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Críticas de José (FullPush)
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Críticas 313
Críticas ordenadas por utilidad
9
23 de diciembre de 2013
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Conócete a ti mismo" -dice la máxima socrática. Y en ésas estamos un buen porrón de siglos, aunque haya quien se piense un ente único, un carácter inviolable, todo asepsia y miraditas autosuficientes. "Sé tú mismo, colega" -me dice; y yo tengo que reírme. Como si aquello de ser uno mismo (¿y quién voy a ser si no?) se ajustara a algo perfectamente claro, contingente, por encima de influencias del medio y traiciones de la mente. Pero no, ser de esa manera es otra cosa, se llama animalidad y está muy bien ejercerla de vez en cuando, al fin y al cabo es otra más de las múltiples facetas del yo que nos definen, y cuidadín con este término, que soy de los que dan valor al estribillo que versa: definir algo es empezar a limitarlo. Prueba a hacerlo, dame una lista con tus recovecos, me los adjuntas al currículum.

¿Por qué digo esto? No lo sé, necesitaba decirlo, supongo, viene al caso en la medida que yo crea que lo hace; uno nunca puede estar seguro de lo que guarda dentro hasta darle rienda suelta, es otra máxima no formulada para cualquier psiquiatra que se precie, imagino... No, no sólo los locos son un caso clínico, cualquiera de nosotros podría estar alimentando un monstruo sin saberlo. Robert Wiene era consciente. Que nadie piense, pues, que la estética expresionista es un mero añadido porque empezaba a estar de moda, no en este caso, desde luego. Si 'El gabinete del doctor Caligari' tiene la textura de un mal sueño es porque aspira a retratar una demencia, una insania, un horror que sobrepasa lo tangible.

Decía Ortega y Gasset (y antes que él, alguno más) que la realidad nunca se resume en los límites de nuestra percepción; la realidad, por tanto, va mucho más allá, es una búsqueda constante cuyos ríos desembocan en la muerte, y tal. Lo que cuenta esta obra es irrelevante, hay que mirar mucho más adentro, hay que zambullirse en el delirio y dar color y orden al subtexto, dejarse conmover por la certeza de localizar al asesino y asentir: era yo mismo. En efecto, Robert Wiene no filmó una obra que eludiera paradigmas y rasgara eternidades, no sólo eso, también dibujó una pesadilla que, como decía, tiene ya un porrón de siglos.
José (FullPush)
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7
29 de marzo de 2011
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mejor adjetivo que se me ocurre para definir La senda tenebrosa es el de "moderna", que lo es hasta las trancas. Pero no de esa clase de modernez que caduca con el tiempo y queda desfasada y risible en su intento por transgredir, no. Es moderna porque aún hoy se conserva como algo fresco y atrevido, tanto en su filmación como en ciertos apuntes de guión (quién me iba a decir que aquella película de acción llamada Cara a cara era deudora del cine clásico). Y hablo de su filmación por el trabajo sumamente exquisito que deriva del uso durante casi media película de la cámara en primera persona, que nos introduce en la historia y en el personaje sin rostro, hasta el momento, de Bogart de manera impresionante. Es alargar éste una mano y ahí estamos nosotros alcanzando el objeto que pretenda; es mirar hacia un lado u otro, o cruzar sus ojos con los de Bacall, felina hasta el extremo, y allá que van los nuestros. El resultado es primoroso, en serio lo digo, en parte también por la fotografía acojonante que le acompaña.

Por otro lado, la cinta es liosa y enrevesada de forma bastante innecesaria. ¿Lo bueno? Que ni molesta ni pasa factura, pues dentro de su complejidad todas las piezas encajan. Dependerá de cada uno decidir si le convence la forma que adopta el jeroglífico. Yo por mi parte he resuelto que La senda tenebrosa es cine negro cercano al surrealismo. Y me gusta.
José (FullPush)
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8
8 de marzo de 2014
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Proyectada en la fase final del festival de cine de Murcia (IBAFF), y con una escasa distribución, de momento, a sus espaldas, Centro histórico se perfiló el pasado viernes como el plato fuerte que todos esperaban. Nada sorprendente, por otra parte, teniendo en cuenta los pesos pesados encargados de la dirección, todos ellos reputados directores con una amplia carrera y una visión muy personal y genuina del cine que, hermanados en un proyecto común (la promoción turística de la ciudad de Guimarães, “fundadora” de Portugal) acabaron por hacer lo que les vino en gana… para suerte de los espectadores ávidos de sensaciones diferentes. Dividida, pues, en cuatro actos bien diferenciados estilística y discursivamente, la obra, que fue definida como “bizarra” por el propio Pedro Costa, presente durante la presentación del filme, se antoja, sin embargo, como un todo cohesionado y perfectamente armónico, donde las diversas voces se complementan para elaborar una suerte de mosaico de una realidad histórica que trasciende los límites físicos de esa ciudad abocada a la extinción. Así, no estamos hablando de Guimarães únicamente, ya que la mirada de los realizadores aspira a ser universal en su aprehensión del eterno mal de siglo, reflexionando sobre el pasado, el presente y el futuro de todos nosotros en cuanto engranajes de la historia.

Pudiera pensarse en la icónica Manhattan, pero no. Aquí lo que interesa no es la exaltación desde el sentimiento; Centro histórico es mucho más oscura y desencantada, algo así como un viaje al fin de la ciudad, un regreso al “horror” de Joseph Conrad sin dejarse arrastrar, eso sí, por la locura (atentos a la escena del ascensor en la parte de Costa, que a mí personalmente me recuerda muchísimo a los compases finales de Apocalypse Now). En todo caso, no nos llevemos a engaño, la cinta no creo que pretenda sentar cátedra de ningún tipo. De hecho, el tono evita la solemnidad de baratillo para permitirse el lucimiento del humor, último reducto salvador ante una situación vital de asfixia que aliviar con el vitalismo derrotista del siempre contradictorio -y fiel a sus constantes- Kaurismaki o la mirada sarcástica que proporciona el paso de los años de Oliveira, quizá el más consciente de la inevitabilidad de sucumbir (sorprende, también, el parecido en intenciones con la reciente y muy destacable La gran belleza, de Paolo Sorrentino). Ambas historias abren y cierran la película, permitiendo la buena ventilación del bucle elegíaco en que se convierte el conjunto dedicado al hombre-máquina. En medio, la ya mencionada aportación de Costa: onírica, subyugante, sugerente, atmosférica y abierta a mil interpretaciones, pareciera el desfile militar de una conciencia de clase, sobre todo, aunque también cabe una visión más general.

Por último, nos queda hablar de la tercera historia, la dirigida por Víctor Erice, y que actúa como el elemento humanizador más tangible y emocional de la propuesta. Dicha historia girará en torno a una fotografía antigua de los trabajadores de una fábrica de la ciudad que fue, allá por los inicios del siglo XX, una de las más importantes del país. Esta fotografía la servirá al director para orquestar su particular réquiem por los que ya no están y apenas si se dieron cuenta de que existían mientras lo hicieron. Viene a la mente el ejercicio deconstructivo de Guerín y su Tren de sombras, con la que comparte algún punto en la geografía fantasmal de sus vaivenes. Ambos directores se valdrán del artificio artístico para alcanzar sus propósitos, consiguiendo de manera realmente paradójica una cercanía y un poder de convicción que te remueven, en este último caso al ritmo suave y triste de un acordeón con que llorar a lo pasado e introducir los muros que observan los turistas desde la tranquilidad de su autobús en el cierre que dirigirá Oliveira. Al final, queda la sensación de haber asistido a una muestra de cine insólito, combativo, genuino, inquieto y para nada condescendiente.

(crítica escrita para cinemaldito.com)
José (FullPush)
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7
2 de diciembre de 2010
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si me preguntaran cuál fue la película que más me impactó en mi infancia sin duda respondería que ésta. Contaba yo 14 años más o menos cuando mi profesor de religión (el cual también me descubrió la maravillosa "La milla verde") decidió que sería una buena idea proyectar entre sus alumnos cierta obra acerca de lo que nos une y separa a los seres humanos. Valores como los de la amistad, la tolerancia, el respeto, la igualdad y el amor en su máxima expresión cobraron un sentido hasta entonces desconocido para mí y mis compañeros, pues siendo todos unos cabras locas, durante dos horas que se hicieron suspiros no recuerdo que nadie osara siquiera parpadear, no fuera a perderse algún momento clave. Si algo tiene esta cinta es que hipnotiza, desde luego.

Ahora, unos cuantos años después, mis percepciones no han cambiado; es más, American History X ha pasado a ser una de mis obras favoritas, no sólo como referencia antirracista (que es el tema que estructura toda la narración), sino como un ejemplo capital de buen cine. De ése que tan de uvas a peras nos visita y nos cautiva; del que embelesa y te hace preguntarte si lo que estás viendo no será una ventana a otra dimensión más asible de lo que uno hubiera imaginado. Si tal grado de credibilidad y naturalidad en la dirección y la actuación no será incluso algo que reprocharle, por poner el pabellón demasiado alto. Alabado sea Edward Norton, a propósito.

Lo cierto es que, en cualquier caso, y a pesar de que la obra no se posiciona, sino que expone -virtud de agradecer, pienso- y de que haya gente que le acuse su evidencia narrativa y sus licencias expositivas -cualquier película las tiene-, American History X es una cinta de obligado visionado y, por encima de todo, un ejemplo palpable de por qué el cine es y será por muchos años la rama más notoria y apreciable de lo que llamamos arte. O Arte, que también pudiera ser. Gracias, "Bombi", pues, por aguantarme y abrirme las puertas del cielo.
José (FullPush)
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7
27 de septiembre de 2010
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Benditos coreanos! 4 películas a las que me he acercado, 4 buenas películas como poco que he visto. A este paso voy a ir pensando seriamente en sustituir el tipo de cine que consumo.

The Chaser es, una vez más, el ejemplo perfecto de cómo una excelente dirección, acompañada de una no menos excelente fotografía, y un trabajo actoral y de guión también notables dan como resultado irremediablemente una notable película.

Ciertamente, se me hace difícil hablar de ella, quizá por lo reciente del visionado, pero son muchos los detalles que bien merecen lanzar una pronta recomendación de lo más sincera a los menos convencidos: desde esas secuencias martillo en mano a lo Oldboy; pasando por el nervio y la convicción con que todo está narrado y filmado; o el ritmo ascendente que en ningún momento se hace pesado; o un duelo interpretativo de altura; o algunos toques cómicos de agradecer; sin olvidar ese ambiente opresivo y extraño tan bien conseguido o cierta puntilla final* que tan bien le ha quedado al director.

¿Lo mejor? Al acabar queda una sensación de que aún quedan cosas dignas de ver de lo más agradable.

En serio, no os defraudará.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
José (FullPush)
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