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Críticas de Reaccionario
Críticas 4.418
Críticas ordenadas por utilidad
2
31 de julio de 2017
3 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque no todo el anime sea excelente, por supuesto, al menos hay grandísimas obras en este género. Sin embargo si damos el paso al cine convencional japonés sólo recuerdo una película de calidad, eso sí, bastante buena, "The Ring" (1998), pero el resto de lo que he visto suele ser infumable, incluso aunque se trate de dibujos animados. Es raro porque es como si se tratara de dos mundos que no tienen nada que ver. Por ejemplo, en su lenguaje: el anime es mayormente muy dinámico y en cuanto a los emociones cae continuamente en el histrionismo, especialmente en los últimos años. En cambio, el cine de toda la vida es lento hasta la extenuación y bastante contenido en lo sentimental, como lo sucede a esta "El verano de Kikujiro", aclamado título del país del sol naciente protagonizado y dirigido por Takeshi Kitano, un cineasta y más cosas de reconocido prestigio en Japón pero que en España es más conocido por ser el presentador del hilarante concurso de "Humor Amarillo".

Sea como fuere, este largometraje tiene un par de momentos sensibleros que tampoco están mal, algún punto de vez en cuando y una banda sonora muy bonita pero el resto no hay por donde cogerlo. Para empezar, Kikujiro (Takeshi Kitano) no sólo es un bobo de campeonato sino que es desagradable, un grosero y un criminal. A partir de aquí la convivencia con el niño va a tener un recorrido mínimo. Pero es que encima las personas con las que interactúa le siguen la corriente a semejante personaje. Es decir, le llama a alguien idiota y el otro se queda igual, incluso le obedece, en vez de enfadarse o mandarlo a paseo. En definitiva no tiene lógica por esto y otros motivos, el propio viaje es absurdo. De todos modos lo mejor que tiene es que estando en una feria te hace recordar a "Kimagure Orange Road" (1987-1988), cuando participan en la caseta al tiro al blanco, capítulo 34, donde por cierto, Madoka está megaguapísima, o en la captura de peces con cazos de papel en el OVA 3 de 1989.
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6
16 de abril de 2017
3 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un año después de la novela de "Chacal", Frederick Forsyth publica "Odessa", es decir, en 1972, y con la misma celeridad es llevada al cine. Así que para 1974 tenemos su adaptación germano-británica con Jon Voight como protagonista, y la atractiva Mary Tamm, Maximilian Schell y Maria Schell como acompañantes. Forsyth nos asegura en la introducción que la película está basada fielmente en hechos verídicos, a partir de diversas investigaciones, aunque no sabría decir hasta que punto es así. Ahora bien, la red ODESSA para evadir nazis y el carnicero Eduard Roschmann (Maximilian Schell) fueron muy reales.

Dicho esto, aprovecho la oportunidad para desmentir la idea que circula por ahí de que tanto la Iglesia Católica como países no democráticos, me refiero a España y Portugal a los que expresamente se cita, ayudaron a escapar a criminales de guerra. La falsedad de la afirmación es obvia, lo cual no quita que pudiera haber algún caso aislado de filonazismo, que actuara por su cuenta. Además resulta absurdo pensar que si, por ejemplo, España estaba en el punto de mira de los aliados por "fascista", los provocase ocultando nazis, cuando quería dar precisamente una imagen de normalidad "desfascisticizándose".

El caso es que Ronald Neame construye un thriller de espías, si no tan bueno como "Chacal" (1973), al menos sí solvente y con ese toque neutro periodístico que vendría a ser una marca de la casa Forsyth. Es posible que tenga un par de giros algo afortunados, tampoco el final es muy original, pero se ve "Odessa" con gusto pese a su extensión, tenía entonces una actualidad rabiosa y además es una obra de denuncia. Eso sí, me he quedado con las ganas de ver a Sigi (Mary Tamm) como striper pero para compensarlo sale con unas botas marrones que están bien pero que son de 1974, no de 1963, cuando se ambienta.
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3
2 de diciembre de 2016
3 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Once años pasaron desde que Peter Sellers interpretara por última vez a su personaje más emblemático en "El nuevo caso del inspector Clouseau" (1964) hasta "El regreso de la pantera rosa" (1975). Lo curioso es que se vuelve a confirmar que cuando una película exitosa, consiguió ser la sexta más taquillera del año en los Estados Unidos, no la emiten nunca por televisión es porque es mala. De hecho, la presente la he tenido que ver después de muchos años de espera en el original inglés y subtitulada lo que creo que también la afecta negativamente desde el plano humorístico porque la experiencia real del visionado es escuchar a los actores, no leer un texto que aparece en la parte de abajo de la pantalla. Pero resulta que, aquí está la novedad, unos días más tarde vi la continuación "La pantera rosa ataca de nuevo" (1976) y me gustó moderadamente, incluso mi hizo gracia, lo que me llevó a querer darle una nueva oportunidad a la presente, viéndola en un contexto o formato que le fuera más favorable. Pues bien, ni doblada ni sin doblar, sólo o acompañado, sigue siendo tan floja como en la primera impresión aunque la traduzcan al castellano.

Sea como fuere, no llega a decepción porque no esperaba demasiado, pero sí que me ha resultado más anodina que ninguna otra de la franquicia, bueno al nivel de la primera, la de 1963, que era bastante rollo. A mi parecer la obra desbarra completamente porque su humor se basa en ver a un idiota haciendo bobadas y eso no debería producir gracia per se. De hecho, apenas esbocé alguna sonrisa a lo largo de sus casi dos horas de duración, más por insistencia que por talento, que tiene poco. En realidad mis simpatías estaban con el capitán Dreyfus (Herbert Lom), que tiene que soportar a semejante lelo. El caso es que su trama "seria" estorba y su "cómica" es inoperante. Si la raíz del humor está en el mal desempeño de un rol, el inspector Clouseau (Peter Sellers) fracasa porque no resulta convincente como detective patoso, es decir, no se ven naturales sus meteduras de pata, ni son comprensibles, ni permite que te pongas en su lugar. De hecho este fallo lleva a que haya una mutación en su papel: ya no es un mal detective sino un zote que se hace pasar por policía. Es decir, acaba desarrollando perfectamente su papel de tonto redomado.
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6
5 de junio de 2016
3 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si cualquier obra anticomunista, en realidad que sea contraria a lo que es lo "progre", corre el riesgo de ser difamada y olvidada, con más motivo si la misma surge de una dictadura derechista. Este es el caso de "Embajadores en el infierno", una película basada en la novela de Torcuato Luca de Tena, "Embajador en el infierno" (también de 1956), que recoge a su vez las andanzas de Teodoro Palacios Cueto, el capitán Palacios, en tierras rusas, es decir, de un miembro de la División Azul que acabó prisionero de la Unión Soviética, como tantos otros, a lo largo de la Segunda Guerra Mundial. El largometraje comenzó con polémica, desde los varios directores posibles a las imposiciones de la censura para llevar el ascua a la sardina del régimen y sobre todo, los intentos de quitar protagonismo a la falange, que fue el verdadero motor y la que nutría de hombres a este grupo de combatientes. Por cierto, que muchos de los falangistas más filonazis que se apuntaron a la División Azul y que eran partidarios de que España luchara abiertamente como país al lado del Tercer Reich luego acabaron en la izquierda bienpensante, como el poeta Dionisio Ridruejo. En cualquier caso, sesenta años más tarde la cosa sigue igual. Los de la izquierda la ven como mera propaganda fascista mientras los centristas la justifican en su contenido político, además de cinematográfico. Yo por mi parte, el de la derecha, voy a intentar ser ecuánime, como siempre.

Por un lado, salvo para ignorantes y sectarios, el comunismo en general y el estalinismo en particular fueron un horror. De hecho, como algunos apuntan, la visión del cautiverio de José María Forqué es extremadamente suave. A estos prisioneros los hubieran fusilado a los cinco minutos. Ahora bien, "Embajadores en el infierno" olvida, que en su intento de luchar contra el comunismo, la División Azul peleó codo con codo, junto a otros aliados del Eje, con los nazis, que cometieran auténticas barbaridades en este de Europa. Aquí aparecen españoles, italianos, rumanos, alemanes y no sé qué más, como si fueran caballeros de reluciente armadura, lo cual es bastante injusto y en el fondo, falso. El que Hitler o Stalin fuera muy malos, que lo eran, no exime a los demás de justificar sus actos, ya sea mediante Divisiones o mediante bombardeos masivos o nucleares. El caso es que pese al baño político, a veces algo forzado, tenemos una película áspera, bien rodada, con fuerza, estilo y una ambientación excelente. El guión divaga un poco, echo en falta que se profundice en los aspectos políticos y humanos, pero quizás sea demasiado para 1956, aunque en ocasiones es emotivo. En definitiva, viene a ser "El puente sobre el río Kwai" (1957) y "La gran evasión" (1963) pero a la española y lo que es más importante, antes de estas superproducciones extranjeras. No me extrañaría que David Lean y John Sturges se inspiraran en esta "Embajadores en el infierno".
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3
14 de noviembre de 2013
3 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo una película de este famoso humorista del cine mudo, esa en la que sale un caballo en una zapatería, no sé deciros el título, que sí que era realmente divertida. Sin embargo "El cameraman" falla en el plano de la comedia con un humor que sólo aparece en contadas ocasiones. El único momento más o menos bueno, es en el vestuario masculino, el resto del metraje sólo consigue arrancarte un par de sonrisas fugaces, con la hucha, la llamada telefónica y alguna cosilla más.

Dicho esto la crítica negativa no tiene nada que ver con la antigüedad pues "Luces de ciudad" es de 1931 y es desternillante. Claro que a lo mejor "El cameraman" vale más como drama o comedia romántica. En esta línea la historia puede ser demasiado fácil pero sí tiene algunos momentos tiernos, que son sin duda lo mejor de la película. Al final, aunque sea corta, 69 minutos, se hace un poco pesada, echándose en falta el diálogo. Poco que destacar, salvo Keaton y la bella Marceline Day.
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