, ¿sobrevivirá la serie a su primera temporada? ¿quedará como una serie e culto? ¿pasará sin pena ni gloria entre las producciones de HBO? Sean cuales sean las incógnitas de "The Leftovers" y su posibles (o no) soluciones, la oportunidad merece la pena.

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7
17 de julio de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Querido amigo, hoy quería hablarte sobre una película que vi hace unos días. Aquí (por eso de que hay que traducirlo todo) han decidido llamarla "Las ventajas de ser un marginado" y, para que te hagas una idea, la calificaría como un nostálgico drama adolescente que intenta mirar más allá de los tópicos de las películas de instituto. Antes de darte mi opinión, quiero que sepas que no he leído el libro en el que se basa y que tiendo a confundirme con la promoción previa de algunas películas hasta el punto de que aún hoy pienso que la cartelería de "Spring Breakers" y la película en sí pertenecen a mundos diferentes.

Dicho esto, puedes hacerte una idea de lo que pensé en una primera aproximación: pompones de cheerios, cascos de quarterbacks y, por qué no, algún número musical adicional en el que el marginado protagonista cantase las ventajas de serlo al ritmo de un clásico de los ochenta (a ser posible en el campo de fútbol de la escuela, gradas incluídas). Sin embargo, algo en todo esto quería ir un poco más allá, como si no se conformase con adoptar el punto de vista del loser, como si solo coqueteando con el drama intimista, lograse tomarse en serio a sí misma y abandonar el encasillamiento propio del género. Pero amigo, somos lo que somos, y aunque evitemos algunos tópicos, existen otros tan arraigados que nos vemos incapaces de suprimirlos, ¿te he hablado alguna vez de aquel maravilloso profesor de literatura que me animó a escribir y vio en mi cosas que yo era incapaz de ver?

Bromas a parte y pensando sobre el papel, "Las ventajas de ser un marginado" parece guiarse por una suerte de manual titulado “Cómo hacer una peli indie” que acompaña a determinados tipos de producciones desde "Little Miss Sunshine" o "Juno" (o puede que antes pero no se me da muy bien hacer memoria). Es decir, tanto los Smiths en la BSO, como las referencias a películas de culto como "The Rocky Horror Picture Show", se convierten en requisito indispensable (y no seré yo quien me queje). Pero en un sentido un poco más amplio, las pautas del “manual” también parecen aplicarse a la forma, pues el drama se trata de una forma relativamente sutil, con delicadeza pero sin banalizarlo (quizá te recuerde a Juno), somos conscientes a medida que Charlie lo va siento, creciendo en intensidad a la par que la adolescencia se convierte poco a poco en madurez.

Y es precisamente eso lo que me ha incitado a escribirte esta carta. La sensación final que me dejó la película, esa mirada nostálgica, ese momento entre la adolescencia y la juventud en el que nos sentimos infinitos y queremos que se prolongue para siempre. Esa amistad que abordo de camionetas y cintas de radiocasete trasciende el tiempo y los problemas.

P.D: casi se me olvida, pero no podía acabar sin señalar la actuación de Ezra Miller. Yo no le conocía pero a partir de ahora voy a seguirle la pista (creo que a ti también te gustará, es imposible que no lo haga) A quién supongo que sí que recordarás es a Emma Watson, ahora convertida en el ejemplo de cómo se puede ir más allá de los papeles de la infancia sin necesidad de bolas de demolición.

Creo que eso es todo de momento, espero tu respuesta.

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TGsiTG
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6
16 de julio de 2014
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Una finca, una familia numerosa y peculiar, un acontecimiento para celebrar, intereses personales, la vuelta del hijo pródigo, intenciones enmascaradas y humor, mucho humor. Lo que parece la premisa de la película de Saura a la que hace referencia el título, se corresponde en este caso con el último largometraje de Sánchez Árevalo y se mezcla además, con referentes del cine clásico americano y con algunas de las convenciones de las comedias estadounidenses actuales.

Una especie de ensalada en la que no falta el “ingrediente Arévalo”, una seña de identidad que acompaña al director madrileño desde 2006 y que acabó por consolidarse en "Primos". Sin embargo, "La gran familia española" no arriesga, o al menos no demasiado, Arévalo sabe cuáles son sus cartas y las juega sobre seguro, de forma cauta hasta que logra anotar el tanto ganador antes del final del partido, en una escena de montaje que más bien parece un peloteo rápido y que sacará más de una sonrisa.

Pero, aunque la premisa resulte atractiva, los personajes carismáticos e interpretados por un reparto que por experiencia sabemos que no decepciona, el ritmo ágil y el final sorpresivo dentro de lo planteado; hay algo que falla, algo que impide el paso de lo correcto a lo genial, como si de los siete hermanos de la película americana solo pudiésemos aspirar a cinco, cuando la trayectoria de Arévalo indica lo contrario y le sitúa en el momento justo para mirar más allá de sus propios códigos.

Estamos ante un tipo de cine que hace taquilla, un cine español que gusta en España (cuando es ese precisamente el reto que parece más difícil de conseguir) un cine que puede aprovecharse de su situación y trascender en vez de solo esbozar. Puede que en este sentido "La gran familia española" sea un preludio de lo que el humor de Sánchez Arévalo puede llegar a ser, la consolidación de un estilo que se relacione con los maestros del género en nuestro territorio y que al mismo tiempo sea capaz de romper tópicos, tanto de nuestra realidad social como de los asociados a nuestro cine.

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8
16 de julio de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La colmena trabaja incansable por el bien común, sus habitantes tienen clara su labor y en su mundo nada es cuestionable. La colmena, a diferencia del rebaño, tiene una reina.

Pero en la colmena de Erice algo es diferente, un espíritu sigiloso que no todos pueden ver, recorre las calles sin vida de un pueblo castellano, agita suavemente los encinares y reside en los páramos inhóspitos de la Meseta. Es el espíritu del cambio, enterrado por muchos y olvidado por otros que necesita de una mirada inocente, de una mirada nueva y sincera, que pueda descifrarlo y traerlo de vuelta. Por suerte, el espíritu cuenta con la ayuda del cine, ese cine que llega esporádicamente con ilusiones y que lo que hace es despertar conciencias, cambiar miradas para siempre, iniciarnos como a Ana, en ese viaje sin retorno hacia la edad adulta.

Y es que, todo depende de la luz que ilumine las cosas porque, aunque la colmena actúe como un todo, el panal contiene en su forma muchas ópticas diferentes y quizá solo se necesite el atrevimiento de mirar distinto, de correr sin rumbo, de mirar para otro lado antes de dormir, de callar a modo de grito, para ver las cosas tal cuál son.

En un tiempo y en un lugar en el que las preguntas se hacían susurrando, Ana termina reafirmando su identidad a pesar de todo y de todos, para ella misma, no importa la colmena, “ahora el señor José tiene ojos, ahora el señor José puede ver”.

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TGsiTG
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8
16 de julio de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Madre e hija. Piano y violonchelo. Madurez e infancia. Dos melodías que crean una sonata de resultado complicado. Dos tonalidades condenadas a enfrentarse.

En "Sonata de otoño" Bergman plantea el drama familiar de las relaciones maternales y nos introduce en el torbellino de palabras calladas, de inseguridades, de carencias afectivas y de egos altivos en el que se encuentran ambas protagonistas. Por un lado encontramos a una hija que invita cordialmente a su madre a su casa después de siete años sin que ambas se reencuentren y con un pasado de silencios a sus espaldas. Por el otro, tenemos a una madre, pianista profesional y para la que la familia no parece ser una prioridad.

Dicha situación actúa como punto de partida para que ambas se enfrenten a sus carencias y a su pasado, a sus miedos que son similares pero en momentos diferentes. El filme de Bergman es una composición que empieza pausada y que poco a poco adquiere un ritmo frenético que alcanza su clímax orquestal cuando la hija relata sus momentos más duros de la infancia y nos deja ver las carencias afectivas a las que estuvo expuesta. Los silencios de esta melodía a dos voces se quiebran y el espectador solo puede esperar con impaciente tristeza la respuesta de una madre que se enfrenta a su más difícil interpretación.

Pero esta pieza no está compuesta de excesos, Bergman se sirve de una sobria puesta en escena para orquestar la situación. Abundan los primeros planos, el peso de las situaciones recae sobre unos diálogos interpretados con fuerza y ambas actrices se convierten en los instrumentos perfectos para hablarnos de la infancia, del miedo al fracaso, de las consecuencias del éxito y de cómo pueden apresar los lazos sanguíneos. A medida que se acerca el final, la composición de Bergman nos deja un sabor agridulce, nos encierra un grito en la garganta al igual que le ocurre a Helena, mientras aparecen perfiladas con maestría dos de las máximas del cine de Bergman: la incomunicación y el silencio.

Una sonata compuesta de silencios cuyo final nos hace dudar. Una estructura cíclica que nos recuerda que, evidentemente, el invierno sigue al otoño y que no sabemos si eso puede ser positivo o negativo. Casi como por arte de magia, después de la tormenta, volvemos donde comenzamos ¿ha cambiado algo? ¿hay lugar para el perdón o nos encontramos ante la mejor interpretación de una pianista que repite sin cesar la pieza que mejor conoce? Presenciamos con resignación ese viaje en tren, mientras nos preguntamos si la carta que inició está sonata puede dar lugar a otra, una nueva en la que ambas melodías sean armónicas.

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