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Críticas de Revista Contraste
Críticas 1.351
Críticas ordenadas por utilidad
5
12 de enero de 2024
22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Valle de sombras' nos adentra en la cordillera del Himalaya perteneciente a la región india y, más específicamente como el nombre indica, en el valle de Kullu, una zona marcada a lo largo de los años por extrañas muertes y desapariciones. En ese contexto la película va al grano y arranca con un joven Quique llegando a una comisaría para denunciar un crimen. El misterio queda sembrado y viajamos con él, cuatro meses antes, para ver lo sucedido.

Tal vez ahí surge el problema principal del film: las expectativas que crea. Si bien se plantea como un thriller, lo cierto es que acaba siendo puro drama. Así pues, uno espera un cierto dinamismo e intriga, pero se encuentra en la mitad del film estancado como el propio protagonista, incapaz de salir del valle hasta la llegada del invierno.

El guion irregular va dosificando a cuentagotas las acciones que permiten avances argumentales y roza el tedio por momentos, mientras que en otros avanza a trompicones y, al final, cierra con una no-resolución insatisfactoria. Además, la explicitud de una determinada secuencia de extrema dureza genera una innecesaria incomodidad y, al posicionar la cámara en determinados ángulos, una extrema frivolidad.

Pese a ello, el diseño de producción está tremendamente cuidado y Miguel Herrán carga sobre su actuación todo el peso de la cinta y facilita la conexión con el espectador –a pesar de que el guion le obligue a constantes escenas de lamentaciones y lloros–. Él permite reenfocar el peso de la historia en aquello latente: un relato de superación, una lucha por volver a casa y un diálogo entre el duelo y la culpa. Y, entre todo ello, 'Valle de sombras' deja espacio para enfatizar el valor de la hospitalidad, la escucha atenta, la sanación personal o el respeto intercultural.

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Revista Contraste
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4
9 de mayo de 2022
22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo de ayer coincide en el título con el de una excelente obra del, más excelente aún, escritor Stefan Zweig. Sorprendentemente, Diastème, guionista y director del film, sostiene que su película es una adaptación de las memorias del autor austriaco. Si tal era su intención, podemos asegurar que ha logrado un auténtico fracaso. Y si, simplemente, quería inspirarse en la angustia de Zweig ante un mundo –el de la Vieja Europa a comienzos del siglo XX, antes de que la II Guerra mundial terminase de destrozar lo que no había conseguido la Primera, que se desmoronaba…– entonces volvemos a constatar que el recurso de Diastème basándose en Zweig, o bien es solo una manera de legitimarse, o se confundió de libro.

El único paralelismo que puede encontrarse entre el papel y el celuloide es la proximidad amenazante de Hitler en un caso, y un candidato de extrema derecha en el otro. En ambos casos dicha línea argumental es mínima. Zweig redacta un extenso ensayo que incluye todas las ideologías y tendencias culturales del momento, recurre a la Historia y a la Filosofía y explora con seriedad el interior del ser humano de su tiempo. Diastème deambula por los pasillos de la residencia presidencial entre intereses políticos, oscuras conspiraciones, favoritismos, enchufes y, muy débil y superficialmente, estaciona en los sueños que tenían los protagonistas cuando empezaron su carrera política.

El relato es frío, confuso y no parece que lleve a ningún sitio. Si el futuro se presenta peligroso por el fundamentalismo del próximo vencedor de las elecciones, las motivaciones y procesos de los protagonistas no son mucho más tranquilizadores, pues obvian cualquier referencia a los problemas de los votantes, las soluciones que se supone han llevado a cabo y tampoco hay ninguna reflexión remotamente profunda acerca de la democracia y los valores que la sustentan. Todo queda reducido a un trapicheo por el poder desconectado de la vida real.

Con este planteamiento, el film no consigue ni intrigar, ni emocionar ni, mucho menos, asustar. La cámara y la banda sonora cumplen y los actores hacen lo que pueden con lo fatuo de sus roles asignados, pero entre todos ellos no consiguen formar un relato coherente que deja al público, afortunadamente después de solo hora y media, pensando qué quería exactamente transmitirnos su director y en qué universo coincidió con Stefan Zweig.

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7
23 de julio de 2019
22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un pequeño fracaso universitario de dos jóvenes los impulsa a decidir emprender un viaje durante el verano. Por casualidad, antes de salir, ambos se conocen y se convierten en compañeros de ruta. Este sencillo inicio, con el que se puede presentir una predecible y típica historia de amor, queda sorprendentemente superado en su desarrollo gracias al guión del propio director y Silke Eggert.

Durante más de dos horas, se van construyendo los personajes poco a poco, a través de evocadores diálogos, y, por supuesto, de un viaje por la carretera, que es metáfora de uno más espiritual. Este género cinematográfico de la road movie permite a su vez deleitar a la audiencia con atractivos paisajes, en una expedición de Berlín a Portugal, acompañado por una acertada banda sonora. Quizá, esto último añade un tinte pastel al relato, pero sin llegar a ser empalagoso.

Aunque puede intuirse el final de trayecto, el director dosifica apropiadamente la aproximación entre los protagonistas. De esta manera, no se fuerza la relación desde el principio, con un flechazo a primera vista, sino todo lo contrario. Cada uno empieza a conocerse a sí mismo y eso dará pie a derribar las barreras que los separan. La naturalidad en este proceso se consigue en gran parte gracias al excelente trabajo de Mala Emde y Anton Spieker, sobre quienes recae la mayoría del peso de la película. Su actuación espontánea atrapa al público y ameniza la larga duración del film.

El itinerario en caravana y la poca acción dan pie a interesantes conversaciones que revelan la manera de pensar de Jule y Jan, su pasado y sus aspiraciones. Hablando de capitalismo, la diferencia entre la cooperación y la competición, genética, fidelidad o sexo, ambos empiezan a crear un mundo compartido, a la vez que incitan al espectador a reflexionar él mismo sobre esos temas. Este aspecto, junto con algún punto trágico, contribuyen a distanciar la cinta de las conocidas comedias románticas.

303 es simultáneamente un recorrido por Europa y uno interior, que funciona gracias a sus actores principales y a la fotografía. Esta road movie en una Mercedes 303 conducida por dos millenials probablemente no aporte nada, pero es un tiro seguro para distraer, complacer, divertir y enternecer.

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8
18 de septiembre de 2020
23 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
David Ilundain presenta un título honesto y con mucho talento. Para ello, parte de un artículo de prensa sobre un profesor que había creado un sistema de colaboración entre su clase y un alumno enfermo para que este no se retrasara en los estudios. El director consigue arrojar luz en el ámbito de la educación, algo en lo que parece que el cine francés llevaba la delantera.

Siendo una producción sencilla, el film trata temas delicados, como la presencia de una enfermedad o el bullying en una clase de niños de once años. Pero no lo hace a modo de moralina, sino de manera sincera y agradable para la audiencia, lo que se consigue, en gran parte, gracias al fantástico trabajo del reparto.

Los actores no profesionales en su papel de alumnos de 6º de primaria están más que convincentes. Además, tienen gran química con el protagonista, David Verdaguer, que retoma el rol de profesor después de Lo dejo cuando quiera y encandila con su interpretación.

También ayuda la duración adecuada y la falta de subtramas que entorpezcan el mensaje principal. De esta manera, la cinta se centra en lo importante y focaliza la atención en la resolución del conflicto con el que se encuentra el profesor. Este es, además, muy humano y no un “superprofe”, como se puede observar por los problemas que tiene en su vida personal una vez acaban las clases, lo que dota a la trama de más realismo. Llama también la atención el respeto y el cariño con el que trata a sus estudiantes, una de las claves del éxito, sin duda.

Uno para todos es una película veraz y luminosa que relata de manera optimista una realidad dura presente en los colegios hoy en día. Con una gran labor por parte de todo el equipo, es un producto que merece la pena ser visto por todos –aunque sea especialmente relevante para los profesionales de la educación– y sobre el que es interesante reflexionar.

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7
11 de noviembre de 2022
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tori y Lokita son un niño y una adolescente africanos. Viven en el mismo centro de acogida y fingen que son hermanos, gracias al fuerte vínculo que han desarrollado en la travesía para huir de su continente de origen. La necesidad de mandar dinero a casa, unida a la extorsión por parte del traficante que los trajo a Europa, obligan a la joven Lokita a involucrarse en el peligroso negocio de las drogas.

La película lanza su mensaje por medio de contrastes: la indefensión de los chicos frente a las continuas humillaciones y abusos de poder a los que son sometidos; la pureza de su amor fraternal frente a las relaciones cargadas de violencia e interés del mundo del crimen.

Visualmente, nada destaca en el filme. Todo es sencillo, gris, ordinario. El barrio en el que se mueven los personajes, la cocina del restaurante desde donde trafican, la monótona vestimenta, los sonidos urbanos… Todo sabe a cotidianidad y logra la empatía del espectador.

Lo mejor de Tori y Lokita es que afronta el drama de la inmigración sin simplificar, sin dividir la sociedad de manera simplista en “buenos y malos”. Es evidente que los chicos actúan de manera ilegal, son evidentes sus mentiras para obtener los papeles, pero también lo son su necesidad, su desesperación y la injusticia de su situación.

La frase final de la película, pronunciada con la inocente seriedad del pequeño Tori, cae como una sentencia sobre todos nosotros.

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