Parece que para algunos críticos basta un enfoque distinto, un mínimo toque de reposo respecto a lo habitual para que un relato con las mismas frases, los mismos lugares y los mismos complejos de siempre parezca bueno. Debe ser que si se crea una atmósfera sutil y un pausado transcurrir ya no hace falta pensar. Entonces los personajes pasan a ser esclavos de esta ambientación envolvente y ya no importa si están pésimamente dibujados, si sus diálogos son ridículos y previsibles y si no hay ni un mínimo esfuerzo neuronal para intentar profundizar en sus actitudes.

El problema no es que la cinta no sea verosímil, sino que no lo es en beneficio de nada. Sólo vive para contar esos detalles, los pequeños gestos y los pormenores casuales que tanto gustan a los finos paladares. Pero ni siquiera con esto tiene éxito, ya que, lejos de deslumbrar por su sensibilidad, algunas escenas bordean más bien la cursilería en su gama más risible y hueca. Y la historia queda abandonada, contada con descuido, de forma tan liviana que incluso provoca antipatía. Finalmente a uno le queda la sensación de que lo que ha visto no mejora en demasía cualquier telesiesta de adolescentes y sus lloriqueos en el seno de una próspera familia americana.

Nada que ver con ‘Lost in translation’, siguiente obra de Sofia Coppola, mucho más honesta y poderosa.

Hay que admitir que tiene algunas escenas afortunadas aunque muchas otras se queden en un ejercicio de querer y no poder. Es como una especie de cosecha donde todas las secuencias parecen tener alguna buena idea pero sólo unas pocas florecen con éxito. Para dar cuenta de la repercusión del seísmo balcánico la película se sirve de un potaje bien cargado de emociones fuertes. Esto da lugar a la sobreactuación, el histrionismo y la contundencia, progresivamente más previsible, como única salida de la acción; sin nada más allá que narrar. El plato resultante es un poco pesado de digerir, con menos profundidad de la que pretende pero por lo menos logra dar con una sensación bastante cercana a lo que debe ser una situación de convulsión tras el quebranto fraternal, precisamente porque se trata de una película, en su planteamiento y ejecución, esencialmente convulsa.

Poco que contar. No se sale de ningún patrón ya visto en la comedia ligera. Apenas hay 3 gags que funcionan con algo de gracia y no hay ni rastro del tan célebre humor inglés. Se supone que la gracia está en ver como los hombres hacen frente a su irremediable madurez con gran inmadurez. Ellos son unos cenizos y ellas son mujeres modernas con brotes regulares de neurosis. Si alguien se identifica con esos monigotes es su problema.