Lineal y anodina historia de ciencia ficción, con Matt LeBlanc haciendo todo lo posible por huir de 'Joey' y con la niña-adolescente más carismática de la época (la Lacey Chabert previa a su conversión en una mulata siliconada por obra y gracia de ¿los rayos uva?), que ni siquiera logrará convencer a los fanáticos del género.

Construir una burla del género, a través de chistes escatológicos y estereotipos mucho más marcados que los clichés criticados, de ninguna manera podía dar buenos resultados; a pesar del siempre simpático Chris Evans y de la gracia en el sinsentido de las múltiples apariciones de actores que ya participaron en las cintas originales (¿debemos considerarlos unos fracasados o unos guasones?). Aunque, ¿acaso teníamos que esperar algo mejor?

Balagueró construye una perfecta atmósfera de tensión y misterio (apoyado por el perfecto Tosar) totalmente alejada de los sustos más facilones, e instalada, en cambio, en el progresivo crecimiento de los acontecimientos y el suspense, propio de los mejores thrillers. Bienvenidos al inquietante, y espeluznante, universo de la maldad de la condición humana...

La buena mezcla de géneros -alejada de los errores facilones tan típicos de cada uno de ellos- consigue una película que paulatinamente, atrapa al espectador en una historia sobre enredos y personajes varios, conectados todos ellos con solvencia gracias, sobre todo, a la valía de un acertado elenco. A destacar la escena icónica de la piscina, y la escueta, pero maravillosa, participación de la gran Carmina Barrios.

Ruptura con las normas de relación de pareja socialmente establecidas, que al igual que sus protagonistas, se queda en una propuesta utópica de pose moderna barcelonesa; con poco más que el tirón del juego homosexual entre sus dos guapos actores masculinos.