Quizá es una gran idea escenificar las incertidumbres, miedos, complejos y resto de variables psicológicas de un chaval de complicada edad que se siente solo e incomprendido a través de una serie de monstruos imaginarios con los que mismo chaval debe tratar de dominar, contentar y convivr. Su comportamiento y su convivencia conjunta son responsabilidad suya y desde luego no es nada fácil domesticar todas estos rápidos emocionales que parecen irremediablemente destinados a colisionar.

Ahora bien, creo que es posible hacer de ese concepto algo más que un videoclip, porque esa es la sensación que me llevo a la cama, haber visto un videoclip de hora y media. Juegos, música, imágenes, monstruos que por momentos consiguen ser felices durmiendo juntos o construyendo el refugio en el que poder serlo. Escenas que parecen repetirse (batallas y música, peleas y música, discusiones y música) y a las que yo no consigo engancharme emocionalmente en ningún momento, con el consecuente e inevitable aburrimiento que me acaba provocando. No considero estar ante una película boba, ni mucho menos, pero sí ante una obra que ni de lejos consigue reclamar mi atención y que por encima carece de un ritmo narrativo atractivo (y no hablo de acción, que de hecho es una de los elementos de la película que llegan a saturar)

Películas como La Cinta Blanca confirman que Haneke es uno de los grandes autores contemporáneos y que pese a la polémica posiblemente justificada que la mayor parte de sus películas suscita, éstas expanden un poco más las posibilidades narrativas y comunicativas del cine.

Para esta recreación de la parte más pesimista y oscura de la Alemania (transportable perfectamente a otros entornos) en los momentos previos a la I Guerra Mundial, Haneke acentúa en la nítida fotografía en blanco y negro un contraste muy fuerte entre ambos tonos, y convierte el resultado en algo más que en una forma de filmar, ya que, como en algunas películas de Bergman, el color (su ausencia en este caso) es parte importante de la narración, es el personaje que siempre está ahí o incluso, una voz en off que, a diferencia del maestro que se afana en explicarlos lo sucedido, no necesita palabras para matizar la historia.

Una vez más, la violencia es el punto central de la reflexión de Haneke, esta vez escenificando como él mismo dice el ideal pervertido. Las exigencias morales están muy lejos de las actitudes reales, y la jerarquización, el miedo y el castigo son las bases educativas y sociales que se presentan.

Como es habitual, las puertas quedan abiertas al final a interpretaciones ya que tenemos una visión parcial basada en una frágil memoria a lo que debemos sumar la manipulación de la imagen de la que Haneke siempre habla, a lo que contribuye que parte de lo narrado son vagos recuerdos o relatos que en su momento fueron comentados por otros personajes. Efectivamente la histora de por sí ya parte manipulada. ¿Es realmente importante conocer con seguridad el detalle de lo sucedido?... no reside ahí el interés de esta película.

Violencia generando violencia, contraposición de valores y actitudes, la culpa y el castigo como bases culturales (religiosas) europeas que justifican las agresiones sobre aquellos que se desvían de esos férreos principios que con dolor son inculcados. Totalitarismo.

Haneke logra además su mayor nivel estético hasta ahora, tanto por la imagen y atmósfera globales (recreación del pueblo, vestimenta, actividades, etc.) como por la potencia visual que de por sí contienen muchas escenas, como el espectacular plano del acondicionamiento de la campesina tras el accidente, la salida en carruaje del féretro, el plano del incendio (que parece un clarísimo un homenaje a Tarkovsky), los campesinos en el momento rítmico y síncrono de siega, etc. Todo un lujo.

Socarronería y burla para romper la cáscara de los modales y exponer de manera crítica las actitudes y personalidades verdaderas que se uniformizan y amoldan con protocolo, formas y vestimenta. La falsedad y los defectos que se pueden esconder tras una educación en exceso refinada (en este caso) se puede desmontar seguro que de diversas maneras, pero Buñuel escoge un patrón y un argumento geniales.

Una idea central, que es la de llevar a una situación extrema a los personajes que encarnan las actitudes falaces que Buñuel pretende criticar, le permiten descubrir a sus personajes y mostrarnos sus miserias o sus realidades. Divido la película en dos actos, presentación y destrucción, siendo el público más testigo que espectador, ya que Buñuel quiere llamar nuestra atención sobre la condición real de sus invitados a quienes somete a una prueba cada vez más angustiosa.

Varias de las interpretaciones son a mi criterio mejorables, ya que pasean en exceso por la vía de la sobreactuación, pero puede que sea algo buscado conscientemente para escapar del drama y acercarse a un tono más burlesco.

Lo que no acabo de ver claro es si el título de la película es un modo de justificación divina o sobrehumana para la situación desarrollada o simplemente algo un tanto fuera de lugar, ya que la ausencia de causa origen hace más completa la película.

Esta es una crítica complicada de escribir. Está todo dicho repetidamente, defensores y detractores agotan argumentos y no puedo aportar nada que no se haya dicho. Me ha gustado, me ha atrapado su estética y su representación del Japón rural medieval. Me ha entretenido y la sensación de que nada queda al azar y de que todos los planos y escenas son mimados me llena de una sensación que identificaría con el agradecimiento, especialmente porque se trata de una película de aventuras.
Kurosawa desarrolla con calma y precisión historia y personajes, y luce un abanico de recursos visuales que hacen imposible no reconocer la enorme habilidad de este director. La composición de las escenas, creando muchas veces varios planos cuidados de visión (por ejemplo, escenificación de protagonistas, segundo plano con una disposición estudiada de los aldeanos y un tercer plano paisajístico nada casual) dan una sensación de plenitud visual que muchas veces se echa en falta en películas que no por ello son necesariamente malas.

Por mi parte, mucho más que decir, pero poco más que aportar. Muy hábil, señor Kurosawa.

Buenos ingredientes, elaboración y presentación, pero... sabe a poco. Todo un retrato de un personaje, Don Lope, indisociable de la buena actuación de Fernando Rey y para quien en su vejez Tristana es su cielo y su infierno en vida. Para nosotros ella resulta ser el cuchillo que nos permite ir arrancando las capas de Don Lope para poder apreciar todo su cinismo o doble moral y mostrar la contraposición (y evolución) del galán respetuoso, sin apego al dinero, con sólidos principios e ideales liberales.

Tampoco Tristana está exenta de, cuando menos, dudas. Su juventud, y desamparo la llevan a los brazos de Don Lope que conjuga la doble figura de padre y esposo. El tiempo hace crecer en ella el desprecio por éste. Su vuelta ante la enfermedad, de la que intenta culpar a su joven amante para evadir su responsabilidad, permite representar el principio que años atrás Don Lope con toda serenidad empleaba para justificar su prohibición de pasear sola por la calle. La mujer debe estar en casa con la pata quebrada...

Me resulta extraño durante toda la película la incongruente evolución temporal. Los saltos necesarios por el paso de los años son bruscos en exceso, dando por hecho situaciones que no han sido evolucionadas, exigiendo una complicidad excesiva por parte del espectador. Hechos como la encandilación de Tristana con el pintor no resultan creibles y son resueltos de manera deficiente, como con desinterés, prevaleciendo el hecho a su representación. Otras escenas muestran en su simplicidad el mundo irreal en el que Don Lope vive, como el desafío con guante al pintor que es respondido de una manera un poco menos elegante, todo un complemento a la negativa de ser juez en un duelo a primera sangre, toda una farsa para sus ideales.

Pese a buenas interpretaciones (Rey y Gaos) y una ambientación excelente, Tristana no tiene suficiente fuerza para estar a la altura de otras obras de Buñuel. Narra en parte con detalles, pero con carencias por momentos y sin la pegada que demuestra en otros trabajos.