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España España · Shangri-la. Andalucía
Críticas de Maggie Smee
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Críticas 376
Críticas ordenadas por utilidad
6
27 de marzo de 2015
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El año más violento” podría despistar a más de un espectador que espere una película más de tiros. No se trata de una acción a lo Steven Seagal, por ejemplo. Es un cine que disecciona hechos, cuya acción transcurre en el interior de los personajes, que se desarrolla en invierno, en la década de los ochenta y aunque un subtítulo nos indique que se trata de la ciudad de Nueva York, no sale nada que el espectador pueda identificarla con lo que en el cine habitualmente muestra de ella: polígonos industriales, camiones cisterna, contenedores, óxido, nieve sucia, y barrios abandonados, medio derruidos, todo alejado de la imagen más turística de la ciudad o de sus barrios habituales, aunque sean barrios marginales. De hecho hay parte visualmente sacada de Detroit, una ciudad con barrios fantasmas, destilando en todo momento un tono de desencanto, de rompimiento del sueño americano dorado, decadente, como por ejemplo ya ocurría en la ya no tan reciente “Mátalos suavemente”.
Su ritmo es realista, a veces pausado aunque no llegue a ser lento, pero su principal característica es que es extremadamente gélida, tan pretendidamente glacial porque J. C. Chandor ha antepuesto esta intención tan cortante como un cuchillo para ayudar al clima analítico que se requería, y eso ya la hace diferente, pero también es una barrera de hielo transparente para que el espectador medio pueda participar de ella. Sus personajes, casi todos de dudosa honorabilidad se mueven por intereses oscuros, brillando con luz propia sobre todo Oscar Isaac en el difícil cometido hombre honrado. Se ha dicho de él que recuerda al Pacino de los setenta (y a mí también me sonaba a Alfred Molina en algunos momentos), cierto es. Chastain, que da la réplica, hace de su mujer, paseando constantemente preciosos modelitos exclusivos de Armani con un personaje, que como el resto, se ven tan vulnerables como ambiciosos, y su frialdad innata le ha beneficiado. También se ha comparado la labor de J. C. Chandor con renombrados directores como Lumet o Coppola, pero me temo que eso ya eso sí que no. Sigue un estilo muy en la línea de estos y otros directores en la década de los setenta, pero compararlos con ellos iría en detrimento de Chandor, aún sin un estilo tan depurado, aunque interesante. Su fotografía intenta contribuir a ello de manera evidente, pero creo que es su banda sonora la que más ayuda a recrear esa visión entre arrumbada y fantasmal, muy en la línea de los años ochenta, y es más que acertada.
No me extraña que finalmente no haya obtenido ninguna nominación a los Oscars a pesar de otros premios y menciones conseguidas. Ya figuraba “Foxcatcher” que es otra muestra, para mí más conseguida, de esa América a la que la industria del cine no le conviene mirar y que el espectador tampoco va a buscar. Pero si es verdad que si le hubieran hecho un hueco, aunque fuera como mejor película, quizás hubieran abierto una brecha, un estilo de cine que pertenece, más que al gremio comercial al cine independiente, algo que desde hace décadas ya hacían también Bogdanovich o Huston por ejemplo, con excelentes resultados, pero que por ello tuvieron que pagar peaje.
Maggie Smee
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6
4 de noviembre de 2022
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Los años jóvenes” es un ejemplo de ese cine que tuvo su auge en los sesenta, no solamente como un intento de renovación del género musical, si no que servía de promoción para un cantante o grupo musical, en este caso de Cliff Richard, vocalista junto a The Shadows y que triunfaban en las listas de éxitos de discos más vendidos y escuchados.

No siempre ha sido un género rentable. La fórmula, ya entrados en la década de los setenta, fue a pique y algunos títulos, como “Head (Cabeza)”, de Bob Rafelson, con The Monkees, a pesar de ser realizada un par de años después tras la exitosa serie, resultó un fiasco, dando paso a documentales más que a películas con argumento.

Fue un “género” que se cultivó en muchos países, y que alcanzó la cima en Reino Unido con The Beatles. Incluso fue imitado en España, por ejemplo, con José María Forqué con su “¡Dame un poco de amooor...!” con Los Bravos, aunque la mejor española fue, al menos para mí, la inolvidable “Un, dos, tres... al escondite inglés”, de Zulueta.

Pero volviendo a “Los años jóvenes”, Sidney J. Furie fue el elegido por el productor Kenneth Harper, director que cultivó toda clase de géneros en cine y la televisión. El film se convirtió, a pesar de su modesto presupuesto, en el mayor éxito que cosecharían The Shadows con Cliff Richard, siendo la tercera película británica más taquillera de ese año, por detrás de “Los cañones de Navarone” y “Agente 007 contra el Dr. No”.

La siguiente, “Vacaciones de verano”, fue la primera que dirigió Peter Yates, pero no triunfó en Estados Unidos, lo que motivó que volviese a ser de nuevo Sidney J. Furie el director para rodar “Días maravillosos”, con Cliff Richard y The Shadows, que para ellos era la quinta película y continuaban en la cresta de la ola.

Lo más curioso de este film es que la coreografía corre a cargo de Herbert Ross, que luego se convertiría en famoso director de cine, el cual propone, sin conseguirlo, para el papel protagonista femenino a una joven, desconocida por aquel entonces, Barbra Streisand. Su productor quería a Audrey Hepburn, lo cual era bastante descabellado, yendo el papel finalmente para Carole Gray, famosa bailarina del West End teatral londinense. Su coreografía se inspira, sin pudor, en “West Side Story”, así como el vestuario elegido, su colorido y algunos de sus temas, que incluye un tema “mambo” que parece sacado de la partitura de Bernstein.

El guion, que no depara muchas sorpresas, empieza como una película que va a tratar de la juventud londinense en los sesenta, con coreografía “moderna”, y da un giro, cuando encuentran el teatro donde ensayar, al “inspirarse” argumentalmente en “Los hijos de la farándula (Babes in Arms)”, de Busby Berkeley, con coreografías que dan un paso atrás y que parecen más inspiradas de manera pobre en films de Kelly, Donen o Minnelli, como para salir del paso sin demasiada complicación y echando más azúcar en lo que ya se había contado, que era bastante “light”.

Llama la atención el que haya una escena en un lago británico y se intente dar una imagen como si fuera lo mismo estar allí como en la costa californiana, eso sí, estando la pareja protagonista rodeada, sin sentido, por niños que parecen abducidos. Escena que contrasta con otras, como los bailes en el local, que están mejor llevadas a cabo, con más brío.

Y si eso era lo más curioso, lo más logrado es la fotografía en color de Douglas Slocombe, genio de la fotografía británico, que falleció a la edad de 103 años, y cuyos trabajos ya pertenecen a la historia del cine, que van desde clásicos británicos de la década de los cuarenta a por ejemplo al blanco y negro de “Mandy” o “El sirviente” hasta la espectacularidad de otro musical filmado en Todd- Ao, como el ya clásico “Jesucristo Superestar”. Llama la atención las pocas nominaciones que consiguió de Hollywood, y perdió injustamente la ocasión de ser galardonado por “En busca del arca perdida”. Su trabajo en este caso, como hemos dicho, es muy destacable.

Reseñable que su banda sonora o ninguna de sus canciones llegaran a ser nominadas al “Oscar”, sobre todo la mítica y archiconocida “The Young Ones” que da título al film y que ha sido versionada por miles de cantantes, quizás porque por esa época Hollywood anteponía sin pudor sus intereses a cualquier industria que supusiera una competencia, porque ya con The Beatles, que clama al cielo, no fueron capaces de nominarles por ninguna canción de sus célebres films.

¿Y qué decir de su reparto? Pues que los secundarios destacan más que su protagonista, como era de esperar. Cliff Richard cumple su cometido, pero es más en plan mírame pero no profundices mucho. Robert Morley, como su padre, muy bien, como es habitual en este gran actor, y el resto cumple sin más, aunque una década después, Richard O´Sullivan, alcanzara la gloria internacional con la serie “Un hombre en casa”, demostrando que era más que una divertida promesa.

Antes de acabar, me gustaría hacer mención a algo difícil de volver a ver, y es que recuerdo un videoclip de un tema de Cliff Richard con The Shadows, interpretado por las marionetas protagonistas de la serie “Guardianes del espacio (Thunderbirds)” que era maravilloso y no sé de qué manera se podría visionar.

Musical intrascendente, correctamente realizada y agradable de ver, aunque sin duda para los más nostálgicos sea imprescindible. La copia remasterizada y rescatada por Netflix es muy buena. La verdad, da gusto ver cine en tan buenas condiciones.
Maggie Smee
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1
1 de abril de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una buena película, es obvio, que puede salir tanto de un gran estudio con gran presupuesto como de un circuito independiente. Muchas veces, es el cine independiente es el que la proporciona, aunque por desgracia, no es obligatorio que el que provenga de ahí sea ningún signo de garantía.

“Placeres vespertinos”, también conocida por su título original “Afternoon Delight”, proviene del cine independiente. Llama la atención que incluso ha obtenido algunos premios, como por ejemplo, el de mejor director en el Festival de Sundance de 2013 e incluso fue nominado como mejor guión novel en la edición, también de ese año, de los premios Independent Spirit. Su director y guionista, Joey Soloway, posteriormente fue creador de series y ha ido trabajando hasta hoy día, que está preparando un “reboot” de “Red Sonja”, en España titulada “El guerrero rojo”, de 1985, correspondiente a la peor época en la trayectoria de Richard Fleischer.

Se me ocurrió escribir este comentario, sobre todo, para que sirviera como un aviso a navegantes, pero ya veo que han habido varios usuarios que previamente ya lo han hecho, porque “Placeres vespertinos” es una de las películas, si es que se le pudiera llamar así, más malas y repulsivas que últimamente haya salido del cine independiente. Sus distinciones, francamente me asombran, no sé si han sido por amiguismo o suerte, pero lo que “Placeres vespertinos” hubiera merecido, al igual otras porquerías que se han rodado, es el olvido más extremo, cosa que, injustamente, le ha ocurrido a muchos films mejores que este.

Lo peor es su pésimo guión, un canto a la burguesía más estúpida y deleznable, con personajes huecos que tienen mucho tiempo libre, sin imaginación para nada y sin conflicto real: una pareja, que ya tiene un hijo, van a un club, por sugerencia de una de las gilipollas amigas de ella, para que una stripper le haga un “show” privado a la mujer y así, posteriormente, se lo haga a su marido, porque son muy antiguos y raritos: cuando tienen un orgasmo, ella cierra los ojos, o algo así, ya ni me acuerdo bien. Luego, por una serie de circunstancias, la protagonista, que es de alma cándida, le sugiere a la stripper, que se ha quedado en la calle, que vaya a vivir con el matrimonio. No ya el matrimonio, si no también los amigos y todo lo que pasa, es tan irrelevante como casposo... No cuento más de su historia y su final, y no reviento nada, es rematadamente asqueroso.

Su dirección es rutinaria. De su “casting”, ellas no resaltan, y ellos están aún peor, gracias a un guión, como hemos dicho, horrendo, unos personajes absurdos y unos diálogos vomitivos. La mediocridad infecta al equipo artístico al completo, donde no hay nada que reseñar, y sus noventa y pico minutos de duración pesan como una losa, como si durara el doble.

Por desgracia mi mala memoria además me traiciona, pero hay una entrevista en el que un director de cine, creo que John Landis, pero no las tengo todas conmigo, confesaba que se veía todo lo que estrenaban. Un día, fue al cine con un amigo suyo, habitual acompañante, y al cuarto de hora, su amigo le dio un codazo, le miró y le hizo una señal con la cabeza para irse de la sala. Fue la primera vez que se salió de un cine, cosa que sonaba casi a sacrilegio, y descubrió que no era así, que eso, al igual que el quedarse dormido, era en algunos casos una bendición. Este director aprendió que no estaba obligado a verlo todo. Pues bien, no fue con esta película, no decía con cuál le ocurrió, pero hay que estar aleccionado para hacer eso en casos como el presente.

Cualquier bazofia de serie Z es más entretenida y merece más respeto que “Placeres vespertinos”, cosa que si la hubiera dejado al cuarto de hora, me hubiera ahorrado tiempo, este comentario/advertencia y el estómago revuelto, sensación que no me deja ni el peor telefilm que proyectan de madrugada para rellenar horas de emisión de emisión, porque para colmo, Joey Soloway, se toma muy en serio todo y es gratuitamente pretencioso. En resumidas, mierda de la peor calaña, malsana por sus monsergas y mensajes cavernícolas, que levantan en mí los peores sentimientos.
Maggie Smee
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1
11 de mayo de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este creo que va a ser uno de esos comentarios en los que no me voy a partir la cabeza en analizar demasiado. La ocasión no es que tampoco lo merezca, que por supuesto no lo merece, si no porque quiero dejar claro que escribo esto porque si hay algún despistado por ahí que ni se lo huela, que lo dudo, es para advertirle que me encuentro ante una de las peores secuelas musicales de la historia.

Me sorprende la cierta benevolencia de algunos usuarios, incluso el que hayan disfrutado con este engendro, pero, aunque desconozco sus formaciones cinéfilas, con un simple vistazo a sus valoraciones, con eso ya lo voy entendiendo. Más preocupante son las críticas de los profesionales, en los que queda claro la degeneración de la profesión y el poco sentido que tienen a la hora de valorar, en la que pierden toda credibilidad incluso para futuras ocasiones, que se pondrán todos falsamente exquisitos y exigentes, con muchos tecnicismos y mucha más pedorrez.

“Mamma Mia: Una y otra vez”, es un auténtico horror, desafortunada desde su base, su concepción, a su ejecución (un pelotón de fusilamiento les hubiera mandado yo), que hubiera merecido, cuanto menos, una “lluvia dorada” de nominaciones a los Razzies y el fracaso comercial más justiciero.

El mayor atractivo de “Mamma Mia! La película” no solamente era su falta de pretensiones, si no el contar con Meryl Streep, una de las actrices más grandes y versátiles que han existido y que se echaba la responsabilidad a su espalda, resolviendo casi por arte de magia. Aquí no queda nada de esto.

Es un largo batiburrillo de canciones, casi dos horas, con un hilo argumental al que no se le puede llamar guion, en el que los que aparecen dan vergüenza ajena, se nota que no se lo han pasado bien o al menos parece que sufren haciéndose los simpáticos, llevándose la palma Andy García (un morcón sin gracia) y una Cher, que por mucho desparpajo que tenga, aquí está de cárcel, absolutamente perdida y quizás pensando qué se iba a retocar con lo que fuera a ganar. No entiendo cómo la nominaron a los Razzies por “Burlesque” y no por esta, porque al menos en esa cosa de Steve Antin se ultrajaba a Bob Fosse, que al menos se pretendía calidad, y te podías reír viendo su intento. Aquí en “Mamma Mia: Una y otra vez” se ultraja, sin lograrlo a “High School Musical”, mostrando que tienen miedo a desbarrar, donde todo es encorsetado como un vulgar ensayo de colegio antes de la función, con unas “coreografías” (si es que se pueden llamar así) que conducen al vómito, de un amateurismo sonrojante. Tanto es así que en esta ocasión, Julie Walters parece que homenajee a Lina Morgan, quizás en un vano intento para salvar su papel y convertirse en la “graciosa” de la función. Yo me hubiera puesto una careta y de camino que me hubieran doblado bailando. Hubiera dado lo mismo.

Y encima ese exceso de manipulaciones digitales, de cromas, esa ausencia de desarrollarlo en entornos naturales, con una sobredosis de decorados iluminados en tonos pastel o focazos para deslumbrar a cámara, como si de un encuentro extraterrestre se tratara.

Nada se innova, nada es divertido en ella. El cartón piedra y el vestuario parece que ha sido prestado por uno de esos programas “festivaleros” que tenía José Luis Moreno hace tiempo, incluso ahora podría parecer una eternidad. Como prueba de todo ello hasta su montaje carece de ritmo...

No es la peor película de historia, las hay más tremendas, vale, pero creo que tras “Stayin Alive (La fiebre continúa)” es la peor secuela musical que he visto.

En conclusión: así va el mundo. Nos hemos cagado en la cultura por mucho que en las promociones televisivas de las distintas cadenas siempre promulguen en proyectos lamentables “por la cultura”. El público es más garbancero, menos formado, menos exigente. Nos merecemos la desdicha que padecemos, porque nos hemos cargado el cine musical (ni vamos a mencionar cuándo se hizo el último gran musical en el cine, no que fuera invento rentable, si no cine musical con todas las de la ley), ignorando que hubo una época que existieron Gene Kelly, Fred Astaire o Cyd Charisse, por poner algún ejemplo básico. “Mamma Mia: Una y otra vez” es tan miserable como obscena y olvidable. Y para hacer mierdas de este tipo más vale hacer telefilms para Netflix como “Dolly Parton: Navidad en la plaza”, también con Christine Baranski en su reparto. Al menos son productos más honestos.
Maggie Smee
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7
12 de mayo de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Return of the Secaucus Seven” es el debut en la dirección de John Sayles, que dicho sea de paso Quentin Tarantino hace referencia de ella en su libro “Meditaciones de cine” (Reservoir Books) y también era mencionada en la prestigiosa serie de televisión “La historia del cine: Una odisea”, de Mark Cousins.

Parece que hubiese, al cabo de las décadas, una especie de reivindicación. Pero la verdad es que, aunque nunca se estrenó en varios países incluido España, cómo no, resultó ser todo un éxito del cine independiente en Estados Unidos. Peligró mucho su posible distribución y, por total sorpresa, se convirtió en una película ensalzada por la crítica con una buena afluencia de público. Tanto fue así, que muchos llegaron a pensar que podía haber accedido como mejor film en la edición de los Oscars de 1980 entre otras categorías, lo cual le hubiera facilitado su estreno en muchos países, pero no fue así. Incluso la nominación a mejor guion original parecía que era segura, ya que fue galardonada por los críticos de Los Ángeles ese año o por el sindicato de guionistas, pero la Academia prefirió, en su época más hortera, nominar “La recluta Benjamin”.

Y es curioso, porque el guion de “Return of the Secaucus Seven” sirvió de referencia para muchos guiones que después se llevaron al cine, como por ejemplo la destacable “Reencuentro”, de Lawrence Kasdan que contaba con un reparto “no muy conocido” y que gracias al éxito del film, todos llegaron a ser muy famosos, incluso al que nunca se le llega a ver la cara en una decisión de última hora, (Kevin Costner) y que Kasdan prometió que le volvería a llamar para un protagonista, cosa que cumplió.

Kasdan parece que copió su fórmula y sí consiguió que “Reencuentro” fuera nominada a mejor película y guion, además de dar a Glenn Close otra nominación como actriz de reparto y catapultarla definitivamente al estrellato.
A mí Kasdan me gusta, a muchos de sus films les guardo cariño y creo que él es un estupendo guionista. No voy a cambiar de parecer a estas alturas no por obstinación, sino porque realmente se lo merece, pero no puedo dejar de experimentar una cierta decepción al ver de dónde salió su “inspiración” con “Reencuentro”. Algo me parecido me ha ocurrido recientemente al descubrir “Les lèvres rouges”, de Harry Kümel y compararla con “El ansia” de Tony Scott, que por cierto parece ser que Sayles anduvo también en ese guion aunque sin acreditar, como en muchas otras producciones comerciales.

Y es que al igual que en el film de Kasdan, aquí Sayles (que además se reserva un pequeño papel) cuenta con un buen reparto coral, en el que cuesta reconocer a uno de los más famosos, David Strathairn. Todos cuentan con unos ajustados papeles y desprenden gran comodidad al desempeñarlos, incluso algunos de ellos están muy implicados en el proyecto, cumpliendo, como buen film “indi” con otros cometidos, como la actriz Maggie Renzi, que desde entonces formó pareja con Sayles y lo compaginó con la producción.

Y es que Sayles, aunque entró en el cine de la mano de Roger Corman como guionista a prueba de bomba, ya que disfrutaba de buena reputación como novelista y trabajó en muchos films puliendo sus guiones, aunque varios films sin acreditar. Pero en su faceta de director y guionista resultó ser un gran tipo. No por su altura de casi dos metros, sino por la integridad y honestidad intachable de sus proyectos, llegando a rodar en 16mm para luego pasarlo a 35mm, o filmar con presupuestos bajísimos proyectos que difícilmente podían llevarse a cabo. De ahí que fuera agradecido con sus actores, con los cuales a veces establecía amistad y él volviera a trabajar con ellos.

Pero no todo son aciertos, de acuerdo. Sayles también es montador y en esta ocasión, en algunas secuencias, el resultado es abrupto, un “fallo” muy común al ser primerizo y que luego pulió brillantemente. También el ritmo hay momentos en que se le va, pero rápidamente lo vuelve a retomar.

En fin, buena película independiente, de espíritu libre y que en el spoiler explicaremos donde sobre todo se puede comprobar.

Sayles, autor poco conocido en España por desgracia, aunque haya sido nominado al “Oscar” un par de veces como guionista. Merecería una revisión de sus títulos, sea en filmotecas o en su defecto, que alguna plataforma se anime a poner disponibles todas sus películas. Yo al menos lo agradecería.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maggie Smee
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