El propio Coppola lo dice en una entrevista recogida en este documental: el riesgo de pretender ser profundo es que sólo consigas ser ridículo. Algo parecido pasa aquí. Se reunen, qué duda cabe, testimonios e imágenes de gran interés sobre una película impresionante, pero sus realizadores se pasan tres pueblos. Nos presentan a un Coppola haciendo su particular Viaje a las Tinieblas por rodar este filme.

A ver, ¿acaso no hubo graves problemas? nadie lo duda: hubo graves problemas, retrasos e incidencias en el rodaje. No es fácil rodar en Filipinas, con ese clima y en la jungla, o con los militares que te prestan unos helicópteros y que luego sin avisarte se te los llevan, o para hacer los decorados en emplazamientos rémotos con unos medios tan precarios. De acuerdo, la estancia del equipo se sale de presupuesto, hay que reescribir guiones de noche y aguantar a un Hooper colocado o el divismo de un Brando que puede no hacer acto de presencia. Hay también que enfrentarse a eventualidades tales como que a tu protagonista le dé un infarto. Bien, lo entiendo. Tanta presión puede alterar al más flemático.

¿El director tuvo que arriesgar su propio dinero? sí, lo arriesgó. Los emprendedores, sean del mundo del cine o de cualquier otra empresa, arriesgan su dinero. ¿Hipotecó su casa y destinó parte de sus ahorros al proyecto?. Lo hizo, pero le salió bien la jugada: no perdió nada y ganó mucho. Díos mio, ¿acaso ha sido el único hombre sobre la tierra que ha arriesgado su fortuna por un sueño? ¿Acaso emprender una iniciativa de este tipo te enfrenta a una situación radical e iniciática como la de los protagonistas de su película?

No perdamos la perspectiva. Coppola era ya un consagrado director, que había realizado El Padrino, que había hecho una fortuna, y que emprende con su mujer e hijos, una familia que siempre le apoyó, la aventura de rodar una película sobre la guerra del Vietnam. Fue uno de los primeros en hacerlo, tuvo su riesgo, y lo hizo de forma magnífica, pero tampoco es cuestión de plantear paralelismos entre su historia y la de sus protagonistas, o con la novela de Conrad. Coppola es grande, lo pasó mal y lo suyo fue un reto que también a mí me impresiona, pero tampoco hace falta magnificar su hazaña con tanto exceso.

En fin, que se trata de un documental interesante, especialmente para emprendedores del cine o de cualquier otra actividad humana, pero excesivo en su afán por mitificar el director de lo que, nadie lo duda, fue un gran filme.

Historia simplona y poco valiente. Por caminos muy trillados este filme trata de presentarnos la personalidad de Wilberforce y las primeras iniciativas en el Imperio Británico para la abolición de la esclavitud. Sin embargo, los personajes se mueven y tienen mentalidad del siglo XXI, solo que trasplantados en un escenario y con vestuario del XVIII, bien reproducido, eso sí. Particularmente desafortunada es la forma de presentar la amistad de Wilberforce con Pitt y los escarceos con quien sería su esposa. Filme con escaso sentido de lo histórico que en ningún momento consigue desprenderse de un aire de película de TV.

Se acusa al filme de ser plano o un mero producto de acción, inverosímil y "dejà vu". Sin embargo a mí no me lo ha parecido. Creo que se trata de un filme excelente que sin duda volveré a ver. Más allá de las habilidades indudables de Scott como realizador, Hoffman, el personaje de Russell Crowe, me ha parecido un retrato muy interesante. Porque Hoffman es hoy en cierto modo más importante que los militares, los políticos, los diplomáticos o los agentes sobre el terreno. En realidad todos ellos no son sino colaboradores de hombres como Hoffman que son quienes de hecho dirigen la gigantesca máquina bélica en Oriente Medio. Vemos en este personaje la precisa materialización de una revolución de las cualidades y modo de vida del dirigente. El personaje de Di Caprio, por contra, representa un cierto pasado, un anacronismo. De hecho, Hoffman podría trabajar para una multinacional de la informática y tendría una carrera similar y pensaría poco más o menos lo mismo. Hoffman es un prototipo destacado del nuevo triunfador, hogareño, afable, que viste informal y teletrabaja. Su estilo de vida, con esposa e hijos, es característico de la clase media-alta de Estados Unidos pero ya también de todo el mundo. Desengañémonos. Su forma de pensar y su estilo de vida son los del futuro al que todos aspiran. Hoffman es el técnico brillante y organizador, que piensa en términos globales y está obsesionado por los resultados. Y es precisamente su falta de lastre psicológico y anímico, lo que le da la desenvoltura con que maneja la maquinaria técnica y organizativa de los servicios de inteligencia. Puede que nos deshagamos de dictadores o terroristas, y sea lo que fuere lo que pueda pasarle a un Hoffman en particular, así al nuestro las cosas se le tuercen, los tipos como él seguirán mucho tiempo entre nosotros “salvando la civilización”, como irónicamente desde el jardín le dicen a su esposa justificando el porqué se han levantado una mañana tan temprano.

Cierto que parece de otra época. Un canto al poder del deporte para crear una nación común de blancos y negros. Es bonito. Además nos recuerda el carisma de Mandela y exalta su carácter visionario.

Sin embargo el argumento es ingenuo, simplón y previsible. Es hagiográfico en Mandela y muy pobre en el resto de personajes. Se vale de recursos facilones para que el espectador empatice con lo que está viendo y se emocione. Pero reconozco que se pasa bien, la banda sonora es buena y son consoladoras estas exaltaciones comunitarias y de culto al hombre providencial.

Dicho esto, el film pone en evidencia el abuso del poder del deporte para generar un sentido de comunidad entre los sudafricanos. Una estrategia sentimental es siempre un arma de doble filo: sirve tanto para reconciliar poblaciones como para dividirlas. No es una estrategia nueva; posiblemente ya se utilizaba en la Roma imperial siglos ha, pero que en cualquier caso reinventaron los totalitarismos del siglo XX.

Película de acción, que sorprende por estar ambientada en la cultura maya, en la que se mezcla un aparente prurito de fidelidad histórica, al ser rodada en lengua nativa, con un desparpajo impresionante a la hora de presentar la desafortunada captura de una tribu paleolítica que habita a pocos días de distancia de una de las capitales del imperio maya.

El mito del Buen Salvaje con su plácida vida tribal es aquí revisitado, sólo que la sociedad depredadora, supersticiosa y sanguinaria, para variar, no es la occidental.