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Alemania Alemania · Bielefeld
Críticas de jpsaenz
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
7
11 de junio de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El libre albedrío” es una película extrañamente cruel con el espectador: cuenta la historia de Theo en primera persona, y provoca una fuerte identificación con el protagonista. Hasta ahí, el recurso tiene poco de cruel y nada de extraño; lo curioso del asunto radica en el hecho de que Theo es un violador que sufre un trastorno psicosexual a todas luces gravísimo. Lograr esa identificación con un personaje tan tabuizado (podríamos decir que Theo está muy cerca de ser la personificación del mal; y la película no escatima ni en violencia ni en crudeza para dejar eso bien claro), meter al espectador en la piel de una persona con uno de los pocos trastornos que la sociedad no perdona ni quiere comprender es, de lejos, lo más interesante de la película. Probablemente, también sea ese el motivo por el cual la mayoría de los espectadores la cataloguen sin tantas vueltas como “una porquería”. Buscar la indentificación y la comprensión (cosa que Glasner hace, sin dudas) es una de las decisiones cinematográficas más valientes que he visto nunca; por supuesto, la película es desagradable, explícita, violenta y perturbadora. Yo no pude volverla a ver, aunque creo que merece un segundo visionado.

http://www.jupixweb.de/2014/05/03/el-sexo-la-soledad-el-placer-la-angustia-y-la-muerte-y-el-sexo/
jpsaenz
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2
3 de mayo de 2014
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es la única de Lars von Trier que representó para mí una decepción de proporciones. Quizás debido a que mis ansias eran demasiado grandes; las expectativas que puse en la última parte de la “Trilogía de la Depresión” (como el mismo Lars von Trier describe a la seguidilla de “Antichrist”, “Melancholia” y “Nymp()maniac”), alimentadas con teasers, avances, carteles, blogs y un sinfin de cookies que despertaban más y más mis ganas de que la maldita película se estrenara de una maldita vez, se vieron reducidas a un (¡cuidado, chistonto!) triste polvo cuando los casi 3GB aterrizaron en mi disco rígido.

Comenzando por el título, que anunciando otra película podría haber sido brillante; pero siendo el producto final tan pretencioso, sólo logra remarcar lo misógino del concepto de la ninfomanía (y soy muy cuidadoso al no afirmar que ésta sea una película misógina) y continuando por un sinfín de recursos gastados y faltos de ingenio, esta película se me antoja más como la mala copia del boceto de una idea de Lars von Trier que como la conclusión de un proyecto de más de seis años.

El libro se puede resumir con una simpleza casi imperdonable: “Una mujer que tiene muchos compañeros sexuales —en búsqueda de un placer que es incapaz de sentir—, le cuenta la cronología de su adicción por el sexo a un desconocido (intelectual, cincuentón, asexual y virgen)”. ¿Están pensando en todos los lugares comunes que están implícitos en esa pequeña línea argumental? Están pensando bien.

La mediocridad de la cinta continúa con el abuso de ciertos recursos que (a mí: un neófito que no entiende nada de nada y mucho menos algo de cine) me dieron vergüenza ajena, como por ejemplo, el intercalado (forzado, forzadísimo) del relato de promiscuidad de la protagonista con comentarios e imágenes… de pesca (sí: la película hace una parábola grosera de las conquistas sexuales de la protagonista con… ¡la pesca! ¡Así de berreta es!) o el uso de música de Rammstein como basura efectista, digo: “contraste entre la parsimonía formal del relato y la violencia de su contenido”. Que por otra parte no es tal, dejémosnos de joder, al fin y al cabo lo que vemos son algunos penes flácidos, otros erectos, agunas vulvas y gente gimiendo y poniendo caras al penetrar a —o ser penetrada por— otra gente. ¡Porelamordedios! Más escandalizante es el éxito de Ricardo Arjona, y yo no veo a nadie poniendo el grito en el cielo cada vez que el tipo saca un disco.

¿Y por qué dos partes? Las dos partes existen única y exclusivamente porque Lars no se tomó el tiempo de editar mejor: las casi cuatro horas durante las que se extienden —interminables— las dos aburridísimas mitades de este bodrio insufrible podrían haber sido reducidas a dos, sin que el filme perdiera absolutamente nada, ni en lo argumental ni en lo estético. Esto no es el señor de los anillos.

El personaje de Seligman, el intelectual asexuado y cincuentón que hace las veces de interlocutor de Joe, aparece totalmente forzado y pretencioso, con intervenciones permentes para academizar el relato, trazando paralelos con la historia universal de la humanidad con comentarios del tipo “¡Claro! Cuando Dante llegó a las puertas del infierno leyó un cartel que rezaba “Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza”, por eso no es raro que te sintieras desesperanzada después del sexo…”. Las sandeces sinsentido de ese calibre son, sin duda, lo más molesto de la película; cada tres minutos tiene uno que controlarse para no apagar el televisor al verse insultado de semejante forma.

El director danés, en definitiva, esta vez eligió insultar a su público de forma grosera durante casi cuatro horas en lugar de hacer una película. No por mostrar escenas de sexo explícito (que de transgresoras tienen poco menos que nada; de hecho, en cualquiera de las otras películas de esta lista hay más sexo que aquí, siendo esta la más explícita de todas), sino por creer que con un refrito de lo que sabe que “su” público le comprará de buena gana y sin mayores cuestionamientos puede suplantar la elaboración de una idea original (“original” en el sentido de interesante, no le estoy pidiendo que reinvente la rueda); por repetir viejas recetas pero vestirlas de una especie de superioridad intelectual que debe ser explicada permanente y pretenciosamente, ¡no vaya a darse el caso de que algún espectador se quede sin entender la grandeza de sus ideas y lo profundo de su acervo cultural!

En resumen, esta película es la bazofia de un director que, como el Dios de los Simpsons, ya es “muy viejo y muy rico para hacer esto”, si por “esto” entendemos embarcarse en el trabajo que da hacer buen cine. Una pena.

http://www.jupixweb.com.ar/2014/05/03/el-sexo-la-soledad-el-placer-la-angustia-y-la-muerte-y-el-sexo/
jpsaenz
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9
31 de julio de 2009
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inconsciente, inevitablemente busca uno paralelos entre "INLAND EMPIRE", la última, y "Mulholland Drive", la anterior película del genial director David Lynch. Los paralelos son pocos, haciendo la salvedad de que ambas películas son producto de la misma mente enferma. Si en Mulholland Drive el desarrollo de los personajes es paulatino y confuso, en INLAND EMPIRE es precipitado y decididamente incomprensible; si aquella nos presenta dos grandes planos narrativos, esta nos atropella con varias y complejas dimensiones simultáneas e interconectadas; si la primera nos pareció larga, la segunda nos resultará interminable.

Lynch trabaja para un público adulto, capaz de ejercer su derecho al raciocinio y su derecho a la emoción por partes iguales, plantea interrogantes que sabe que podremos resolver por nosotros mismos y acepta nuestras conclusiones y nuestros sentimientos, sean estos cuales fueran; es decir: respeta nuestra libertad e individualidad. No nos teme y por eso no se molesta en explicar nada.

Sus películas son difíciles; pero solo un poco: sucede que estamos demasiado maleducados en la explicitud. Entonces, no todo lo que aparenta ser una inconexa sucesión de imágenes es realmente una inconexa sucesión de imágenes. El Imperio Interior de Lynch es el más interno de todos, en donde conviven nuestra memoria, nuestros sueños, nuestros demonios y nuestros deseos. Un imperio surrealista pero naturalista, que ocurre por debajo de la realidad y sin embargo es parte de ella. Y constructivista, en el cual la percepción es recipiente de su propia creación, un imperio simbólico y explícito, individual y colectivo a la vez.

Para entrar al imperio, debemos ir desarmados: desarmados del vicio de la explicitud, desarmados de la distorsión de la memoria, desarmados hasta de la comprensión del lenguaje: por eso la imagen es borrosa y pálida, sin dar explicaciones; por eso las dimensiones son muchas y muy complejas, sin que las podamos recordar; por eso una gran parte de los diálogos están en polaco y sin subtítulos. Entramos al imperio confundidos y cansados, sin voluntad para la discusión, pero con la percepción agudizada: la única manera de construir el Imperio Interior que Lynch nos está mostrando. INLAND EMPIRE es un alucinógeno que se mira; cannabis sin THC.

Y a la vez, es un pesadísimo paquete de detalles, una genial composición rompe-cabezas, como demuestra la inscripción, a primera vista críptica, “AXX°NN ——->“, que podemos ver, siempre escrita con tiza blanca, insistentemente, marcando la entrada a los portales interdimensionales del universo lyncheano, los innumerables túneles que nos transportan de una percepción y de una realidad a otra.

INLAND EMPIRE es una película para ver en soledad y construir en compañía. ¡No se la pierdan!

Texto completo en: http://www.clubdelsilencio.com.ar/2009/05/12/inland-empire-2006/
jpsaenz
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8
31 de julio de 2009
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Låt den rätte komma in" (su título en sueco original), es sin duda, la mejor película de vampiros que jamás vi. Con un poquitín de trampa, porque la historia fantástica de vampiros solo es una excusa para hablar de cosas reales de humanos: la amistad, el amor, la confianza, el miedo y la soledad son los pilares de esta historia, mezcla curiosa pero muy bien lograda de una de vampiros y una de romance adolescente, pero que rescata lo mejor de cada género, sin caer nunca en la cursilería o en la intrascendencia.

La película me atrapó desde el primer momento, tal vez porque en la primera escena hay un momento que recuerda fuertemente a las limousinas de Mulholland Drive (No me atrevería a decir que es una cita pero fue lo primero que se me cruzó por la mente)

Por supuesto, “Let the right one in” no salió de la fábrica de salchichas; este es un filme sueco (y como bien saben los cinéfilos de todo el mundo, los escandinavos rara vez decepcionan a la hora de rodar cualquier cosa, y por suerte ésta no es la excepción). No conozco a su director, Tomas Alfredson, pero les aseguro que aquí ha hecho un trabajo impecable: la fotografía es decididamente bella, con algunos planos arquitectónicos y geométricos, colores y texturas impresionantes y un evidente dominio de la narrativa de los planos; la banda sonora es estremecedora y perfecta, el rítmo delicado y suave, con el que logra mostrarnos hasta la violencia más cruda de manera delicada y suave. Y del libro ni hablar, que como dije más arriba, se inscribe formalmente dentro del género vampirezco (sin olvidar pintorescos detalles como combustiones espontáneas, hediondez provocada por largos períodos de abstinencia, el imprescindible “permiso para entrar” a la casa de los hombres, entre muchos otros) pero cuenta con una profundidad mayor al hablarnos, detrás de las imágenes y detrás de los símbolos: del valor, de la vergüenza, del trabajo que representa tener que ganarse la confianza y el amor de las personas, del miedo ante lo desconocido y ante lo diferente y del peso ineludible y atroz de la soledad de ser humanos.

[...]

Hecha esa pequeña salvedad, el saldo de la película es: muy recomendable, sobre todo en épocas como esta, en donde la moda de los vampiros impuesta por la fábrica de salchichas y repetida hasta el hartazgo en forma de Twilights y Buffys, para un público adolescente que nunca tuvo la suerte de sufrir ni un poco (y por lo tanto consumidor casi compulsivo de aquel tipo de "fastfood cinematográfico", lleno de luces, fuegos de artificio, lugares comunes y dosificadas porciones de emoción en lata; pero sin el menor atisbo de ningún dolor genuino), casi nos hace olvidar que los vampiros son los seres más humanos dentro este planeta triste y oscuro y poblado por un montón de zombies de sangre roja y caliente.

Texto completo: http://www.clubdelsilencio.com.ar/2009/07/31/lat-den-ratte-komma-in-2008/
jpsaenz
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8
28 de abril de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace muchos años, decir “Europa” no era pensar en dos mitades; una occidental, capitalista y frívola; y otra oriental y empobrecida pero poseedora de algo así como una “dignidad cultural” (cosa que a su hermana mayor, dicho sea de paso, acaso ya no le importe cultivar). En aquel enonces, Europa todavía era en cierto sentido una, y como tal, el centro de un mundo que —aunque estaba a punto de disgregarse en dos mundos antagónicos, y ya hundido en el protoestado de aquella división—, todavía ofrecía lugar para algo irremediablemente olvidado en el mundo que le sobrevino: el estilo y el buen gusto. No en su versión actual, snob, demostrativa y torpe de nuevo rico, sino más bien en su versión aristocrática, silenciosa y hedonista de viejo rico, para quién el valor de las cosas no necesariamente reside en su costo. (1)

Entre las dos Europas, la Europa Victoriana y la Europa Eurocapitalista, el siglo XX se incrusta con violencia, como una cuña enterrada a golpes de martillo. Y con él, la revolución, el fascismo, la persecusión, la muerte y el renacimiento. Pero esa es otra historia. La historia que nos cuenta Wes Anderson en su última película, “Grand Budapest Hotel”, transcurre exactamente en el punto de inflexión entre la antigua Europa y la violenta irrupción del siglo XX. O mejor dicho: es ese punto de inflexión.

El Hotel que le da nombre a la película está en una ciudad imaginada de un país de fantasía en aquel continente que ya no existe, ubicado más o menos entre la costa atlántica francesa y el límite oriental polaco. La ciudad no es ninguna y por eso, es todas; el hotel es el último de los hoteles de la Europa victoriana y por eso, es todos; y los protagonistas: Monsieur Gustave (conserje en jefe) y su protegido, Zero Moustafa (cadete), son todos los hombres: aquellos que están a punto de morir con la Europa antigua, y aquellos que están a punto de morir para transformarla.

Al igual que todos, absolutamente todos los aspectos de esta cinta, los personajes están asombrosamente cuidados, con el nivel de prolijidad y detallismo (también podríamos decir “obsesión enfermiza”) al que Anderson nos tiene acostumbrados: Princesas rusas, gitanos perseguidos, jóvenes mujeres trágicamente asesinadas por la tuberculosis, delicados señores franceses, abogados ingleses amantes de la ley, soldados nazis ocupando países enteros —podría continuar la enumeración largamente—, todos ellos representan la condensación, son el símbolo de un tipo específico que, contra todo pronóstico, resulta sumamente vital (en el sentido de “vivo” y “natural”) Para ejemplificar esto, a propósito de los nazis (y también a propósito de la obsesión por los detalles): uno de los gags más imperceptibles, sublimes y delicados del filme se nos ofrece cuando el tren en donde viajan los héroes de nuestra historia es detenido por un grupo de soldados vestidos con uniformes que recuerdan fuertemente a la vestimenta de la armada del Kaiser, se nos informa que se ha desatado “la gran guerra” y Monsieur Gustave, luego de consumar un acto de valiente gallardía al defender a su protegido de un intento de abuso por parte de uno de los oficiales, los insulta con la palabra “fascista“. Los soldados del Kaiser, diez años antes del surgimiento del fascismo, ya eran fascistas (y, claro, siempre fueron alemanes).

Hacia el final de la película (de la que no voy a contar más detalles del argumento aquí pues espero que la vean), la escena se repite, pero cuando los fascistas ya se llamaban fascistas, al principio de la segunda Gran Guerra y dando comienzo al final de una época que estaba terminando para siempre. Y el relato sucede naturalmente, con humor y con belleza, pero sin rencor ni premura; Anderson se toma mucho tiempo para despedirse con cariño de una época grandilocuente y a la vez bestial; de un lugar en donde las princesas desayunaban deliciosos pastelillos que eran horneados por mujeres que apenas si conocían el gusto del azúcar (pero que ponían en su trabajo el mismo esfuerzo y el mismo amor por el detalle del que Anderson hace gala); y para despedirse de hombres de principios éticos y estéticos que tuvieron que matar y morir para dar lugar a un mundo menos rígido, más permisivo y en muchos sentidos más justo, y acaso más intrascendente, que el mundo en que vivimos hoy.

Y todo esto, en el marco de una historia por momentos desopilante, dibujada con pinceladas de colores hermosísimos, extremadamente prolija en la forma, casi podríamos decir light. No se me ocurre un homenaje mejor para recordar al mundo del que provenimos.

Notas:
(1) intentar diferenciar lo más prolijamente los elementos de cualquier juicio es un ejercicio siempre aconsejable, por lo que voy a permitirme afirmar aquí que aquel era un elemento fabuloso y añorable de la aristocracia; sin que esto empañe el resto de mi desprecio por la aristocracia en general...

http://www.jupixweb.com.ar/2014/04/25/la-gran-europa-nosotros-todos-y-wes-anderson-claro/
jpsaenz
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