Nadie como Jorodowsky ha logrado jamás armonizar todo aquello que no me gusta del cine. Cutrez, sobreactuación, delirio, mal gusto… "Santa Sangre" supone la cima en la obra del polifacético artista chileno. A través de los ojos de un joven asistiremos al devenir de una abyecta familia de cirqueros. Una historia enfermiza que desafía los límites de la estupidez en cada escena. Rodada con planos eternos y plagados de un surrealismo al que no le encuentro la gracia en ningún momento. Todo ello aderezado, además, con ese género musical que, francamente, no es mi estilo: la ranchera.

La cita bíblica como broche final a casi dos horas de despropósito resulta tronchante.

Una grotesca infamia.

Si esta película le ha llegado por recomendación no se cuestione el gusto o el criterio cinematográfico de quien se la aconsejó; son nulos. En cambio, sí sería conveniente preocuparse por su salud mental y evitar quedarse a solas con esa persona. Por último, y esto ya es más grave, si ella o él se jacta de haberla visto más de una vez… No espere más y ¡huya!

Tan difícil resulta encontrar algo decente u original en Audition como ubicarla dentro de un género. No es un film de terror, porque no asusta. Gore tampoco, aunque dé asco. ¿Thriller quizás? Lo dudo, ya que todo el suspense y el interés por seguir el argumento desaparecen en menos de media hora… Entonces ¿qué es? Simplemente otra estupidez más de Takashi Miike, un director para el que la historia siempre es lo de menos. Ajeno a este “detallito”, su principal motivación a la hora de ponerse a rodar es que la sangre salpique. Y así, entre amputaciones, pajas mentales y enormes charcos de ketchup, cuenta ya con más de una veintena de películas en su haber, así como, una legión de fans que, créanselo, va en aumento. Mucho "erudito" señala al tal Miike como el Tarantino oriental. Por favor…

González Iñárritu nos presenta su tercer largo. El más ambicioso hasta la fecha y que supondrá, Oscars en mano o no, la consagración del artista a juzgar por el aplauso unánime de la crítica que ha recibido la película.

Fiel a su estilo narrativo, el director propone un viaje por el mundo actual a través de unos personajes dispares y, como no podía ser de otra manera, abocados al fracaso. Un trágico suceso con un arma de fuego nos llevará desde el epicentro de la historia en el árido paisaje marroquí, pasando por la frontera entre Méjico y EEUU hasta darnos de bruces con la caótica Tokyo. La experiencia transmite una sensación similar a la de realizar dicho trayecto a pie, sin agua ni calzado. Y es que Babel, desespera y aburre hasta decir basta. La fórmula del drama desordenado y confuso que tan buenos resultados dio al realizador mejicano en "Amores Perros" y "21 Gramos", no funciona en esta ocasión que se antojaba propicia y lejos de cumplir con las expectativas acaba convirtiéndose en una tediosa tortura donde personaje y espectador sufren a partes iguales. En mi caso no abandoné la sala por no despertar a algún sensato dormilón.

A destacar dos cosas: por un lado, la adecuada elección del título para definir una obra tan pretenciosa como fallida y, por otro, la indudable y reconfortante belleza de su plano final confundida quizás con el alivio de comprobar que el film ha llegado a su fin.