Que con esa cara Willem Dafoe consiga transmitir esa humanidad y cariño da fe del enorme actor que es. El pobre encargado de un Motel al que van a alojarse personajes que están a un paso de tener que dormir en la calle, desheredados para los que el sueño americano es una broma cruel. Dafoe está ahí para ellos, no tanto para los padres sino para el chorro de hijos pequeños que tienen entre todos. Los críos, impermeables a los padecimientos de sus padres, creciendo solos y sin reglas, se dedican a celebrar cada día como una oportunidad para el disfrute y el jolgorio.

Y entre ellos reina Brooklyn Prince, toda una delicia verla ¿actuar? ¿o solo se comporta como una niña a la que le dan la ocasión de divertirse? El caso es que es toda una satisfacción ver como aprovecha cada minuto del día con sus amigos, ignorantes de la miseria, a veces material a veces moral, que les envuelve. Eso sí, no querría tenerla cerca muchas horas al día. Qué locura. En fin, la América olvidada, los que no triunfan ni ven la opción de conseguirlo, y la siguiente generación que aun ignora que seguirá el mismo camino, pero hasta que llegue el momento de saberlo, vive cada día como una fiesta. Película vitalista y triste al mismo tiempo, porque toda fiesta tiene su final.

Juego narrativo en el que se hace un intento de empatizar con una persona amoral a base de ponerla al lado de alguien aún peor. Marla tiene un montado un negocio para aprovecharse de abuelos adinerados en sus últimos años. Hasta que uno de sus últimos objetivos resulta ser alguien con peligrosos contactos.

Se hace difícil enfocar esta película desde cualquier ángulo sin desajustar la brújula moral. Marla es una hija de puta, pero su determinación y arrojo la convierten en una especie de estandarte del nuevo feminismo empoderante. Sabemos el sitio que merece en nuestro espectro moral hasta que llega su antagonista, alguien destinado a convertir a Marla en una heroína. Ya saben, un ladrón no es tan malo si lo comparas con un asesino.

Como recurso narrativo se sigue con interés, sobre todo gracias al compromiso interpretativo de Rosamunde Pike, aunque a ratos parezca que actúe puesta de coca. Cuando la cosa deviene thriller se torna convencional, con algunos ad-hocs bastante burdos, haciendo que el relato pierda verosimilitud. Se pudo explotar más la faceta de comedia negra, cosa que pedía a gritos, pero solo se hace parcialmente. Al final nos queda una fábula sobre la falta de escrúpulos imperante, y sobre el convencimiento de que para triunfar necesitas hacerlo sobre los restos de otros seres humanos. Se deja ver sin mayores estridencias.

Thriller comercial que intenta darse un toque social, aludiendo a los desheredados que tienen que tragar con toda la mierda del mundo, pero que solo ofrece a un psicópata oligofrénico que intenta patéticamente convencernos de que el mundo le hizo así.

No podemos decir que no entretenga, ni que no contenga situaciones de genuina tensión en secuencias adrenalínicas al volante. Pero el desarrollo es tan tópico y los recursos tan manidos que todo se queda en un pasarratos al borde del placer culpable. Russell Crowe compone el que, desde el primer momento, se nos ofrece como un ser malvado que solo busca excusas para ejercer el mal. No despierta ni un átomo de empatía a pesar de sus discurso victimista y manipulador, muy lejos del Michael Douglas hasta los huevos de todo de Falling Down (1993)

Los policías que siempre llegan tarde y mal, los sempiternos palos de golf que cada americano tiene en su trastero, las colisiones inverosímiles en carretera, las decisiones absurdas... Ni Duel (1971) ni Falling Down, está más cerca de la holandesa Bumperkleef (2019) pero sin sus dosis de humor negro, por lo tanto en toda comparación sale perdiendo.

Drama familiar y generacional que es algo así como un cruce entre Captain Fantastic (2016) y An American Crime (2007). Una pareja con varios hijos pretenden vivir al margen del sistema en un estilo de vida nómada. Los críos no van al colegio y pasan hambre pero los padres parecen orgullosos de la vida que les dan.

Está basado en la vida de la autora de la novela en que se basa el guión. A uno le cuesta creer que no hubiera servicios sociales que actuaran para separar a estos padres negligentes de sus hijos, serán cosas de la América profunda. En un momento dado, uno de los niños, ya de adulto, dice una frase crucial para entender la película: "papá nos ha dado una vida de mierda, pero tuvo sus momentos". Es decir, unos pobres chavales, abducidos por las únicas figuras de autoridad que han conocido, se agarran a los pocos momentos buenos que tuvieron con sus progenitores para no sucumbir ante la realidad de que les robaron la infancia, les impidieron ser niños.

Un padre alcohólico que era un puro fraude intelectual y una madre que solo prestaba atención a sus veleidades artísticas. El descuido de sus hijos era total. Pese a todo, nos tratan de vender que el vínculo familiar puede con todo, y al final toda negligencia merece redención si hay lazos de sangre de por medio. Romantización de la familia tradicional. Tal vez la autora del libro lo vivió así, pero en absoluto es una lectura universal. Muchos otros hubieran querido partirle la cara a ese farsante.

Discreta película uruguaya de zombis, modalidad infectados. El brote se produce mientras Iris, nuestra protagonista, está realizando la ronda de vigilancia en una especie de complejo deportivo roñoso y descuidado. Se trata de infectados de los que corren pero que no muerden sino que, presos de una furia homicida, la emprenden a golpes contra todo infeliz que se encuentran.

No hay nada de novedoso en lo que no ofrece Virus-32. Lo único, que esa es la cantidad de tiempo, medida en segundos, en que los infectados se quedan en stand-by antes de su siguiente arrebato de rabia asesina. Pero no está bien tratado, ya que el modo en que nuestra heroína lo descubre es absolutamente inverosímil y está metido con un calzador del tamaño de Groenlandia. No se da mayor explicación y como recurso es pobre como para justificar ni más ni menos que el título de la película. Y tampoco haría falta si la acción fuera más trepidante y algunos personajes y escenas no estuvieran tan fuera de lugar. Por tanto, la única novedad aportada queda desactivada como un simple artificio caprichoso, solo para justificar, hacia el final, una escena supuestamente angustiosa.

Por ejemplo, ¿de dónde salió la pareja de la prota en la escena de la piscina? De pronto aparece ahí sin saber el motivo. Otro, el personaje de Luis, que parece el chiflado arquetípico de película de zombis, una especie de remedo del Gobernador de The Walking Dead. Y como no estamos ante nada que quiera descubrir la rueda, tenemos el cliché de la subtrama lacrimógena familiar. Tampoco tiene mucho sentido lo del zombi calvo, insertado como una especie de antagonista necesario de Iris que no hace ni maldita falta. La actriz principal cumple bastante bien, no así la hija, que no es ni mucho menos un portento de actuación infantil. Como conjunto se nos queda un producto que aprueba, porque no aburre, ni cae en las estupideces de otras producciones de más presupuesto, pero que no aprovecha todas sus virtudes y cae en demasiados defectos.