Comienza con relativo interés, no obstante el devenir del guión se antoja demasiado anodino como para alcanzar siquiera el aprobado. Se cree que, al personaje protagonista, dotándole de la característica del arrepentimiento (buscando así un infame fondo dramático, por tal y como se ha planteado la película este giro es inviable) se le da una interesante capa de lectura que invite al espectador a contemplar el filme desde una perspectiva diferente, pero es lo que tumba la película.

Aunque a decir verdad, visto como presentación de la película hace honor a lo que vamos a presenciar. El filme nos expone una sucesión de absurdos juegos de intereses, intrincados hasta el punto de hacer que el espectador simplemente desista en tratar de encontrar algo de sentido en una trama pobre y se limite a deleitarse con la expectativa de qué es lo que va a ocurrir en la siguiente secuencia.

Los personajes tienen motivaciones y fidelidades volátiles, lo cual provoca estupefacción y posteriormente, sensación de ridículo. Si a uno sigue le sigue inspirando algo de interés, es por el aroma ochentero, por algunos diálogos y ciertos momentos puntuales relacionados sobre todo con la realización, pues la de hoy en día (no voy a entrar a valorar si es peor o mejor) es diferente. A pesar de su estética de telefilme, las escenas de acción, por ejemplo, cautivan, se antojan extrañas en el panorama de un cine modernizado, plagado de recreaciones virtuales.

En una dirección de actores me figuro que inexistente; -'Ocho millones de maneras de morir' da sensación de ser televisiva,- Jeff Bridges y Andy García cumplen bien para lo que son las características del proyecto.

Se nos presenta a un grupo de amigos que acogen con los brazos abiertos a una chica inglesa y hacen buenas migas con ella, debido a entre otras cosas, el buen dominio que tienen del dicho idioma extranjero. El único al que se le resiente esa facultad es a Quim Gutiérrez, que se ve descolocado al no poder interactuar con el resto, y quedarse en cierto modo rezagado, impotente a la hora de integrarse con la nueva amiga. Y aquí es dónde lo adquirido a lo largo de la vida, los años vividos cobran especial importancia y determinan la evolución de la situación. Porque Quim logra suplir su ignorancia en el inglés con cultura en otros ámbitos, música, cine y teatro, principalmente, así como con un carácter de cierta firmeza y cierta predisposición a soñar, hecho que le permite inspirar simpatía y causar interés en la gente, incluido a la chica inglesa a la que 'termina de caerle del todo bien', con toda la libertad de interpretación posible que se pueda extraer de ese enunciado.

Creo que eso es lo que se nos pretende decir en este cortometraje, que con la experiencia, que cuantas más cosas hayas vivido, hayarás la mejor manera de poder lidiar con todo tipo de situaciones. Y es una gran verdad.

Parece que no, que por ahí arriba la cabina del conductor lleva vacía bastante tiempo. Está como una verdadera regadera. Muchos dicen terror, thriller psicológico, drama... no. Esto es una comedia. Una pareja folla en la ducha, después se va a follar a la cama en lo que su hijo de un año se mata tirándose por la ventana. ¿A qué clase de demente se le puede ocurrir semejante punto de partida?

Después se van a una cabaña en el bosque en el que Lars Von Trier se dedica a materializar sus propias fantasías, perversas. Sesiones psicológicas empapadas de erotismo. Por momentos la sensación de lo que estás presenciando es una comedia asola de nuevo. De vez en cuando se oyen un par de interesantes líneas de diálogos, pero son momentos muy aislados en medio de un mar de extremo aburrimiento. Lars pretendería muchas cosas con esta película, pero a mí no me ha logrado transmitir nada, una ¿trama? absurda, sin hilo conductor ni el menor de los sentidos. Un tostón de película, un verdadero ladrillo, que no dura ni dos horas, pero parece como si fuesen dos días, y eso que a la hora y diez la quité, pues tras intuir que era cuando venía la incomprensiblemente ¿famosa? ¿aclamada? escena del pene echando sangre, consideré que tuve suficiente, que la película era una verdadera bazofia y que no necesitaba ver semejantes perversiones cuando ya me ha quedado claro que ni hay ni que tampoco iba a encontrar ya nada interesante detrás de ese atrayente título.

La historia se torna amarga ya desde su taciturno arranque, cuando lo más lógico sería esperarse una introducción almibarada en un género que aborda una trama familiar bajo un prisma que la hace accesible para todos los públicos, pero no, no es así.

Vemos a Robert de Niro viajando en el tren en lo que trata de llamar la atención de los pasajeros hacia el paisaje que ven por la ventana, a ver si alguno era capaz de reposar su atención un elemento que como dice Robert, "siempre está a la vista". Pero ninguno le ha dado la respuesta que este quería escuchar, ninguno supo ver que a lo que se refería eran los cables que unían los postes de electricidad. Entonces podemos apreciar en el rostro de De Niro una huella de pesadumbre; la metáfora no puede ser más desoladora, nadie valora en absoluto el trabajo al que le había dedicado toda su vida, su huella de paso por el mundo todos estos años era inexistente.

Pero este no es ni mucho menos el único de los duros varapalos al que se verá sometido De Niro, alejado aquí de sus facetas más poderosas y a las que a muchos nos tiene acostumbrados. En esta perceptiva 'Everybody's Fine' es un hombre corriente y que se podría decir que anda falto de atención por parte de los que le rodean, es decir, en esta película encarna absolutamente lo contrario a lo que representaban aquellas míticas figuras de su vasta filmografía como Sam Rothstein, Jimmy Conway, o si permitís incluso Max Cady, que eran todo carisma y personalidades acostumbradas a acaparar la atención de todos.

La soledad, el abandono, la impresión que causa en los demás, la de un viejo inservible que apenas puede valer para terminar sus días cuidando su propio jardín, caen como gotas en el vaso de la dolorosa depresión que además resulta tan dura porque es planteada de un modo muy directo, muy frontal, el de una realidad que practicamente no es posible de cambiar.

Después se nos va presentando a los hijos de De Niro, en apariencia a todos les va bien, lo normal, cada uno vive su vida, pero estos en realidad esconden una especie de espina que es lo que les impide ser sinceros con él. Es una película que encierra muchos momentos de comicidad, demasiados, en serio (SPOILER) (ni decir hace falta que buena parte de ellos corren a cargo del majestuoso Robert de Niro, que es capaz de interpretar con tan su sola presencia, que dice todo lo necesario pero sin mover los labios más de lo necesario). Uno podrá pensar que esa especie de disparates encuentran su razón de ser en querer contrarrestar el drama, pero es que a la vez que te hacen gracia no dejan de ser el motor de la desgarradora historia que se nos está relatando.

Y es que los hijos de De Niro se muestran tan parcos en sentimientos porque simplemente no saben como encontrarse cómodos estando con él, de que hablar, cuáles serán sus posibles reacciones y de qué manera mostrarse. No por una razón clara, como puede ser el aborrecimiento o el odio que puedan sentir hacia él, sino que pasa solo, sin que puedas hallar una explicación por más que te devanes los sesos. Justo como suele suceder en la realidad. Es algo cruel, pues el abandono al que le someten los hijos a De Niro es involuntario, de hecho es una reacción refleja que se produce en los tres.

Una película realmente dura. Un sutil e inteligente drama que se sirve practicamente de la filmación de cualquier circunstancia de lo más cotidiana y de todo elemenos que por más trivial y rutinario que pueda parecer, como que alguien te mire mal para destrozar incontenidamente por dentro al espectador. Porque con el personaje de De Niro resulta muy fácil empatizar.