Cuando se demostró que no había una sola prueba para inculpar a Michael Jackson de abuso de menores en 2003 (ni siquiera una prueba de atracción por los menores en los registros en todo su rancho, ninguna visita a páginas web en ninguno de sus ordenadores, ninguna fotografía, etc) y sí que su acosadora lo había amenazado si dejaba de pagarles un tren de vida desorbitado, el gran negocio de intentar tumbar a Michael Jackson (y que movía grandes cantidades de dinero en revistas, entrevistas, reportajes, etc) empezó a venirse abajo.

Fue justo en ese juicio cuando los supuestos acusadores aquí protagonistas testificaron bajo juramento que Michael no sólo no les había puesto una mano encima, sino que se dedicaron a ir de plató en plató -previo pago de las televisiónes también- para negar las acusaciones frente a millones de espectadores.

Ahora, muerto el artista y desprovisto de defensa que lanzara a estos energúmenos a la cárcel, aceptan una suculenta cantidad de dinero por contar la historia al revés, desdecirse, hacer el ridículo y volver a enriquecerse otra vez a costa de MJ, ahora contando lo mismo de modo inverso.

Normal que la gente se esté dando de baja de HBO en Estados Unidos. Los documentales deben ser para narrar la verdad y para entrevistar a las dos partes y no para engañar al público con personajes de dudoso calado que hacen lo que sea por dinero.

Bienvenidos a 'Leaving Neverland', el documental estafa y la prueba de que el dinero prima frente a la veracidad.

Sin duda Nolan debió ser el empollón de su clase que envidiaba a los chicos que estudiaban un día antes y sacaban mejor nota, y eso se nota aquí, vaya si se nota.

Todo parece tremendamente frío, estudiado y soso, sin gracia, sin chispa, sin naturalidad. Un espectáculo pretencioso, una película disfrazada e inflada para parecer una muy buena película. Y la primera vez casi lo parece, pero intenten verla una segunda. Ni emociona ni sacude.

Sin duda Christopher Nolan ha hecho una buena película de Batman, una buena película de Batman sin alma.