“La ladrona de libros” es de esas películas que no puede decepcionar a nadie, que emocionará a algunos pero que tampoco sorprenderá a ninguno como para salir del cine boquiabierto y diciendo “menudo peliculón” porque su mejor virtud es a la vez su mayor defecto. Es una película rodada de manera pulcra, con un guión complaciente que el director maneja con habilidad pero que nunca da un paso más allá para no correr el riesgo de caer en el abismo, ni tan solo en su tramo final donde hubiese podido echar más carne en el asador y donde se limita a rodar lo escrito de manera aséptica y que no moleste demasiado. Una película hecha para gustar, que gusta, pero ahí acaba la historia. Todo está milimétricamente calculado y todo funciona milimétricamente bien. “La ladrona de libros” es una buena película pero está a años luz de ser una magnífica película. Se le ven las costuras, se le ven todas y cada una de las trampas que tiene para emocionar. ¿Eso es malo? Para nada porque consigue lo que persigue y hay que reconocerle un mimo extremo en el tratamiento de la imagen, pero el mensaje es complaciente y evita complicarse la vida. Eso si, es entretenida, es hermosa e incluso en más de un pasaje es una película inteligente.

Lo mejor: La prodigiosa banda sonora de John Williams. Las interpretaciones de Geoffrey Rush y Emily Watson.

Lo peor: No toma el menor riesgo.

Lo primero que sorprende de “Somos gente honrada” es lo firme de su propuesta, comienza de manera excelente aunque se mueve entre tópicos y discurre con trampas que no aportan nada a la historia pero salva los muebles. El problema es que el guión hace aguas en algunos momentos y algunas soluciones a los problemas que plantea son descaradamente simples. Puede que la historia que cuente no dé para demasiado pero unos actores en estado de gracia y una televisiva aunque acertada dirección suplen las deficiencias de una historia que, en su parte central, no sabe exactamente que quiere contar. Se nota un gran trabajo en la dirección de los actores, incluso un tipo tan soso y dado a la nulidad interpretativa como es Unax Ugalde, aquí está espléndido. La película es honesta, es entrañable y esa pareja de fracasados interpretada por Miguel De Lira y Paco Tous funciona a la perfección en su búsqueda por rentabilizar la culpa. Estaremos todos de acuerdo en que la crisis es una excusa demasiado infantil para hacer que sintamos simpatía por estos dos desgraciados reconvertidos en narcos pero si al final la cosa funciona, a mí ya me vale. Y hay que reconocer que “Somos gente honrada” funciona bien y hará las delicias de más de uno. No es una gran película, pero es una película que funciona y eso, hoy en día, es mucho.

Lamentable nuevo ejemplo de que el maestro Dario Argento se ha olvidado lo que es el buen cine. Todo huele a falso, los efectos especiales son ridículos, la ambientación es de obra teatral de fin de curso y los actores se han solidarizado con Argento en el sentido que también han olvidado lo que es actuar. La película no es que sea mala, es que es un despropósito de tal magnitud que no puedes sacar ni una cosa buena de ni uno solo de sus minutos. Los actores están equivocados, el guión es demasiado clásico y no aporta nada bueno a los miles de Draculas que han antecedido a este, el 3D es patético, los efectos visuales son lamentables y el diseño de producción lo hizo un ciego con evidente mal gusto. Nada, absolutamente nada se salva de esta soberana decepción para los que –algún lejano día- admiramos a Argento. Una película trasnochada, barata y tan mala que asusta.

Nueva película (precuela) del personaje de Alex Cross anteriormente interpretado por Morgan Freeman en "El coleccionista de amantes" y "La hora de la araña” que aquí interpreta sin convencimiento (y realmente mal) Tyler Perry. No llega a la calidad de su predecesora y prefiere tirar por el camino de la acción que del thriller psicológico de sus antecesoras pero eso ya lo tendríamos que saber si han puesto al adrenalínico Rob Cohen al mando de la función. “En la mente del asesino” se disfruta, está bien rodada, su guión no es una maravilla pero avanza sin titubeo y Matthew Fox nos regala un villano épico sorprendentemente bien interpretado. Y ese es el gran acierto de Rob Cohen, saber que su villano es infinitamente mejor que su opositor y los enfrenta de manera inteligente balanceando el tempo de la película entre ambos para que en ningún momento decaiga. “En la mente del asesino” no es una maravilla pero es muy entretenida y hará las delicias de los seguidores de Matthew Fox.

“Sin rastro” es de esas películas que si nunca se hubiesen rodado nada habría cambiado en el mundo, es más, algunas personas entre las que me incluyo lo habrían agradecido. Y no porque “Sin rastro” sea una mala película (que no lo es) sino porque no aporta absolutamente nada, es plana, es gris, se pierde en interminables secuencias que confunden y llevan al espectador al aburrimiento más absoluto. Esto no es un thriller psicológico, tampoco es una película de psicópatas, aun menos es un drama. Esto es simplemente el sinsentido de lo que debería ser el cine. Una historia que no da para más de diez minutos es alargada hasta lo ridículo. Su factura es impecable y no puede decirse que esté mal interpretada pero parece la repetición de la misma escena una y otra vez. Es de esas películas que te pones un sábado por la tarde, echas una cabezadita de una hora y no te das cuenta de que te has perdido media película. Recomendable para personas con trastorno del sueño o médicos que quieran anestesiar por la via rápida a sus pacientes.