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España España · La Pobla De Vallbona
Críticas de PedroCruz
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
8
14 de agosto de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Boyhood: Oda a la naturalidad

En una escena de Boyhood, el padre le dice al chico en una bolera:"¿Cuántos años tienes, dos? No vas a usar barreras. La vida viene sin barreras". Eso debió pensar Richard Linklater sobre el cine y la barrera del tiempo. Quizás sean los 12 años de rodaje lo más llamativo en cuanto a la reflexión que nos expone el cineasta sobre la línea temporal de la vida, pero lo cierto es que el director nos brinda 164 minutos de pura narración dedicada al cambio, ya sea en los lugares a los que el chico se debe acostumbrar, la madre y los diferentes hombres que pasan por su vida simplemente en la estética. El director, y de manera dualista, nos ofrece una visión subjetiva de una infancia desde una merilla retrospectiva y a la vez desde un espejo.
El recorrido argumental no es forzado ni pretencioso, la sencillez de la cotidianeidad se desliza visualmente al espectador como la seda. Linklater nos ofrece unos diáologos llenos de intensidad y veracidad que se agradecen, así como la belleza formal de la fotografía que, como en una escena del largometraje, el chico se dedica a fotografiarlo todo buscando lo natural, la esencia de todoa, que es como Linklater nos cuenta una vida normal, de una persona normal de un modo extraordinario. Y es que en eso reside la gracia de esta precisa narración, en la naturalidad. Una naturalidad a la que contribuyen, como mención especial del reparto, un Ethan Hawke, haciendo de padre, o una Patricia Arquette, de madre, sobresalientes, que se despliegan con unos personajes hechos a medida y que evolucionan durante 12 años con una habilidad espeluznante. Y no es casualidad que Ellar Coltrane, el chico, tenga esa expresión taciturna durante la mayor parte del film, y ello se debe a que Boyhood se centra en lo que un niño puede recordar de su infancia, pues lo que recordamos es lo que nos hace cambiar nuestra forma de ver las cosas, y son los episodios tristes. Y es que la vida del chico está llena de momentos tristes y comunes al mismo tiempo como es la separación de los padres, la soledad de una madre, el adiós a un amigo de la infancia o la constante duda que, como todo lo anterior, duele más por la impotencia a la que se somete un niño.

Por otro lado, a algunos incluso nos recuerda a aquel famoso libro de Philippe Delerm, "El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida", esos pequeños placeres simples y vulgares que no son otra cosa que pequeños momentos de una vida, pequeñas palabras, pequeños besos, pequeños llantos, pero que llegan al corazón, como Boyhood, que sin pretender cautivar, lo hace. Una película de las que recuerdas. Quizás la recuerdespor verte reflejado en la pantalla o quizás lo hagas por la misma razón por la cual Linklater escoge unas escenas de minutos para resumir 12 años de la vida de una persona, acariciando la barrera del tiempo cada vez más fuerte hasta llegar a meterse en la historia del cine con la misma sencillez con la que pasas esos 164 minutos delante de una pantalla, de manera natural.

Obra maestra del director estadounidense Richard Linklater que ya nos iluminó con Antes del amanecer, con Ethan Hawke, en la que se posiciona (más todavía) en las primeras líneas del cine actual haciendo cine con mayúsculas. La extraordinaria oda a la naturalidad con la que Linklater hace crecer a un actor mediante una mirada al pasado sin un argumento concreto que se somete a las diferentes circunstancias y que te atrapa desde el minuto 1 tan solo con esas pequeños "momentos de una vida", hacen que sea la película sea un gran ejercicio de agilidad narrativa
PedroCruz
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10
21 de marzo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y...haciendo honor al estilo del film, la releída en profundidad de lo que expone Coppola ha de ser un ejercicio de condensación al mínimo exponente. Uno ve el transcurrir de la narrativa y se pregunta: ¿estoy viendo muchas cosas o más bien pocas? ¿Lo que nos acerca al hastío de los personajes es la ficción cubriendo la realidad con mucha verosimilitud, o es más bien porque lo retratado es una realidad cruda pero cubierta de un cuento de ficción? Ambas; ambas peleándose. Con esta premisa ya tendríamos mucho adelantado sobre lo que cuenta la película. Aunque esto es engañoso, la trama no es lineal como parece, y esto es así por una razón fundamental: esa cotidianeidad y crudeza que da sensación de realidad y naturalismo, otorga a todas las situaciones y sentimientos una homogeneidad. Como la vida misma. O sea, todo vale lo mismo; cada emoción y cada escena son igual de importantes. Esto conlleva que la realidad desde la que parte, se retroalimente. Ejemplo: un simple hilo conductor (dos almas perdidas materializan dicho sentimiento en una ciudad y unas gentes que les sobrepasa) trae escenas tan dispares como autónomas para resaltar eso mismo: cada momento es igual de importante. O mejor dicho, igual de banal.

Cada gesto de los protagonistas es una descripción tan natural como precisa de los caracteres: ya sea un Murray agachándose porque no cabe en una ducha japonesa (hecha para japoneses...), o una Johansson llorando porque ha sido incapaz de rellenar de metafísica una estancia supuestamente trascendenta en un templo budista, que en realidad no resulta ser otra cosa que un lugar más en el mundo. Eso es, sienten ese estar-en-el-mundo como un estar tan real como doloroso. Parece que el mundo sea una exposición constante a la que no puedes penetrar. Como la misma ciudad en la que se encuentran: una ciudad que conforma su mundo por unos días, y donde no consiguen ubicarse. Y no por ser extranjeros, solo hay que ver la soltura del novio de Charlotte, que parece pivotar a su recién casada casi como si fuera un estorbo en su mundo. Véase el contraste, él está cómodo con el mundo; lo que hay en él le basta para satisfacerse. Y lo mismo podemos decir para todos los personajes que rodean a los protagonistas: la mujer de Harris preocupada por el color de la alfombra, la actriz que se pavonea de compartir comida mexicana con el mismísmo Keanu Reeves...

Pero, ¿qué construye Coppola con estos ingredientes? Pues una película sobre que las cosas que importan son muy pocas. O sea, un himno al minimalismo, nada más y nada menos. Y un homenaje tan profundo y preciso como ese no podría ser tan solo de contenido. La forma acompaña al completo quehacer de la película, consiguiendo una armonía perfecta. Coppola compone un aroma bien calibrado. La fotografía, el tono, el poco diálogo. La poca pero imponente comedia que hay, también el poco pero imponente drama que los persigue. Y la música. La música es casi un hito a parte. No he visto película con una mejor adaptación a la banda sonora. Y es que están todos los géneros y estilos posibles. Esto viene a recalcar lo que decía antes: todo es muy real pero siempre hay una pequeña parcela para la ficción. Y viceversa: véase el cómo la música es importantísima y a la par casi imperceptible. Acompaña la narración y a los sentimientos de ambas almas como un elemento más, y es casi condición sinequanon para construir la narración y las sensaciones de los personajes.

Como cuando suena "More than this", de Roxy Music. No se puede decir más y mejor. No puedes decirle a alguien que literalmente "more than this, there's nothing" en una fiesta que con un canción para fiestas que dice que "more than this...". O como cuando suena "Alone in Kyoto" de Air mientras la fotografía rodea de tonos grises y azules crema a una Johansson desorientada, y de paso recalcar el título y tesis principal de la pleícula de una jovencísima Coppola: "Lost in Tanslation". Quiero pensar, rizando el rizo, que esa traducción que los hace sentirse perdidos no es solola del japonés-inglés (que también), sino el del abismo que hay entre la profundidad de Charlotte y Harris y la sociedad de la prisa que a su vez provoca esa misma intraducibilidad entre seres de la misma especie. Es duro. Y es difícil no empatizar. Cualquiera puede entender el vacío que intenta mostrar la directora, un vacío reducido a su expresión más sincera: la cotidianeidad.

Y es que ser existencialista y vivir en un mundo que te obliga a des-existir para ser una simple maquinaria más del sistema, es trágico. Pero una tragedia disfrazada de callejón sin salida. Una tragedia minuciosa, silenciosa y sutil. Este es el rasgo fundamental que une a nuestros protagonistas: vivir sutilmente un drama. Lo que los convierte inmediatamente en supervivientes de la nada. Como un vestido hecho a medida. Uno muy elegante, por cierto, como ellos. Y es que nadie se mueve con tal lentitud y aplomo como Scarlett o Murray. Parecen, ya en sus formas, una excepción de la regla. Pero la sutileza no detiene el drama que no deja de penetrar en ellos a través de pequeños momentos. Coppola traduce lo que acabo de decir con una escena agridulce: dos personas que no pueden dormir, apunto de quedarse dormidos juntos. Una bella paradoja para resaltar la lejanía que existe en realidad entre ambos. Se puede mostrar esta distancia razonando del siguiente modo: la cercanía máxima sería, por ejemplo, fundirse como enamorados. La lejanía, sería lo contrario: ni tocarse. Bien, pues la elegancia del drama que magistralmente escoge Coppola para resaltarlo es ir al maldito punto medio: rozarse, pero con pasión. El plano de la cama, cuando el dedo de Harris acaricia el pie de Charlotte, podría ser perfectamente un cuadro de Hopper. Un drama al mínimo. Toda la sensación del vacío cubierto de silencio. Lo bello, por profundo, y lo siniestro, por infinito e inalcanzable. Como la nada. Como un espectro sobrevolando lo real. Proyecto de ser camino de la nada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
PedroCruz
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7
9 de agosto de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Digna de estar en el Top 5 del genio cineasta neoyorkino, "Annie Hall" mezcla unos diálogos siempre brillantes, que recuerdan a "Whatever works..." o "Manhattan". El argumento, a día de hoy copiado hasta la saciedad, (la superación de una rotura de pareja con saltos temporales, que recuerda mucho a "(500) Days of Summer (2009)") y que tan sólo con un Woody Allen como protagonista neurótico con toques autobiográficos al cual ya nos tiene acostumbrados en estos tipos de películas, y una Diane Keaton inocente pero con desequilibrios racionales de la adulta reprimida pero liberal que no sabe lo que quiere, llenan la película y hace que no echemos en falta ningún personaje más. Planos sencillos sin ser pretencioso, una ambientación neoyorquina y un ritmo ágil y divertido hace de "Annie Hall" una película sencilla en apariencia pero con profundas reflexiones escondidas en una comedia divertida y agradable.
PedroCruz
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8
19 de septiembre de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Malick establece un brillante símil entre el mito de James Dean y la América de desiertos y escopetas. Kit, un guaperas contradictorio y, sobre todo, joven, se enamora (eso dice él) de una joven, y la arrastra en un viaje de parte a parte de América huyendo de absolutamente todo. Pero principalmente, de ellos mismos.

El director, en su primer largo, sorprende en estilo y personalidad llevando a cabo un trabajo complejo y profundo pero en busca de una sobriedad que, sin duda, consigue. Arriesga con una historia en la que el peso cae sobre dos personajes, que al fin y al cabo, se reducen a uno. El film es un excelente trabajo de creación de personajes, sí, pero sobretodo de narración. La trama y el ritmo son excelentes, tanto que, con dos personajes superficiales, nos los presentan como profundos y complejos. Malick no se va por las ramas, no tira de psicología barata ni efectismos dramáticos. La trama recae en la acción, y la acción solo puede tener lugar en los parajes que con tanta elegancia y sinceridad nos presentan las cámaras.

La historia está inspirada en dos mitos profundamente americanos: James Dean, y Bonnie and Clyde. Conjugando esas dos historias nos da como resultado "Badlands", noventa y cinco minutos de un retrato realista y minimalista del americano medio en un paraje que le complementa tanto (o más) que su propia novia. Los personajes son huecos en carácter, pero es muy intencionado que sean así. Malick encarna con muy pocos elementos el imaginario americano, el auténtico "way of life" estadounidense que, sin ninguna duda, perdura hasta día de hoy.

Las llanuras solitarias, las escopetas de gatillo fácil, la gente acabada y sin personalidad, las acciones sin motivación... O sea, el nihilismo más absoluto supurando en cada escena, en cada diálogo. Imágenes de una América con potencial, pura, bellísima, pero desaprovechada. Exactamente igual que sus jóvenes personajes. Exactamente igual que James Dean.
PedroCruz
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8
14 de agosto de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magical Girl mejora por momentos hasta el punto que no quieres que se acabe. Una obra "mágica" en la cual la rareza de Vermut nos involucra en cada uno de sus personajes de manera que, sin muchas palabras, llegas a escuchar lo que siente cada uno de ellos.

En una trama con un engranaje perfecto, el director y guionista del film se lo pasa bien mostrando su lado sádico, el cual mezcla con un toque de suspense en el que da rienda suelta a una dirección seria y con los necesarios momentos de belleza estética donde se luce sin buscarlo excesivamente. Tres actos precisos y sin fisuras narrativas. Un primer acto algo pesado y sin mucha gracia el cual se hace necesario para los dos siguientes los cuales hacen compensar ese inicio. Una desequilibrada historia, como su protagonista, Bárbara Lennie, cuya brillante actuación encaja perfectamente en la aparente sencillez argumental que se complica por momentos. Dicha actuación forma un trío perfecto junto a Luis Bermejo que encarna una lamentable situación que junta el amor y coraje de un padre con una lamentable situación de la sociedad española, la cual Vermut aprovecha, aunque de manera fugaz pero intensa, para criticar la situación de España. Aún así, esto último, no despista al eje central del film, que explota de manera frenética y delirante en el tercer acto, entre otras cosas por la aparición estelar de un José Sacristán conmovedor y perfecto.

Carlos Vermut se adueña de la película, la hace suya y le da la perfecta sincronía entre saltos temporales, presentación argumental y momentos de suspense que te dejan hipnotizado ante la pantalla. Todo esto sin descuidar a sus actores, que los enaltece y les brinda "momentazos" aunque sencillos y sin pretensiones. El guión fluye por si mismo, es ágil y con gags ingeniosos y divertidos en su justa medida.
Y algo que se agradece es que no se toma muy en serio a ella misma, da la sensación de que, incluso siendo una historia triste, turbadora y cruel, tiene sus momentos de "relax" para el espectador sin despistar al mismo. No busca trascender pero tampoco pasar desapercibida, es intensa pero, como dice uno de sus personajes refiriéndose a las sociedad nórdicas: "[...]buscan lo cerebral, ante las sociedades latinas, que buscan lo emociona[...]l", y eso hace Vermut, lo hace de manera racional dentro de su rareza, pero eso no enamora necesariamente aunque si que puede llegar a emocionar. De las que recuerdas pero no te llegan al alma necesariamente. Buena dirección, buen guión, bella, y sencillamente compleja. Buen cine.
PedroCruz
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