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Argentina Argentina · Buenos Aires
Críticas de KJM
Críticas 2
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4
9 de diciembre de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas películas me han fascinado tanto como Holocausto caníbal. El calado filosófico, la música de Ortolani, su infinita crudeza y realismo, todo en ella me pareció excepcional, sublime. Incluso creo que la crueldad animal ejercida durante el rodaje le añade un par de puntitos. La eleva a otro nivel, metacinematográfico ahora. Deodato cae víctima de aquello mismo que pretende denunciar, lo cual refuerza lo que ya su guión intentaba desde un principio decir: cuán pantanoso es en el fondo todo eso de la ética y la moral. Raro es que en filmaffinity no pase del 5. Y no solo Holocausto caníbal, todas sus películas tienen pésima nota. Entonces yo pensé: a este hombre lo odian por otra cosa (las críticas con más alta valoración en Holocausto caníbal usan como argumento en su contra el asunto ese de la crueldad animal, hecho que también rechazo hondamente pero que carece de peso suficiente desde el punto de vista de la crítica cinematográfica). Así que no fiándome esta vez de la gente del foro, me dispuse a ver otra de sus cintas y por una cosa o por otra acabé cayendo en Inferno in diretta (AKA: Cut and Run). Y ay diosito. De pronto me di cuenta. Ya desde la primera escena cuando Michael Berryman salta desde el agua sospeché que estaba frente a un despropósito. La historia es entretenida, sí, pero sobra sexo y gore y a diferencia de Holocausto caníbal carece de segundas o terceras lecturas. Todo lo que en aquella estaba bien, acá está pésimo. Me dio la impresión incluso de estar viendo una mala versión de mi amada obra maestra. Acaso Deodato sea una suerte de Robert Wiene en versión italiana, que solo supo rodar una única gran película y el resto a la basura. Acaso ni siquiera eso y Holocausto caníbal sea también una porquería y yo esté ciego. Acaso Cut and Run y no Holocausto Canibal sea su magnum opus (hay una crítica aquí que le pone un 10 y afirma que es “la mejor de su director”) y sea yo en este caso quién no haya sabido apreciarla en su justa medida. ¿Qué puedo decir? Como adaptación de la novela de Józef Korzeniowski (AKA: Conrad) me quedo con la de Francis Ford, en cuyo rodaje, dicho sea de paso, también hubo crueldad animal. Esta es demasiado cutre, demasiado efectista.
KJM
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8
15 de marzo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Thea von Harbou fue esposa de Fritz Lang desde 1922 hasta 1933. Ambos se casaron luego de que ella se divorciara de su anterior esposo, el actor y director Rudolf Klein-Rogge, y él enviudara de Elisabeth Rosenthal, la cual aparentemente se suicidó luego de encontrar a Fritz y a Thea en pleno abrazo en el otoño de 1920. Thea, que era novelista, colaboró con Fritz en los años sucesivos como guionista en la realización de numerosas películas, entre las cuales destacan Las tres luces (1921), El doctor Mabuse (1922), Los nibelungos (1924), Metrópolis (1927), M, el vampiro de Düsseldorf (1931) y El testamento del doctor Mabuse (1933). El matrimonio se dio oficialmente por terminado el 20 de abril de 1933. La llegada del nacionalsocialismo al poder ese mismo año acaso impidió posibles colaboraciones posteriores: Fritz, contrario a las ideas nazis, rechazó el ofrecimiento de Goebbels de hacerse cargo de la UFA y emigró primero a Francia y luego a Estados Unidos, mientras que Thea, afiliada al partido, continuó escribiendo e incluso dirigiendo películas bajo el régimen.

Uno de los muchos trabajos de Fritz y Thea en sus años de fructíferas colaboraciones juntos fue, precisamente, La mujer en la luna (Frau im mond) de 1929. Basada en una novela de Thea publicada el año anterior por Ausust Scherl Publishers, la película contó con un presupuesto de 500 mil doláres y se rodó entre octubre de 1928 y junio de 1929 en los estudios de la UFA en Neubabelsberg, cerca de Berlín.

El film destaca por la belleza de sus decorados y por su cuidada fotografía. En línea con el movimiento en el cual generalmente se la encuadra, el expresionismo, presenta en gran parte de sus escenas fuertes claroscuros y sombras distorsionadas, intensas y expresivas. El guión es lineal: inicio, nudo y desenlace se encuentran perfectamente diferenciados en lo que son, respectivamente, estancia en la Tierra, viaje espacial, aventura en la Luna. Cuenta el viaje de Wolf Helius (interpretado por Willy Fritsch) en cohete al satélite natural de la Tierra junto a un grupo de disímiles personajes: un científico amigo que ha caído en desgracia tras afirmar que la Luna es fuente de grandes yacimientos auríferos (interpretado por Klaus Pohl), una hermosa mujer rubia de hipnóticos ojos azules de la cual el protagonista parece estar enamorado desde hace tiempo (interpretada por Gerda Maurus), el flamante prometido de esta mujer que es a su vez gran amigo de Helius (interpretado por Gustav von Wangenheim), un niño que se introduce de polizón debido a su fascinación por las historias de viajes espaciales (interpretado por Gustl Gstettenbaur) y, por último, un oscuro e inescrupuloso personaje que arrincona y obliga a Helius a realizar el viaje bajo supervisión de una organización que parece estar interesada en el oro de la Luna (interpretado por Fritz Rasp). La profundidad psicológica de los personajes y sus motivaciones están bien conseguidas, son verosímiles. Si bien en su momento la película presentó asesoría científica de formados expertos en la materia y pretendió lograr un rigor astronómico y físico que la aproximara lo más posible a la realidad, a día de hoy, casi cien años después, es precisamente este aspecto, el científico, a todas luces el que peor ha envejecido. De todas formas, así como las inexactitudes científicas no hacen de la lectura de obras literarias como De la Tierra a la Luna de Jules Verne y Los primeros hombres en la Luna de H. G. Wells algo menos disfrutable, del mismo modo la curiosa presencia de atmósfera y de hombres sin traje en plena superficie lunar, caminando bajo el influjo de una gravedad que en todo pareciera ser la misma que la de la Tierra, no quitan un ápice de encanto a la historia relatada en La mujer en la Luna. El final es conmovedor y sitúa al film no solo en el género de la ciencia ficción sino también en el del romance. La luna, en efecto, nunca fue tan bella como la retrató Fritz Lang con esas colinas blancas de fondo y ese pálido desierto arenoso marcado apenas con las huellas solitarias de los protagonistas.

Curiosidad cinematográfica fruto de un matrimonio en una época de entreguerras, con aciertos y desaciertos, pero sobre todo gran obra fílmica de un director que siempre destacó, y aún más en su etapa alemana, por su imponente impronta visual, por su virtuosismo en la construcción de grandes ambientes y decorados (Metrópolis, Los nibelungos) y por su carácter pionero y visionario de un género, el de la ciencia ficción, que en plena década del '20, cuando Asimov y Bradbury todavía eran niños, estaba también apenas transitando su infancia. Recomendable.
KJM
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